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lunes, 12 de mayo de 2014

El pesimismo más sexy del mundo

Para Notas



True Detective ya perfila como lo mejor del año y muestra una forma diferente de abordar la trillada dupla de detectives con indicios filosóficos originales para la televisión norteamericana.





“El amor es solo una construcción humana, diseñada para distraernos del hecho de que la existencia al final no tiene sentido”


En 1990 ABC emitió de Twin Peaks, una serie que mostraba el entramado político y social oculto de un pueblo americano ficticio a partir del crimen de Laura Palmer, de la mano del genial David Lynch. La oscuridad de la fotografía y cierto aire tenebroso en la puesta en escena convirtió a la serie en un culto hasta el día de hoy. Diez años más tarde HBO lanzó The Wire, creación del periodista y realizador David Simon, que mostró los negocios turbios (drogas, tráfico, prostitución) de la ciudad de Baltimore con un tratamiento extremadamente realista y muy poco acorde al relato tradicional norteamericano sobre el bien y el mal.  Ambas tiras tienen el privilegio de ser recordadas por un tono poco complaciente con el tándem de la moralidad norteamericana de trabajo, familia y propiedad. Ambas criticaron, mostraron y develaron la corrupción del sistema en los márgenes pero también la falta de sentido de cualquier resistencia a él. En ambos casos, la sensación de desencanto se mezcla con un pesimismo extremo: no siempre ganan los buenos. 

True Detective (TD) puede ser analizada a partir de esta tradición “pesimista” de cierta televisión norteamericana que viene a demostrar que el propio sistema mainstream yankee no solo se ocupa del “deber ser” simbólico sino también lo critica a partir de un raro escepticismo vinculado a los crímenes que la “buena policía” no puede ni sabe resolver. Pero TD es aún más que eso: en términos filosóficos mantiene una perspectiva ya ni siquiera crítica sino decididamente nihilista, más vinculada a un lector de Nietzsche o Cioran que a un detective. Entre sus líneas más destacadas Rust Cohle (Matthew McConaughey) nos deleita con un verdadero grunge contemporáneo que roza los mejores pasajes de Albert Camus: “Creo que la conciencia humana fue un trágico paso en falso de la evolución. Nos volvimos demasiado conscientes de nosotros mismos, la naturaleza creó un aspecto separado de ella, somos criaturas que no deberíamos existir de acuerdo a la ley natural. Somos cosas que funcionan bajo la ilusión de tener un ser propio, una acumulación de experiencias sensoriales y sentimientos, programada para asegurarnos que somos alguien, cuando en realidad nadie es nadie. Quizás lo más honorable que podríamos hacer como especie es negar esa programación, dejar de reproducirnos, caminar de la mano hacia nuestra propia extinción, una última noche, hermanos y hermanas, excluyéndonos voluntariamente de un contrato injusto”. 

Hay cuatro cosas que hacen que TD sea la serie del año más allá de esta tradición: 1) Está escrita íntegramente por el profesor de literatura Nick Pizzolatto, lo que le confiere a la serie una intertextualidad literaria difícil de encontrar en otros envíos. 2) La banda de sonido está a cargo del ex guitarrista de Bob Dylan, T-Bone Burnett, lo que deja claro que la música es un elemento primordial en cualquier elemento audiovisual. 3) Todos sus capítulos están dirigidos por Cary Fukunaga, por lo que se genera una solidez impensada para aquellas series de varios directores. 4) El formato de antología, en el que cada temporada cambian los personajes y la historia, recientemente explorado American Horror History, permite una concentración de recursos que hace explotar la pantalla en cada episodio.

Finalmente, la historia es trivial: dos policías, un crimen con ribetes de tipo místicos. Fin. La forma de narrar sí arriesga un poco con los flashbacks: algunos sucesos son en 1995, otros en 2012. Las actuaciones de Woody Harrelson y Matthew McConaughey son complementarias y muestran las dos caras de la masculinidad norteamericana. Por un lado el policía malo que lo sabe todo y es infeliz (McConaughey) y luego el policía bueno que no sabe nada pero busca la felicidad (Harrelson). “Lo que intentamos deconstruir son los arquetipos de la masculinidad de la posguerra – le explicó Pizzolatto a Entertainment Weekly– “Son los hijos de Vietnam, criados por padres que fueron a esa guerra, y ésa es la narrativa que vive en ellos, lo sepan o no”,


El último dato es desopilante: si de oscuridad se trata, Woody Harrelson es hijo de Charles Harrelson, un famoso criminal y sicario responsable del primer asesinato de un juez federal en la historia de Estados Unidos en 1979. Pero Woody también es un activista pro legalización de la marihuana y fue arrestado por cultivar. Parece que el policía bueno no es tan bueno al final de todo. Como todo en esta serie, nada es lo que parece.

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