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martes, 5 de octubre de 2021

Libros gratis para viajar con la segunda/tercera ola: México

Acá está, era esto, otra vez: la segunda ola no es más que una sucesión de dejavus de la primera y 2021 no deja de recordarnos que existió ese distópico 2020, donde nuestra imaginación se expandió más allá de lo posible y la literatura apocalíptica se mudó de la ciencia ficción a la actualidad en los estantes de las librerías.

Y así como entonces buscamos con la literatura alienarnos de la realidad cada vez más agobiante, esta vez proponemos viajes literarios a lugares imposibles de llegar dadas las restricciones a la movilidad, solo accesibles con libros. El destino en este caso es México, tierra de mezcal y tequila, cuna de Frida y Diego, faro continental de cultura, literatura, rancheras y mucho guacamole.

Fernanda Melchor - Paradais
Recomendada por La Dama del Terror Mariana Enríquez, quien la definió como dueña de “una destreza técnica deslumbrante con precisión de neurocirujana para la crueldad”, esta periodista y traductora veracruceña, quien ganó varios premios con Temporada de Huracanes (2017) ya ha sido traducida a más de quince idiomas. En esta novela nos lleva a un country mexicano en el que dos adolescentes (uno rico adicto al porno y el otro pobre y jardinero) idean un plan criminal para cumplir sus más oscuras fantasías.

Elena Poniatowska - Hasta No Verte Jesús Mío
La oaxaqueña Jesusa Palancares, pobre y huérfana, se une a las tropas de la revolución mexicana de 1910 con entusiasmo pero, al perder a su marido, tendrá que sobrevivir sola a través de la travesía militar y política en la que se embarcó con él. Una historia inolvidable de la mano de la ya clásica y no por eso menos lúcida Poniatowska, quien nos regala en este caso un fresco de la historia de México en el siglo XX en el que mezcla el realismo mágico, la sociología de clase y algunas reflexiones filosóficas sobre la violencia política.

Alberto Chimal - Los Atacantes

En una especie de Black Mirror a la mexicana, Chimal busca crear horror partiendo de la cada vez más horrorosa realidad. En siete relatos en los que se repite la tecnología puesta al servicio de la vigilancia aparecen acosadores, stalkers, suplantadores, catfishs y otros seres oscuros más, pero son considerados apenas un eslabón de la cadena de terror que termina, como diría el autor en una entrevista luego de su publicación “En los titulares de las noticias”. Con toques de humor negro y fantasía, esta compilación tiene un sentido total pero cada relato alcanza y sobra para temblar.
Ganadora del premio Herralde 2014, esta novela cuenta la historia de Claudio, un cubano que vive en Nueva York y trabaja en una editorial, y de Cecilia una mexicana que vive en París y es estudiante. Será durante un viaje de Claudio a Francia cuando sus destinos se entrecrucen y empiecen una historia de amor mediada por la emigración, el desarraigo y lo latinoamericano como punto de contacto. Traducida a más de diez idiomas, Nettel prueba aquí que ya sabía escribir antes de su último y celebrado libro La hija única (2020).



martes, 7 de septiembre de 2021

Escribir lo correcto: La literatura en la era de los algoritmos narcisistas

Para Cámara Cívica

En los últimos años se produjeron varios conflictos en el mundo del libro en relación a las audiencias, las editoriales, los medios y los escritores, a saber:

 

1. La polémica en relación a la publicación de la biografía de Woody Allen.

2. El cambio de editorial tras las acusaciones de abuso al biógrafo de Phillip Roth.

3. Las marchas y contra marchas en la edición de última novela de Emmanuel Carrere  por los dichos de su ex esposa a la prensa.

4. La confrontación entre colectivos feministas y J.K. Rowling por sus opiniones transfóbicas.

5. La controversia sobre quién debe traducir los versos de la poetisa Amanda Gorman tras la asunción de Joe Biden

6. La persecución a Javier Cercas por la presunta incitación a la violencia separatista en su último libro.

7. La reescritura de libros de Enid Byron tanto en Reino Unido como en España para modernizar su vocabulario

8. El debate en torno a Jeanine Cummins y su novela sobre los hispanos en Estados Unidos.  

  

Esta seguidilla de combates quedó cristalizada en una carta abierta publicada en la revista Harper’s Bazaar en julio 2020,  firmada por un grupo de escritores (entre ellos Amis, Atwood, Chomsky, Eugenides, Fukuyama, Rowling y Rushdie) que denunciaban una “atmósfera sofocante” y un “clima intolerante“ producto de “nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos” hegemónico en los medios, las universidades y el mundillo cultural occidental, por la que “escritores, artistas y periodistas temen por su sustento si se apartan del consenso”. Esta proclama tuvo su adhesión hispanoamericana con otra misiva pública similar encabezada por el peruano Mario Vargas Llosa.

