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domingo, 5 de abril de 2015

Mad Men: el verdadero fin de ciclo

Para Notas

Este 5 de abril comenzó la última temporada de Mad Men. Una era llega a su fin. Este domingo morimos un poco. Pero algo nos dice que la creación de Matthew Weiner será como esas series al estilo Twin Peaks, The Wire o The Sopranos: una vez que llegue al final, la gente dirá que la vio cuando no la vio o correrá a verla cuando se haya convertido en un imprescindible de la televisión. Y eso está muy bien, los clásicos duran para siempre.


Poco queda por develar en la séptima temporada de los primeros ganchos argumentales (misterios sobre doble identidades, parejas con lados b, etc., etc.) ¿Qué nos tendrá preparado su creador Matthew Weiner para el último golpe de efecto? Difícil saberlo, lo que es seguro es que aunque el final pueda ser irregular con respecto al resto de la serie (teléfono para los guionistas de Lost) los ocho años que compartimos con los muchachos de Madison Avenue valen por sí solos. Acá algunos detalles de por qué deben ver esta serie, recomendarla y volverla a ver una y otra y otra vez. 



La publicidad.China ataca Kamchatka”, “Dicen que soy aburrido”, “El sabor del encuentro” y otras líneas memorables dejan claro que la publicidad se ha convertido en un producto cultural de altísima pregnancia dentro de la sociedad y ya no puede pensarse como la nafta para el modelo de consumo con el que el capitalismo sobrevive desde mediados del siglo XX. Tanto desde el punto de vista comercial como ideológico, esta serie muestra cómo piensan los publicitarios, cómo construyen las necesidades que luego serán satisfechas por el consumo y cómo se han convertido en los más agudos observadores de las relaciones sociales, ya que allí deben buscarse los resortes del deseo que lleva a las personas a comprar. 


The American Dream. La casa, el auto y el perro pueden ser vistos ahora desde una mirada cínica como una mentira que el propio sistema se encarga de vender desde la publicidad pero lejos, muy lejos está de dejar de comprarse. Ese modelo de bienestar burgués que la sociedad norteamericana abrazó con ahínco luego de la Segunda Guerra Mundial y exportó al globo como sinónimo de felicidad, es mostrado en Mad Men no solo con crudeza sino también haciendo guiños interesantes. La insatisfacción y tristeza que produce en aquellos que una vez conseguida la foto perfecta, no les queda más que el vacío existencial aparece una y otra y otra vez. En línea con la novela de Richard Yates Revolutionary Road, llevada al cine por San Mendes, Mad Men no solo expone sino que también critica todos estos parámetros del American Dream desde el centro mismo de su lugar de creación. 


Los guiones. “La razón por la que no lo sientes es porque no existe, lo que llamas amor es un invento de hombres como yo para vender medias”, se despacha el implacable protagonista Don Draper en la primera temporada. Tranqui, 120. Y si bien Weiner escribe con un grupo de guionistas, nunca vamos a olvidar que también trabajó en Los Soprano. Pero no solo en su pluma destila sabiduría sino que también hace que sus personajes lean a Alighieri, Christie, Bradbury,  para así tirarle claves a los espectadores de lo que vendrá (exactamente lo mismo que hacían los guionistas de Lost con los libritos que leía el bonito Sawyer ¿se acuerdan?).
 


La música. Aquí no solo la musicalización es impecable (Dylan, Simon and Garfunkel, The Kinks) sino que podemos ver cómo se aparecen y explotan los que serán los grandes ídolos musicales del siglo XX: The Beatles, y cómo realmente opera la ruptura beat con la cultura previa, que por supuesto aparece de la mano del rock de los cincuentas o el jazz más tradicional. 


La ambientación. El boom sixties que trajo Mad Men generó otras series que apelan a la nostalgia o intentan (sin éxito) copiar esa estética. Tanto Pan Am (Sony 2011) como  Masters of Sex (Showtime 2013) y Call the midwife (BBC 2012) bucean en ese hondo mar que es la memorabilia a través de ambientaciones que distan bastante de ser tan exquisitas como la de la serie de Weiner. Mejor volvamos a los clásicos.

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