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jueves, 19 de junio de 2014

Columna Cultural

Para Llevalo Puesto

Agenda:
Además: Analizamos el Informe del World Market Trends 2013 del Observatorio Audiovisual Europeo que registra fuerte crecimiento del cine local en Argentina, Brasil y México.


martes, 17 de junio de 2014

Columna de Cine

Para La Buena Mesa

La Asociación Productores de Cine para la Infancia (APCI), a través de su Observatorio Nacional de Audiovisual para la Infancia y la Adolescencia ha editado "Historia del cine infantil en Argentina" y nosotros indagamos en sus conclusiones y las películas que nos marcaron de niños.


Qué ver mientras Frank descansa (3)

Para Notas

Recomendamos algunas series políticas para llenar el vacío que dejó el genial Kevin Spacey luego del final de la segunda temporada de House of Cards. Tercera entrega de las sugerencias para lidiar con el síndrome de abstinencia y aguantar hasta que empiece la tercera temporada.



No queda otra opción más que esperar hasta febrero de 2015 para ver cómo le fue a Frank Underwood en su desafío contra la honestidad, la justicia y los buenos modales. Mientras tanto presentamos las últimas recomendaciones que podrían hacerle un poco (solo un poco) de sombra a la genial serie de Netflix.



Boss (2011)


Contrapunto preferido cuando se habla de HOC, tiene el primer capítulo dirigido por Gus Van Sant y muestra al alcalde de Chicago cuando le diagnostican una enfermedad degenerativa en plena gestión. Completan la escena una esposa más fría que la piedra, un asistente cínico y hasta un periodista que lo persigue. Pero aunque ganó un Globo de Oro por esta interpretación, Kelsey Grammer no es Kevin Speacy, lo lamentamos mucho. Está disponible en Netflix.


Homeland (2011)

Basada en la serie israelí Hatufim,  era la telenovela patriotera preferida de Barack Obama hasta que llegó HOC. Cuenta la historia de  una oficial de operaciones de la CIA  (Claire Danes) que desconfía de la historia del sargento Nicholas Brody (Damian Lewis),  que vuelve a los Estados Unidos luego de haber sido secuestrado por talibanes y mantenido cautivo ocho  años. Gato, ratón, paranoicos abstenerse, gato, ratón. 



Porque los ingleses lo descubrieron todo antes, estas dos series de la década del 80 son un buen pantallazo del talento británico a la hora de desmenuzar las intrigas gubernamentales. Con el “fino humor inglés” que los caracteriza, sigue los pasos del Ministro de Asuntos Administrativos del parlamentario Jim Hacker y sus asistentes. En su momento Margaret Thatcher llegó a decir que la miraba y le causaba gracia. Para combatirlos, hay que reírse con ellos. 

Political Animals (2012)  


Con la sombra de Hillary Clinton mordiéndole los talones, Sigourney Weaver interpreta en esta miniserie de seis capítulos a Elaine Barrish, una ex Primera Dama divorciada de un ex presidente parrandero que ahora debe asumir como Secretaria de Estado. Si les interesa el affaire Clinton – Lewinsky que sobrevuela esta serie, también pueden mirar Scandal

 Secret State (2012) 


Basada en una novela del parlamentario retirado Chris Mullin, ya había sido adaptada para la televisión en los 80’s. En esta versión, Gabriel Byrne  interpreta al Vice Primer Ministro inglés que debe hacerse cargo del gobierno después de una explosión de una refinería petrolera en un pueblito y la desaparición misteriosa del Primer Ministro. Cuatro capítulos de la vieja antinomia Corporaciones vs. Democracia que parece que hasta tienen correlato político real.
 