 

Si bien la carta tuvo su contra-carta poniendo en cuestión muchos de sus postulados, hay consenso en afirmar que nuestra época está atravesada por una serie de cuestiones que Ariana Harwicz y Edgardo Scott resumen bien en un artículo titulado Escritores y editores de rodillas: “¿Cuáles son las concesiones que debe hacer un escritor profesional en esta época? ¿Qué agenda o ideología debe sostener, disimular o adherir?”,  se preguntan.

 

En esta línea, se presentó en Buenos Aires hace unas semanas “La literatura frente al Estado y el mercado: radiografía de la corrección política”, de Nancy Giampaolo, que reúne una serie de reportajes en torno a estas cuestiones y donde también se la entrevista a Harwicz, que es muy activa en Twitter denunciando los límites entre el mercado y la creación.

De este libro se desprende una explicación a este aparente cortocircuito entre audiencias (consumidores), intermediarios (medios hegemónicos, editoriales oligopólicas) y creadores (escritores) que abona a una ya extensa biblioteca y reza: existe una “Nueva inquisición moral de izquierda” por parte de las elites progresistas, que monopolizan universidades, medios y usinas de creación desde donde deciden quién publica y qué, que está amenazando la libertad de expresión y por ende los escritores no son libres para crear lo que se les antoja si no cumplen con las “normas morales” de la época, definidas más que nada por el respeto por la diversidad sexual, racial, de género.

Desde aquí proponemos una lectura alternativa: en tanto las editoriales son parte del establishment corporativo cultural, reproducen lógicas mercantiles que nada tienen que ver con lo “correcto” sino con lo que permita aumentar sus ventas. Lo que genera la falsa idea de que esto responde a criterios morales y no meramente comerciales son dos fenómenos interrelacionados entre sí:

1) Los nuevos consumidores centennials (25% de la población en Estados Unidos) son sujetos criados desde su nacimiento en el statu-quo posmoderno, es decir que resultan híper narcisistas y por ende buscan reafirmar su identidad en todos sus consumos, incluidos los libros. No están interesados en conocer nada muy distinto a lo que ya conocen porque son víctimas pasivas de lo que el filósofo Byung-Chul Han denuncia como la distorsión neoliberal de la subjetividad en función de la “ausencia radical del Otro, de lo Otro, de lo no igual al yo en la cosmovisión del mundo”.

2) Los centennials han crecido atravesados por los algoritmos de Google, Netflix y Facebook, que reproducen y retroalimentan ese narcisismo identitario propio de la filosofía neoliberal. Al ser usuarios nativos de las redes sociales, no dudan en expresar su descontento con “lo otro” con rapidez y generar lo que erróneamente se denominan “cancelaciones” reforzando así al algoritmo que intensifica la burbuja de reafirmación y genera nichos de mercado con mucha más facilidad que antes.

Así, para vender libros, la industria editorial ha abrazado la lógica de Silicon Valley: sus productos deben reproducir las burbujas de contenido que refuerzan los sesgos de confirmación de los lectores y que a la postre llevan a la polarización extrema y el fanatismo desenfadado online y offline.  

Queda claro así que frente al recambio generacional de las audiencias, la respuesta de la industria debe analizarse desde una lógica más capitalista que moral.

1) Los escritores: ¿víctimas de quién?

Mucho se ha debatido sobre si realmente existe tal cosa como una “hegemonía progresista” en el mundo de la cultura. Varios autores llaman a esto la “conspiración del marxismo cultural” mientras otros lo ven como el “Nuevo puritanismo de la corrección política”. La carta de Harper´s abona la segunda mirada, junto con sus homólogos latinoamericanos y españoles.

En la respuesta a la carta por parte de una veintena de otros periodistas e intelectuales se da por tierra cada una de las supuestas acusaciones de la lista de Harper´s, minimizándolas y dejándolas en la esfera de la mera paranoia. Otra vez, el victimismo híper narcisista del neoliberalismo que ya analizamos aquí hace su entrada y genera una competencia entre los que sufren y los que sufren más.

