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martes, 29 de septiembre de 2015

ChacaPeaks: Conan Doyle


El Dr. Mussetti estaba agobiado. Después de que el grupo de principales sospechosos del crimen de Francisco Ipazaguirre (Méndez, Gómez, Rodríguez, Machado y Artusi) hubiera hecho un papelón de dimensiones considerables al mentirle en su cara y deschavarse, tuvo que encerrarlos y recorrer sus casas para chequear sus verdaderas coartadas. El procedimiento fue tedioso y bastante aburrido: era llegar, tocar el timbre, avisar que el señor estaba detenido, charlar con la señora de la casa, esperar que llore, se recomponga, vuelva a llorar y  finalmente pedirle que fuera a la comisaría a testimoniar para que su marido pudiera salir en libertad. Empezó por Artusi, que había roto en llanto en plena declaración falsificada. Lo que vio fue contundente. A raíz de las artimañas inmobiliarias de Ipazaguirre, el matrimonio se había quedado sin casa, por lo que tuvo que ir a vivir con Artusi hermano. Dos parejas con hijos en menos de 80 metros cuadrados. Para colmo, el hijo de Artusi había muerto hacía relativamente poco en condiciones confusas y Graciela Artusi se encargó de contarle con lujo de detalles los eventos de  la tragedia familiar. Todo el asunto le llevó más de dos horas, pero descartó a Artusi porque su mujer juraba y rejuraba en nombre de su hijo difunto que esa noche había estado con él y se la notaba demasiado debilitada psíquicamente para mentir con tanta cizaña. Pero, qué agotador: le llevó el mismo tiempo convencer a Graciela Artusi de que dejara de llorar que a las mujeres de Gómez, Rodríguez y Machado juntas.
Para las 18 hs de ese larguísimo día llegó a la casa de los Méndez. Tocó el timbre y a diferencia del resto de los hogares, de la puerta no salió una mujer sino el menor de la familia. Federico Méndez le explicó que su madre estaba en Córdoba desde hacía unas semanas con su tía Coqui, porque necesitaba un poco de aire fresco después de la pérdida del bebé. El Dr. Mussetti piensa que para ser un pueblito tan feliz los dramas se suceden uno tras otro como en cualquier otro lugar. Anota en su cuaderno: “pérdida ¿aborto? del bebe” y le consulta a Fede sobre el paradero de su padre la noche que mataron a Ipazaguirre.
-Nosotros estábamos en la Capital, jefe, pero si quiere le averiguo en una semana quién mató al tipo -dice Fede.
Atento, el Dr. Mussetti levanta la vista de su cuaderno y lo interroga con la mirada.
-Es fácil, haga como Sherlock –dice Fede- fíjese el que menos parece y listo- y guiña el ojo mientras le cierra la puerta de calle con una sonrisa de oreja a oreja.
El Dr. Mussetti abandona la casa de los Méndez con muchísimas preguntas y sólo una certeza: su ascenso le costará mucho, mucho más de lo que esperaba.

martes, 22 de septiembre de 2015

ChacaPeaks: Siete




Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí...
La respiración entrecortada de Fede no le permitía seguir la frase con la que tantas veces había imaginado que inauguraría su besuqueo con Laura. Ahora estaba ahí, con ella, en su propia cama, y no recordaba cómo seguía la frase. Era de Cortázar, obvio, el más mejor del mundo mundial para levantarse chicas. Nadie de su edad sabía quién era el tipo, entonces todos sus versos, bien puestos donde correspondía, con la entonación necesaria, eran ganadores. Bueno, él de ganar sabía solo con sus clientes, que lo contrataban para que les explicara cómo chamuyarse pibitas por chat, porque tenía la mejor pluma de Chacabuco. Era cierto que era petiso, era cierto que era feo, era cierto que usaba anteojos, pero a chamuyo escrito no le ganaba nadie. Así fue que empezó a chatear con Laura antes si quiera de que ella le dirigiera la mirada. Chat a la medianoche va, chat del Whatsapp viene, todo suma, pensaba, todo suma.
se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios…
Y ahora finalmente, después de años de trabajo, después de horas y horas dedicadas a ese amor imposible, a esa amiga que nunca sería más que eso, ella estaba soltera, ella estaba disponible, ella no le hablaba más del forro de Santiago Ramírez, ese gil que lo había cagado a trompadas cuando se la intentaba levantar en el patio. Ahora ella estaba ahí, con él, en su cama, en su casa y entonces tenía que decirle eso, tenía que seducirla más allá de lo posible, tenía que expresarle ese amor con esas palabras que el viejo Cortázar le había enseñado. Pero no podía, la vista se le nublaba, la memoria lo traicionaba, todo era bruma, todo era amor, todo era deseo. Deseo por las piernas, deseo por los brazos, ella estaba ahí, ahí, toda ella, toda esa belleza para él. ¿Cómo iba a reaccionar?
…apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Fede salió de la cama de un salto. Los gritos de su padre llamándolo para tomar la merienda interrumpieron su flash literario y lo asustaron. Lo único que faltaba era que lo pescaran hablando solo, ahí sí que lo diagnosticaban loco para siempre. Bueno, paciencia, se dijo. Algún día Laura estaría ahí realmente. Algún día su cabeza se posaría en esa almohada, ella sonreiría,  él la miraría y comenzaría a recitar Cortázar. Por ahora, sólo quedaba imaginársela.