 

lunes, 9 de junio de 2014

El cumbión de La Delio

Para Sur Capitalino

Organizados en una cooperativa, los músicos de la orquesta La Delio Valdez conquistan con su cumbia un nuevo circuito de fiestas alternativas que suenan hasta que sale el sol. Su primera vez sobre el escenario fue en La Boca, el mismo barrio que eligen para vivir varios de sus integrantes




“La cumbia es una forma de compartir alegría desde la tristeza más profunda, porque sale del sufrimiento pero que devuelve alegría y baile”. Así define Pablo Broide el género que lo conquistó junto con los otros doce músicos que componen la Orquesta de cumbia La Delio Valdez (LDV) que a cinco años de su creación ya se instaló como referente del nuevo circuito porteño de fiestas alternativas, en las que además de ver a una banda en vivo, se baila  hasta que salga el sol. Vecino de La Boca desde 2012, Broide comparte con sus colegas de LDV Santiago Aragón y Pablo Reyna su amor por el barrio. Aunque estos dos ya no viven allí, sí recuerdan con cariño el primer “cumbión” que hicieron en el Teatro Verdi (Av. Alte. Brown 736) en 2012.  Elegí vivir en La Boca porque es uno de los pocos lugares con alma de barrio que quedan, me encantan sus colores y sus formas”, cuenta Aragón y señala que aquí: “Hay gran cantidad de actividades artísticas de toda índole y se respeta mucho a los artistas, eso en muchos otros barrios no pasa”. 
            LDV forma parte de un circuito más amplio dentro de la noche porteña que imagina un mundo sin horarios, donde se comienza a bailar a partir del recital pero después se pasa al DJ o a otras bandas amigas. Esto es lo que los miembros de la Orquesta han creado y llaman “cumbiones”, fiestas en los que uno no puede (ni debe) quedarse quieto. El primero fue en La Boca, y de allí la banda se proyectó a todo el país con una gira que coronó el año pasado en Cosquín. Este circuito de la “nueva” cumbia porteña  los tiene como integrantes privilegiados pero no únicos. Bandas como “La Maribel” o “Orquesta San Bomba” forman parte de esta modalidad de integrar el recital y el boliche todo en uno. Para Broide, esto no es casual: “Tiene que ver con una cuestión cultural de la época, donde se empezó a mirar mucho más en Latinoamérica y los ritmos latinoamericanos, donde se baila más, empezaron a tener más presencia”, contextualiza, pero también define la cuestión desde lo social:”La gente empezó a estar más feliz: hay más laburo, pasan más cosas culturalmente y hay más para festejar”.  Los shows de LDV son parte de esta nueva alegría compartida que se da al bailar mirando al escenario, algo que en los recitales de rock es casi impensado. En contraste con esto, Broide explica que su género preferido fue mutando a partir de la irrupción de la “cumbia villera” y señala que hoy forma parte de la cultura popular al mismo nivel que el rock. “La cumbia es un folklore más, se arraigó a tal punto que tiene producciones propias y por región: no es lo mismo la cumbia del litoral que en el noroeste”, diferencia. 

Pero la especificidad de LDV dentro de esta escena tiene que ver con su funcionamiento como cooperativa. Broide explicita: “LDV no es una banda planteada desde un productor que dice esto es así o asá; en ese sentido sí es una banda de rock porque somos  amigos que se ponen a tocar con esa concepción de independiente que no existía en la movida tropical tradicional”. En relación a esta forma de construir el propio camino, queda claro el concepto de autogestión rige la banda, que busca generar redes con otros colectivos para formar así entramados culturales alternativos. “Somos gestores de nuestro propio desarrollo”, es el mantra de la manager Soledad Helicópteros. En ese sentido, la impronta cooperativa deja de ser una mera convención cuando comienzan a ser convocados para tocar en lugares no tradicionales como la Unidad 20 Del Hospital Borda y el Centro Cerrado de Menores General San Martín. Broide enfatiza el espíritu comunitario de la Orquesta: ““Ir a tocar a una cárcel donde hay gente que la están pasando mal y poder llevar lo que nosotros hacemos con tanto amor es increíble, es casi un acto de egoísmo para nosotros por la alegría que ellos nos dan”. 

Trece músicos en escena, una manager, un sonidista y toda la cumbia del mundo desafían así desde 2009 las reglas de la  quietud y la mera contemplación musical. Con shows de más de 1200 personas en circuitos tan diversos como Capital, Morón, La Plata y Bahía Blanca,  LDV hace mover cielo y tierra en función de la alegría, la autogestión y la música. “La Delio es como una gran familia, todos le ponemos mucho corazón y garra y como no tenemos director vamos aprendiendo todos juntos a manejarnos tanto musicalmente como humanamente”, explica Aragón pero rescata: “Casi nunca es fácil  y esto lo hace más gratificante. Siempre tiramos para delante y con un sólo propósito: tocar cumbia para que la gente baile”