Ahora, analizando en detalle a dos de las figuras de esta supuesta persecución, vemos que aún asumiendo que exista, no parece afectar realmente a nadie. J.K Rowling fue una de las autoras más vendida del año 2020 y sigue estando en la lista de escritores más ricos del mundo como hace años. Por su parte, consultada sobre la reacción a su libro “Degenerado” (Anagrama, 2019), cuyo narrador es un pedófilo, Harwicz respondió que no sufrió ninguna consecuencia por su incorrección moral. En sus palabras: “Yo pensé que me iban a matar, que me iban a linchar y la verdad es que no, por lo menos hasta ahora, acá estoy, viva”.

 Entonces: ¿Dónde está el peligro?

2) Los lectores ¿victimarios de quién?

Según datos estadísticos de la Federación de Gremio de Editores de libros España, los jóvenes (de entre 14 y 35 años) leen más que sus padres, tendencia que se verifica también en Estados Unidos. Además, por sus hábitos en las redes, son los publicistas más eficaces de los libros que les gustan. Fenómenos como los Booktubers, los bookstagramers y ahora hasta los booktokers lo demuestran. De esta manera, un simple estudio de mercado hizo que la industria editorial se ajuste rápido a la demanda: la generación woke (con su narcisismo patológico a cuestas) ha de ser complacida en su búsqueda por libros que reafirmen sus valores y nada (nada, absolutamente nada) que los contradiga, ofenda o moleste. El otro NO existe, el conflicto ha de ser acallado, el dolor de lo distinto es inconcebible.

La crianza “helicóptero”, las infantilización de las universidades, que convierten todo en “espacios seguros”, y las burbujas de contenido de los medios digitales en general (cuyos pioneros fueron Google y Netflix) terminan de moldear un comportamiento en el que lo distinto no tiene lugar. El pathos centennial reza: “Todo lo que es parecido a mi está OK y todo lo que no, no, pero además, voy a expresarlo con vehemencia en mis redes para bien y para mal porque lo que yo tengo para decir es (muy muy muy) importante”. Esto genera lo que Gonzalo Torné llama “liberación de las audiencias”, que desafía la autoridad de los críticos en su rol como formadores de opinión sobre el arte y que son ¡justamente! los que más despotrican contra este “Nuevo puritanismo progre”.

Pero entonces: ¿Quién tiene la culpa?

3) Los verdaderos victimarios: sigue el dinero

Ya hemos explorado aquí el modelo de negocio de Netflix, que utiliza base de datos del comportamiento previo de los usuarios para así reducir el universo de lo “visible” a lo que ya vimos o ya nos gustó. Nada distinto, nada raro, nada disonante. La ausencia total de lo “otro” se traduce así en carencia de imaginación.

No queda más opción que entender que las editoriales han realizado el mismo movimiento, ya que si bien son el brazo “culto” de los conglomerados de medios son industria al fin. El “puritanismo moral” que denuncian todos no es más que una estrategia para adaptarse a esta nueva hipersensibilidad narcisista de sus consumidores a través de varias iniciativas: 1) Uso de trigger warnings (Avisos en las primeras páginas sobre el contenido del libro para no sorprender al consumidor con algo que lo hiera), 2) Contratación de sensitive readers (Que leen el manuscrito antes de publicarse para adelantarse a las posibles heridas que el libro le producirá al consumidor) y 3)la reescritura de clásicos como “Los Cinco” de Byron donde se utiliza lenguaje sexista, racista, que podría herir susceptibilidades del consumidor.

Poco queda por explicar aquí de la ausencia de puritanismo y el exceso de capitalismo: el consumidor siempre tiene la razón + hay que vender lo que “el consumidor quiere” porque él “siempre va a querer lo mismo” y va a seguir consumiendo para leer lo mismo una (consumiendo) y otra (consumiendo) y otra (consumiendo) vez.

En palabras de Harwicks: “Si el cine ya está en coma ahora es nuestro turno (…) la literatura ha devenido una forma más de la publicidad y el marketing”.

Pero ojalá el problema fuera solo el arte. En 2020 varias cadenas de televisión yanquis censuraron al presidente de 400 millones de americanos en vivo y en directo cuando denunciaba fraude en plena batalla por las elecciones y hasta Twitter boicoteó su cuenta y la cerró temporalmente, lo que constituyó un hito en la historia del periodismo moderno. Algo similar sucede en Latinoamérica con los oligopolios mediáticos enfrentados a gobiernos que osan amenazar sus intereses corporativos, al punto que han llegado a declarar que hicieron y hacen “periodismo de guerra” contra mandatarios elegidos democráticamente.

