“Puta puta, sos una puta, Julieta, una terrible puta”, me
dice mamá. Y yo suspiro, cierro la puerta del cuarto, pongo bien fuerte Romeo
Santos y a otra cosa mariposa.
Lo de la música fuerte es clave.
Porque el problema cuando uno no contesta insultos es que ese silencio hace que
las puteadas se propaguen por el aire y produzcan un eco en el cerebro que
impide pensar en otra cosa. Así funciona el bocho. O por lo menos así funciona
en el caso de las peleas con mi vieja. Sea como fuere, a mi mamá le gusta
decirme “puta” más o menos una vez por semana, como para que no me olvide y me
quede bien claro cuál es su opinión sobre mis actividades extra curriculares,
por no decir para que no me olvide que a ella no se la cojen hace dos eras
geológicas y yo tengo el mejor escote de todo el pueblo. Con ese tema debo
haber salido a la abuela Irma, porque mi mamá es como Morticia, ya saben, de
las tetas ni noticia.
Nunca tengan hijas mujeres. No
sirven para nada. Mejor dicho, es para peor. Si tenés hijos varones sentís que
algo hiciste, que algo creaste. Si tenés hijas mujeres, lo único que creaste
fueron monstruos. Porque aceptémoslo de una vez, chicas, entre minas sólo se
puede competir. Pueden quererse más o menos pero siempre, a la larga, las mujeres
se la terminan midiendo. O por quién tiene el mejor lomo o el mejor esposo o el
mejor hijo o por quien hace mejor la torta de ricota o ya que estamos en tren
de confesiones, por quién tiene el mejor palo de amasar para salir a correr a
la amante de turno.
Porque el problema en Chacabuco es
ese, que todos nos damos con todos. Entonces las mujeres nos dividimos
estrictamente entre las que están casadas y las se encaman con los maridos de las
casadas. Las categorías tampoco son tan rígidas: también estamos las que nos cojemos
casados y solteros sin distinción, pero eso es porque somos “putas putas”, como
dice mi mamá, o por el solo hecho de que como podemos, lo hacemos.
Igual acá el problema es que me curtí
a Ipazaguirre otra vez. En realidad el problema es que Ipazaguirre es un
sorete. Bueno, en realidad en realidad, el problema es que le gusto al viejo.
Ok. La posta es que mi mamá salió con él cuando eran jóvenes. Ok. La posta
posta es que el tipo le había dicho de casarse y la muy tarada lo dejó por el
boludo de mi viejo. Ok, la posta posta posta es que todavía se quiere matar
porque decidió como el orto y yo, hablando de ortos, lo tengo paradito paradito,
je.
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