Puñaladas dice “pasión” por todos lados, piensa el nuevo
comisario Dr. Mussetti, pero no puedo descartar ninguna hipótesis, también
piensa, y asume luego que la palabra “hipótesis” le queda demasiado grande al
pueblito del fin del mundo donde lo mandaron, pero quévaser, se tiene que comer doblado el traslado si quiere
ascender. El problema es que con semejante acontecimiento se le van a venir al
humo de arriba, de abajo y de los costados. Eso quiere decir que le va a tener
que pedir ayuda a Marcelo Ramírez, el ex subcomisario, que quería su puesto más que ganar el Loto y
ni bien le dijeron que no se lo darían, se las tomó de la fuerza.
Ramírez ¿cómo le va? Le habla el Dr. Mussetti. En qué lo
puedo ayudar, Comisario. ¿Se enteró, no? Cómo no enterarse, estamos todos
conmocionados. Voy a necesitar que me ayude, Ramírez, esto viene para largo. Por
supuesto, Ud. dirá. Necesito una lista de diez sospechosos, me los puede decir
por teléfono ahora mismo. Tiene razón, así de rápido se cuentan los que se la
habían jurado a ese buitre. Soy todo oídos. Méndez, Gómez, Rodríguez, Machado y
Artusi son los más endeudados. Entre ellos y sus esposas ya tiene diez para
empezar. Pero yo no descartaría a Susana
Robles, la mamá de Julieta, que atiende la florería, o mismo Julieta, que es
una chica complicadita. Le pido diez sospechosos y me dice doce, Ramírez, ¿no
aprobó matemática en la escuela? Vea, Dr. Mussetti, el viejo cosechó más
enemigos que soja, compresé un cuaderno grande.
Qué manera de arrancar el trabajo nuevo, piensa el Dr. Mussetti.
Una docena de personas, respetables vecinos de este infierno grande al que lo
mandaron, todos sospechosos. Encuentra una librería a la vuelta de la
comisaria, se compra dos cuadernos cuadriculados de 160 hojas cada uno y anota
todos los nombres que le dijo Ramírez. Llama al Jefe Departamental para pedirle
directivas: ¿Narcos paraguayos? No. ¿Narcos colombianos? No. ¿Narcos mexicanos?
No. ¿Chinos? No. ¿Ajuste de cuentas en la Sociedad Rural? No. El Jefe
Departamental es claro y conciso: lo mataron ahí, Mussetti, lo mató alguno de
los habitantes de Chacabuco, este asunto huele a chorizo seco.
El nuevo comisario corta el teléfono y se da cuenta que
inaugura su mandato chacabuquense con el peor crimen que podría haber
imaginado: Pancho Ipazaguirre, el dueño de medio pueblo, poderoso como pocos y
temido como nadie, muerto de 15
puñaladas en su propia casa.
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