Entonces: ¿Quiénes son los verdaderos censores?

4) El artista como subversivo nato: inventar lo desconocido  

Hay que reconocer que el panorama es un poco desolador:

Los artistas: Víctimas de la inexistente cultura de la cancelación y de un narcisismo patológico y paranoide neoliberal 100%.

Las audiencias: Víctimas de los filtros burbuja de las redes y medios que exacerban ese mismo narcisismo y las convierten en miedosas ante cualquier discrepancia y por ende incapaces de ver que haya algo por fuera del neoliberalismo imperante.  

Los gobiernos: Víctimas de las grandes corporaciones internacionales sin patria atadas de pies y manos frente a su poder omnipresente y completamente neoliberal.

Frente a este escenario horrendo urge un ejercicio creativo que imagine un futuro utópico para la emancipación de las mayorías. Debemos ser capaces de inventar lo inexistente, construir e imaginar lo inimaginable: soñar un mundo mejor y escribirlo, contra la época y contra el mercado. Escribir lo prohibido en el siglo XXI es escribir contra el verdadero poder: el viejo capitalismo de siempre.

Entonces: ¿El futuro? ¿La vanguardia? ¿Lo desconocido? ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?

viernes, 20 de agosto de 2021

Libros gratis para viajar con la segunda ola: Brasil

Para Revista Sonámbula

Acá está, era esto, otra vez: la segunda ola no es más que una sucesión de dejavus de la primera y 2021 no deja de recordarnos que existió ese distópico 2020, donde nuestra imaginación se expandió más allá de lo posible y la literatura apocalíptica se mudó de la ciencia ficción a la actualidad en los estantes de las librerías.

Y así como entonces buscamos con la literatura alienarnos de la realidad cada vez más agobiante, esta vez proponemos viajes literarios a lugares imposibles de llegar dadas las restricciones a la movilidad, solo accesibles con libros. En esta ocasión nos vamos al país vecino, tierra de caipis y mucho sol, para bucear en sus cristalinas aguas aunque sea con la mente.

Paulo Lins - Ciudad De Dios

Novela en la que se basó la ya clásica película de Meirelles de 2002, es un retrato crudo y descarnado de una favela en Río de Janeiro entre los sesenta y los ochenta escrita por uno de sus habitantes. Y aunque sea ficción, el realismo utilizado tanto en el film como en el libro permiten considerarlo un verdadero documento de estudio de campo, que narra las circunstancias de la vida de niños y jóvenes drogadictos, traficantes, asesinos y violadores de ese barrio tal como siguen sucediendo al día de hoy en el país vecino y tantos otros del continente.

Clarice Lispector - Todos los cuentos

Nacida en Ucrania y residente en Brasil desde su adolescencia,  Lispector sigue acumulando fans aunque ya hayan pasado más de 40 años de su muerte y es aún hoy considerada como una de las voces más inclasificables de la narrativa latinoamericana, totalmente imposible de imitar y a la vez heredera, según muchos críticos, de Virginia Woolf, por la libertad en la expresión y el lirismo en la prosa. Sus relatos, re-editados varias veces, esconden pequeñas gemas de estilo y observación imposibles de olvidar.

Luiz Ruffato - Ellos Eran Muchos Caballos

Como bien nos enseñó “El-Ulyses-De-Joyce”, un solo día en la vida puede convertirse en una novela entera. Y en la ciudad de San Pablo se convierte además en una peripecia apabullante. Los trabajadores, la marginalidad, la desigualdad y la violencia le sirven a este autor, ya consagrado en portugués pero recientemente editado en español, para mostrar una pluma ágil y fresca y a la vez cargada de conciencia social. Hijo de un vendedor de palomitas y de una lavandera, Ruffato retrata a su clase con gracia y verdad en partes iguales.

