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jueves, 22 de agosto de 2024

Un cuento x semana #39: Deforme

Era obvio que era mentira, era obvio que se la estaba chamuyando para llevársela a la cama.

¿Quién en su sano juicio admitiría tener una erección incontrolable producto del consumo de Viagra en una guardia a las 4AM? Ahora, la verdad, un poco la halagaba la idea de que quisieran acostarse con ella, que, imposible sería negarlo, se había arrastrado a la clínica sola y embarazadísima de su primogénito, por lo que temía no tener nunca más sexo en su vida.

Las enfermeras le habían dicho a ella que esperara a que las contracciones fueran cada 5 minutos, porque de otra forma sería una falsa alarma. Mientras miraba su reloj, entre gritos de dolor, a su lado él esperaba por el médico que, dijeron también las enfermeras, estaba ocupado, pero que, esto no lo dijeron, pero no hacía falta, estaba durmiendo.

Entre contracción y erección, Raúl de 60 y Clara de 38 entablan un diálogo que no por inverosímil resulta menos romántico. Él la trata como se trataba a las mujeres de 38 cuando Raúl tenía 38 –hace ya largos y confusos 22 años- y ella lo trata como las mujeres de 38 tratan a los señores de 60 que se quieren acostar con ellas en la guardia de una clínica a las 4AM fingiendo una erección permanente. Es decir, así:

-Es raro que una mujer tan hermosa decida tener un hijo sola – señala él, sentado de la forma más estrambótica posible, visiblemente incómodo.

-No es una cuestión de belleza, don Raúl, sino más bien de practicidad, una cosa es criar a un nene y otra muy distinta es criar a un nene y a un marido.

-Pero pretendientes debe tener –insiste él.

-Claro, sí, pretendientes debo tener, pero hasta donde yo sé o viven con la madre, o están casados o militan en la extrema derecha.

-Si los va a discriminar por ideología, m’hija, ahí sí que la va a tener difícil.

-Nada de ideología, don Raúl, lo mío es una cuestión de tiempo: o tenía el bebé ahora o ya el nene me salía deforme.

-Bueno, si de deformes hablamos… - dice él mientras baja los ojos hacia su entrepierna, la cual, como gesto de buena educación, Clara decide no mirar.