martes, 15 de septiembre de 2015

ChacaPeaks: ValeCuatro

Para Diario Cuatro Palabras



El nuevo comisario Dr. Mussetti citó a los cinco hombres que le había marcado el ex sub comisario Ramírez como posibles sospechosos del crimen de Pancho Ipazaguirre todos juntos en la comisaría para hacer un careo. Méndez, Gómez, Rodríguez, Machado y Artusi sabían que tenían que cubrirse juntos. Habían ensayado antes de ir a la cita con la ley, en el bar del club, lo que tenían que decir. Lo que los entristeció fue que alguien que no era ninguno de ellos se hubiera cargado al viejo. Y aunque se sentían libres de culpa, con las deudas que colgaban en sus espaldas eran todos sospechosos. Por eso se juntaron, para tener la misma coartada: la noche que asesinaron a Ipazaguirre habían estado todos en un asado en lo de Machado. Como toda buena coartada, no era cierta, pero si podían hacérsela creer al comisario, ninguna de sus mujeres ni de sus vecinos ni de sus hijos se animaría a contradecirlos.
Llegaron por separado a la comisaría para despistar. A los ojos del comisario Musetti ellos debían ser cinco buenos vecinos que no tenían más intereses en común que el bien de su comunidad, por lo que le mintieron con rapidez y destreza. Asado en la casa de Machado, quién llevó qué vino, quién comió qué cosa. ¿Las mujeres? No, ese día no fueron, en general se juntan ellas solas. ¿Los chicos? Tampoco, Ud. sabe como son los pibes hoy en día. Jugamos al truco, ganó Méndez. ¿Cómo jugaron al truco si son cinco? Preguntó el Dr. Musetti, y todo se desmoronó. En un ataque de nervios inexplicable, Artusi rompió en llanto ante la mirada atónita del resto: dejemos de mentir, compañeros, por favor, nosotros no lo matamos porque no tuvimos los huevos.
Las horas que pasaron en la comisaría por falso testimonio mientras el Dr. Mussetti comprobó con la mujer de cada uno que se habían quedado en sus respectivas casas la noche del asesinato, fueron las peores de sus vidas. Sobre todo porque retumbaba en sus cinco cerebros la frase de Artusi: no lo habían matado ellos porque no sabían cómo, pero ganas no les faltaban. No lo hicieron porque la humillación en la que estaban sumidos era tan honda, que jamás se creyeron capaces. Se dieron cuenta uno por uno sin hablarse, en el calabozo de la comisaria, que más que coraje, lo que les faltaba era imaginación.

lunes, 7 de septiembre de 2015

ChacaPeaks: Heráclito

Para Diario Cuatro Palabras



Es difícil, piensa Laura mientras repasa para el examen trimestral de química, decidir quién es uno. Es difícil porque uno no es siempre uno, uno es muchos. Uno no tiene, como las moléculas de las sustancias, componentes estáticos. Dos de hidrógeno, uno de oxígeno, listo, agua, ya está. Las moléculas de uno están en constante movimiento, en constante cambio, en permanente transformación. No hay tal cosa como la esencia de nada, ni de nadie. Si yo tuviera que escribir la formula de mí misma, piensa Laura, ya cansada de estudiar para el examen, no sabría ni cuántos átomos debería poner, ni de qué elementos, ni en qué proporción. 