Ana Paula Maia - De Ganados Y De Hombres

De la mano de una guionista señalada varias veces como la heredera del brutalismo de Rubem Fonseca, esta novela nos adentra en la vida de Egar Wilson, que trabaja en un matadero como el que debe darles a los animales el golpe que los deja inconscientes antes de que los degüellen y faenen. La desaparición misteriosa de un grupo de vacas es el punto de partida inicial para una peripecia rocambolesca en la que se debate el suicido, los límites entre lo humano y lo animal y la crueldad en la industria de producción de alimentos.

miércoles, 7 de julio de 2021

#Atrevetete - Columna de humor - Coaching ontólogico #21

 

La cancelación como triunfo neoliberal: El hiperindividualismo al ataque

Para Cámara Cívica

Si consideramos que el capitalismo (Clase que posee medios de producción explota a clase que no los posee) el imperialismo (Países que poseen medios de dominación someten a países que no los tienen) y el heteropatriarcado (Minoría que posee privilegios simbólicos se impone sobre mayoría que no los posee) son la misma cosa, hay consenso en afirmar que luego de la caída del muro de Berlín la "izquierda identitaria" se ha ocupado de combatir el sistema en solo dos de sus "etapas" (a decir de Lenin): la del imperialismo (movimiento BlackLiveMatters, ataque a monumentos de líderes esclavistas coloniales) y la del heteropatriarcado (educación sexual integral, prevención de violencia de género, leyes igualitarias, legalización del aborto, cupo laboral trans) generando una (aparente) nueva hegemonía que respeta los derechos humanos de algunos sectores históricamente oprimidos como somos las mujeres, las disidencias y los afrodescendientes.  Estos combates han dado lugar a críticas sobre un "nuevo puritanismo" por parte de estos activistas que han logrado, en los últimos treinta años, ampliaciones considerables de derechos (de llamada tercera generación) en muchos países de Occidente, pero que se erigen ahora como “La nueva inquisición del correctismo político”.

Expresiones de esta estéril batalla por cuáles deberían ser las verdaderas preocupaciones de la izquierda occidental son los libros: La Neo inquisición de Axel Kaiser, La trampa de la diversidad, de Daniel Bernabé, El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad, de Mark Lilla o La traición progresista de Alejo Schapire, que, entre muchos otros, se vienen publicando de ambos lados del Atlántico hace ya varios años. La casa del ahorcado, del periodista Juan Soto Ivars, redondea la corriente y la explica en términos religiosos y simples: Muerto Dios la identidad es Dios. 

En esta biblioteca de izquierda “crítica” encontramos dos ideas:

1) Post 1989 la izquierda yanqui primero y global después se recluyó en universidades y medios, se acercó a  Derridá, Foucault y Millet pero se alejó del proletariado e impuso una agenda identitaria que derivó en un “progresismo censor” en el que hay que ser “políticamente correcto” para no ofender nunca a nadie y tiene el suficiente poder para “cancelar” la libertad de expresión.  

 2) Fue ese movimiento en la izquierda el que originó una reacción conservadora en amplias capas de la sociedad, por la que lo retrógrado pasó a ser “políticamente incorrecto” y así rebelde y atractivo para los jóvenes y las grandes mayorías, dando lugar al trumpismo global, los movimientos woke (antivacunas y terraplanistas incluidos) y el avance de la extrema derecha en todo el mundo (Abascal, Bolsonaro, Orbán, sionismo).

Las explicaciones de por qué se producen estos dos fenómenos y su interrelación pueden encontrarse en muchos de los libros antes citados, pero todos más o menos tienen la misma línea argumental: el progresismo decidió (derrotado tras el fin de la historia fukuyamista) que las condiciones materiales del capitalismo (estructura) eran imposibles de modificar, entonces se enfrascó en batallas de forma, sentido y discurso (superestructura gramsciana) que implicaban a una minoría ilustrada y las ganó, por lo que se volvió dogmático y religioso. Mientras tanto, la derecha se concentró en las condiciones materiales de las grandes mayorías (el caso del apoyo de los empleados gastronómicos a Ayuso en Madrid es paradigmático) y ganó votos de "la gente común" otrora llamada "proletariado". 

Frente a este confuso mapa de representaciones y sobrerrepresentaciones de lo real no nos detendremos en la retórica religiosa porque cualquiera que haya leído a Max Weber sabe que la lógica puritana es intrínseca del devenir capitalista, por lo que es considerada sistémica. Pero sí proponemos una mirada dialéctica alternativa: aquella que ve tanto la acción progresiva de izquierdas en derechos de tercera generación como en la reacción a esa postura por parte de la derecha expresiones claras del triunfo simbólico de la filosofía neoliberal sobre las mayorías (tanto de izquierda como de derecha). 

