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domingo, 19 de abril de 2015

Si ese perro sigue allí

Para Notas

Escribir sobre música puede parece casi una contradicción en términos. Poca potencia tienen las palabras al lado de un solo de batería o un riff de guitarra. Parece muy complicado describir con adjetivos lo que pasa en el cuerpo a alguien que nunca escuchó Jijiji o Juguetes Perdidos. Difícil, pero no imposible.

Redondos. A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey, del Colectivo Perros Sapiens, asume ese desafío y levanta muchísimo el piso: no solo habla de música sino también de la historia, la política y la sociedad que se construye a partir de considerar al arte ricotero, no ya como expresión de época sino también como determinante de una conducta en sus seguidores. Y es por el peso histórico de su legión de fans, por la vigencia que siguen teniendo hoy no solamente las letras sino también las prácticas de los ricoteros, que este libro sirve para entender a toda una generación más que a una banda.

Dividido en secciones teóricas, cronológicas y conceptuales, “Redondos…” asume un riesgo que le reditúa muchísimo, ya que habla desde el “nosotros” y esto hace que lejos de constituirse como investigadores fríos y distantes, los autores se acerquen lo más posible a su objeto de estudio para entonces configurar un nuevo universo: ricoteros por ricoteros. Aburridos y vetustos quedan a su lado los análisis concienzudos de los popes del rock y el periodismo cultural, acá se habla de una comunión y de una comunidad.

Los contextos de producción, las letras, las significaciones por detrás de cada uno de los discos, su momento de salida, los dionisíacos pogos, la mística y la nebulosa neoliberal son entonces abordados desde un colectivo que no solo se siente parte del fenómeno que estudia sino que a la vez lo ensalza. Se deduce así que todas las bandas configuran no solamente un “nosotros” sino también un “ellos” desde el cual pensarse como sujetos políticos e históricos. De esta forma, el libro presenta un modo de análisis que sirve para poner la mirada en cualquier problema, de manera completamente honesta, sin pretensiones de objetividad.

Otro de los aciertos del libro viene de la mano de una especie de mea culpa de treintañero nostálgico: los noventa se han terminado pero acá seguimos nosotros y no entendemos bien qué podemos hacer con eso, parecen decir. Pero esos noventas, inaugurados por el asesinato de Walter Bulacio en el Obras de 1991, del cual se cumplieron 24 años este domingo, todavía están entre nosotros o, mejor dicho: siguen estando en nosotros.

Disco a disco, letra a letra, los que cuentan van creciendo, evolucionando y tal como hicieron Los Redondos, separándose, mutando y, en algunos casos, estatizándose. Y aunque parezca difícil saber cuántos de los antiguos tirapiedras de las misas ricoteras son ahora respetables señores con traje y cuántos de ellos se olvidaron del significado subversivo de las letras que vitoreaban en su juventud, algo nos dice que no están todos en los recitales del Indio, porque ya no son más esos. Es que quizás, (solo quizás) el futuro llegó, pero no era como nos lo esperábamos.

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