Todo por culpa de Santiago Ramírez, que volvió. Que le dijo que aunque se hubiera ido y hubiera vuelto –pero no por ella- la seguía queriendo como antes de irse, como cuando eran novios y antes de que le pegara a Fede Méndez porque pensó que ahora él era su novio. Santiago volvió y dice que es el mismo pero es otro, piensa Laura mientras no sabe qué es ser “uno mismo” así que a duras penas podría entender qué significa ser “el mismo”. Lo que sí sabe es que Santiago y Fede no son el mismo. Pero los quiere a los dos. Quizás haya varias de sus células destinadas a cada uno, moléculas que se orientan hacia uno y moléculas que se orientan hacia el otro. Lo que es seguro es que ellos dos no son los mismos que en el verano, cuando Santiago Ramírez la dejó para irse a jugar a River y tenía papá y Fede Méndez iba a tener un hermanito. Ahora Santiago no tiene papá y la mamá de Fede perdió el embarazo. Pero después de haber besado a los dos, ella tiene que decidir con quién se queda, si es que se queda con alguno, aunque en realidad sus moléculas, células, átomos, protones y electrones miren la mitad para un lado y la mitad para el otro.

Aburrida y abrumada por la metafísica de sus pensamientos, cansadísima de estudiar para el examen, Laura dibuja pequeñas células en la carpeta. Llama a Santiago y le dice que no, que no va a ser su novia de nuevo porque “Las cosas no cambian, cambiamos nosotros”. No está muy segura de lo que significa eso, pero cree que suena bien la frase. Santiago intenta convencerla, en vano. Ella lo deja hablar mientras dibuja sin pensar en la carpeta. Ni bien corta le escribe un mensaje a Fede: “¿Quién me dijiste que dijo que nadie se baña dos veces en el mismo río?”


martes, 1 de septiembre de 2015

ChacaPeaks: Buitre



Puñaladas dice “pasión” por todos lados, piensa el nuevo comisario Dr. Mussetti, pero no puedo descartar ninguna hipótesis, también piensa, y asume luego que la palabra “hipótesis” le queda demasiado grande al pueblito del fin del mundo donde lo mandaron, pero quévaser, se tiene que comer doblado el traslado si quiere ascender. El problema es que con semejante acontecimiento se le van a venir al humo de arriba, de abajo y de los costados. Eso quiere decir que le va a tener que pedir ayuda a Marcelo Ramírez, el ex subcomisario,  que quería su puesto más que ganar el Loto y ni bien le dijeron que no se lo darían, se las tomó de la fuerza.
Ramírez ¿cómo le va? Le habla el Dr. Mussetti. En qué lo puedo ayudar, Comisario. ¿Se enteró, no? Cómo no enterarse, estamos todos conmocionados. Voy a necesitar que me ayude, Ramírez, esto viene para largo. Por supuesto, Ud. dirá. Necesito una lista de diez sospechosos, me los puede decir por teléfono ahora mismo. Tiene razón, así de rápido se cuentan los que se la habían jurado a ese buitre. Soy todo oídos. Méndez, Gómez, Rodríguez, Machado y Artusi son los más endeudados. Entre ellos y sus esposas ya tiene diez para empezar. Pero yo no descartaría a  Susana Robles, la mamá de Julieta, que atiende la florería, o mismo Julieta, que es una chica complicadita. Le pido diez sospechosos y me dice doce, Ramírez, ¿no aprobó matemática en la escuela? Vea, Dr. Mussetti, el viejo cosechó más enemigos que soja, compresé un cuaderno grande.
Qué manera de arrancar el trabajo nuevo, piensa el Dr. Mussetti. Una docena de personas, respetables vecinos de este infierno grande al que lo mandaron, todos sospechosos. Encuentra una librería a la vuelta de la comisaria, se compra dos cuadernos cuadriculados de 160 hojas cada uno y anota todos los nombres que le dijo Ramírez. Llama al Jefe Departamental para pedirle directivas: ¿Narcos paraguayos? No. ¿Narcos colombianos? No. ¿Narcos mexicanos? No. ¿Chinos? No. ¿Ajuste de cuentas en la Sociedad Rural? No. El Jefe Departamental es claro y conciso: lo mataron ahí, Mussetti, lo mató alguno de los habitantes de Chacabuco, este asunto huele a chorizo seco. 
El nuevo comisario corta el teléfono y se da cuenta que inaugura su mandato chacabuquense con el peor crimen que podría haber imaginado: Pancho Ipazaguirre, el dueño de medio pueblo, poderoso como pocos y temido como nadie,  muerto de 15 puñaladas en su propia casa.