1) La cancelación como expresión neoliberal: La víctima sólo eres tú

Tras el cambio de modelo de acumulación capitalista de los 80’s (y con más fuerza aún tras la crisis de 2008) el obrero se ha visto despojado de su lugar en el mercado del trabajo (y por ende de su sindicato) y arrojado a la precarizada economía global, donde debe ahora luchar en soledad para subsistir. Según Mark Fisher este hiperindividualismo posfordista devino en un generalizado narcisismo patológico dentro de las clases medias y bajas que redundó también en la pandemia de la enfermedad capitalista por antonomasia que venimos sufriendo hace décadas: la depresión. 

Así, carente de una materialidad (estructura) que le permita insertarse en la sociedad actual, al trabajador solo le quedan subjetividades (superestructura) de dónde agarrarse para su propia identificación. Al ya no poder percibirse como miembro de una clase con intereses particulares, el obrero pasa a ser hombre, blanco, heterosexual, cis, mujer, negra, trans, bisexual, etc. pero ya no se percibe como obrero o explotado. Queda claro así que las reivindicaciones identitarias y la hipersensibilidad narcisista de nuestra época son consecuencias directas de ese trastorno en la estructura de producción y no de una revisión de Foucault y Kate Millet por parte de las elites intelectuales norteamericanas.

Pero entonces ahora ¿Quién explota a quién? El filósofo coreano Byung Chul Han responde que los trabajadores uberizados contemporáneos sufren una distorsión galopante en el reconocimiento de las estructuras de poder real actual y de su propio lugar en el binomio explotado-explotador porque “La explotación es ahora de uno mismo hacia uno mismo”. De esta forma, sigue Han, “El mundo se presenta como proyecciones individuales y no se es capaz de reconocer al Otro y (…) al no reconocer a ese Otro todo se ve a través del prisma de la individualidad”. Entonces, ha muerto Dios y ha muerto Sartre: el infierno ya no son los otros sino la ausencia de los otros y la elefantiasis del individuo, un concepto tradicionalmente liberal pero exacerbado. 

Esa “ausencia del Otro” producto del capitalismo neoliberal más atroz genera así dos problemas: el victimismo exacerbado (casi paranoide) y la reducción de los conflictos sistémicos a meros enfrentamientos de individuos. El sujeto “cancelado” representa así otro “Yo” aislado y no una expresión o manifestación de un conjunto de creencias y costumbres que va de suyo no desaparecen del imaginario social cuando el “cancelado” se cancela porque son hegemónicas, no individuales. La hiperindividualización neoliberal es así la clave para entender la cancelación: una exacerbación galopante del yo víctima y del yo victimario. En el interín, la estructura de clases dominantes y explotación se mantiene intacta. Daniel Bernabé abona esta idea: “El victimismo se convierte en una mercancía cuantitativa en competición identitaria-capitalista-individualista-emocional”. La “cancelación” termina por ser un movimiento en la misma dirección: los nombres propios de los “cancelados” (Woody Allen, Kevin Speacy, JK Rowling) no dejan ver el entramado de sentido que reproducen, esto es, una hegemonía que en tanto heteropatriarcal es capitalista, sí, pero que no va a desmontarse en un ejercicio de individuación permanente, en tanto el sistema funciona más allá de sus integrantes. Incluso cuando se asuma que Woody Allen abusó de su hija (cosa que no ha sido demostrada judicialmente nunca), la lógica patriarcal que lleva Allen a hacerlo sigue intacta tras su “cancelación”, porque es sistémica y no individual. Para peor, el énfasis en el "sujeto cancelado" impide la posibilidad de modificar el sistema porque se asume que su hegemonía es una sumatoria de yos individuales, una lectura 100% neoliberal de la realidad que lejos está de asimilarse a una ideología emancipadora (colectiva). Para el caso, la cantidad de individuos dueños de los medios de producción siempre ha sido menor que la de los obreros, pero nunca han necesitado ser mayoría para dominarlos.

En este sentido casi paradójico del problema, el escritor argentino Martín Kohan va aún más allá y une estas dos esferas (superestructura y estructura) al sostener que la dominación real no se termina cuando acaba la dominación simbólica sino que se agudiza: "El problema de decirle ´Afrodescendiente´ y no ´negro´ a un afro descendiente no solo deja el problema de fondo intacto sino que además nos impide pensar en ese problema de dominación real porque creemos que ya lo hemos resuelto a través de la palabra y no es así", declara.

2) La reacción conservadora como expresión neoliberal: La víctima sigues siendo tú

Es esclarecedor para entender la existencia de la nueva alt-right norteamericana el ensayo Hombres (blancos) cabreados de Michael Kimmel, publicado mucho antes de la llegada de Trump al poder pero con una claridad prístina en términos sociológicos para retratar quiénes son sus más fervientes defensores. El caldo de cultivo para la irrupción y crecimiento del trumpismo violento es explicado por Kimmel como resultado de la desintegración de las condiciones materiales del llamado “Sueño americano" fordista a partir del cambio en el modelo de acumulación en los 80’s y por ende de la implantación de la hegemonía neoliberal en las subjetividades de la clase trabajadora. En este caso, los hombres blancos yanquis adolecen del mismo victimismo individualista del que hablábamos antes para referirnos a las minorías porque son, a la postre, parte de la misma clase social (obreros/explotados) y ven afectadas sus posibilidades de reproducción de la misma forma que los afrodescendientes, las mujeres y las disidencias sexuales. La paradoja reside aquí en que, despojados de la estabilidad de antaño, en lugar de apuntar su ira hacia la clase de milmillonarios que los ha llevado a esas condiciones de existencia, centran su frustración y rechazo en las minorías y las élites políticas (que perciben de izquierda). Kimmel se pregunta: “¿Por qué un hombre, cuya tienda se ha ido al garete mientras no paraban de abrir grandes cadenas de supermercados, fija su mirada en las personas migrantes?”. Pero complejiza: “¿Son los inmigrantes la causa del cambio climático? ¿Alguien LGBTI externalizó sus trabajos? ¿Las mujeres feministas hicieron recortes en su empresa? En esta misma línea el historiador Yuval Noah Harari refuerza la errada dirección de la ira “whitetrash” pero a nivel institucional:Viktor Orbán cierra y prohíbe los programas de estudios de género en Hungría, pero nadie ataca los departamentos de negocios o economía. Trump prohibía los cursos sobre racismo o sexismo institucional a empleados federales pero nunca prohibió los cursos sobre economía capitalista”.  De esta forma se cristaliza en las instituciones del estado de clase la lógica neoliberal que pretende sostener el modelo de acumulación: el enemigo son individuos particulares o a lo sumo tribus (mujeres, migrantes, afrodescendientes) y nunca la clase social dueña de los medios de producción. La reacción conservadora es entonces otra variable de ese hipertrofia del yo que impide ver más allá de otros yo y por ende impide ver a los otros, los verdaderos otros, los capitalistas. Nunca conviene olvidar a este respecto la frase del milmillonario Warren Buffet en 2011: “La lucha de clases sigue existiendo y la mía va ganando”.

3) El futuro como lo nuevo y no como lo viejo: Distopía vs. Utopía

Ya hemos explorado aquí los problemas que trae aparejado el boom de la distopía en las ficciones televisivas de los últimos años y cómo este fenómeno no deja de ser una expresión más de la misma hegemonía simbólica del capitalismo, que nos arrebató también nuestra capacidad de imaginar mundos posibles por fuera de su lógica siniestra, lo que en palabras de Naomi Klein se traduce en que «El gran triunfo del neoliberalismo ha sido convencernos de que no hay alternativa». Muchos de los teóricos de izquierda que atacan a los movimientos identitarios paradójicamente también coinciden con este enfoque distópico hegemónico en el establishment de Hollywood y las plataformas de streaming al hacer eje en el pasado para analizar el fenómeno de la corrección política, con una mirada sombría sobre el futuro. Al usar categorías como “quema de brujas”, “medievalismo”, “oscurantismo”, “inquisición”, siguen reproduciendo ese pesimismo “retrofuturista” que no solo no construye una alternativa superadora al mundo que critican sino que además genera desazón y desesperanza. Frente a este panorama urge en la izquierda un ejercicio creativo que imagine un futuro utópico para las grandes mayorías. Para eso debemos ser capaces de inventar lo inexistente, construir desde el presente y colectivamente: soñar un mundo mejor. En palabras del historiador argentino Alejandro Galliano, autor del magistral ensayo ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?, en el que se imaginan alternativas poscapitalistas, debemos recuperar alguna idea de futuro cuanto antes o “alguien lo hará por nosotros”.