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martes, 29 de abril de 2014

Columna de Cine

 Para La Buena Mesa - AM750

Lassie, Chatrán, Babe: Polémico TopTen de películas  sobre animales para festejar en su día.


"VideoFlims es mejor que todos nosotros"

 Para Notas


 Hace cinco años VideoFlims comenzó a distribuir películas argentinas de bajo presupuesto y con temáticas “de género” exclusivamente. Hoy tienen más de setenta títulos en su catálogo y se consideran gestores culturales, ya que apuestan no solamente a la distribución de cine poco difundido sino también construir circuitos de producción a través de la autogestión. Pablo Marini (director de cine), Hernán Panessi (periodista), Guillermo Figueroa (director de cine), Nahuel Rodríguez y Juan Manuel Lavolpe son los integrantes de esta distribuidora que por un lado vende y reparte DVDs por todo el país pero que a la vez logró hacerle lugar al cine de género en circuitos más tradicionales como el Bafici o las revistas especializadas, al punto que ya se puede hablar de la “movida de género fantástico” en las salas argentinas.

-¿Cómo se reconstruye el actual “boom” del cine de género en nuestro país del cual Uds. son parte?
Hernán Panessi: -Hay una película que como hecho cultural es bastante germinal que es “Plaga zombie” de 1997, de Farsa Producciones. En su momento la hicieron con 150 pesos y de manera completamente casera pero lo que hizo fue despertar la conciencia de que estaban ahí, porque la película termina encontrando un recorrido, una validez y un significado por parte del público, de la prensa y de los festivales que empezó a despertar la idea de que se puede hacer algo con amigos, y que esté bueno, entretenga y cuente una historia. A partir de eso es que hay una proliferación de pibes que empieza con ese run run de querer hacer cosas.
Pablo Marini: -Siempre se hicieron películas, el problema es que nadie las conocía porque en la época previa a internet era más difícil enterarse de lo que le pasaba al otro. Los pibes de Farsa por ejemplo iban a los Fantabaires, que era de los pocos lugares que había para conocerse. Nosotros empezamos a vernos en el Buenos Aires Rojo Sangre, que sirvió para aglutinarnos, aunque muchos nos conocimos en la facultad, en la carrera de Imagen y Sonido de la UBA.

-¿Cuál es la diferencia entre el famoso “cine independiente argentino” y las películas que Uds. distribuyen?
HP: -Ahí hay un debate sobre qué es independiente y qué no, que se da como fenómeno en el cine a nivel global. Se dice “cine independiente” y no se sabe independiente con respecto a qué. Nosotros abogamos por la independencia ligada a la autogestión, donde en general todas las películas que distribuimos están hechas con el dinero de los realizadores y amigos de manera colectiva. La autogestión te da independencia ideológica y estética, podes hacer realmente lo que querés, y ese otro gesto de ruptura, porque si estos pibes hacen películas con dos mangos, es un gran “nosotros creamos igual pese a todo”.

-¿Por qué sólo distribuyen películas de género?
PM: -Es una cuestión generacional, nosotros somos hijos de los noventas y los ochentas. Mirábamos películas yankees y entonces uno tiene esa escuela, después cuando empezas a producir lo hacés en base a lo que te gustó de chico. El cine fantástico es fundamentalmente entretenimiento, el cine en el que pasan cosas, no son películas que te están contando algo de forma contemplativa o social, porque en realidad es cine social además de ser fantástico, pero no de forma directa. Nosotros venimos a romper con una “vanguardia” que es el tipo de cine contemplativo, que en los 2000 era lo que se editaba todo el tiempo, y que duraba una semana en cartel. Películas serias como “La Ciénaga” por ejemplo, donde tenés a Graciela Borges sufriendo, mirando una pileta y no haciendo nada. ¿Qué hace por sus problemas? Nada. El género se enfrenta al conflicto del personaje y trata de resolverlo, aunque sea de manera fantástica.
HP: -A mí me gusta “La Ciénaga”, igual. Pero Argentina venía mostrando un tipo de cine que no se ajustaba a nuestro gusto, eso también es una cuestión generacional. En los 90’s o 2000 el país producía un solo tipo de cine independiente, un solo discurso posible. Porque el INCAA financiaba solo un tipo de película, los festivales solo mostraban un tipo de cine, etc. Y había en eso también una forma de exportar. Holanda venía y decía “mostrame porno miseria”, “mostrame al pibe que se quiere comprar la moto”. Entonces la movida de género empieza a insertar otro discurso y la convivencia de los discursos, la pluralidad de voces. Somos miembros de una generación rupturista, instalamos un nuevo discurso, volver a ese cine que nos formó y que nos gusta, aunque sea de forma caprichosa.
PM: -Mostrar a un tipo que revuelve la basura para encontrar comida es un tipo de cine, no es casual. Les encantaba el tercermundismo sudamericano, y eso se avivaron y empezaron a hacer ese tipo de películas.

-¿Qué rol tiene VideoFlims en la movida del cine de género?
HP: -Nosotros en estos cinco años cumplimos la función de aunar gente, vos miras la cantidad de nombres de nuestro catálogo y va creciendo año a año pero también se van entremezclando entre sí, con lo cual termina de bajar un precepto que antes había que era que cinco tipos filmaban todo durante diez años y eran siempre los mismos nombres y vos decías “loco, esto no es una movida popular, esto es de élite”. Nosotros venimos a romper eso, como distribuidora, pero todo el movimiento de cine de género lo tiene.
PM: -El cine que nosotros promovemos tiene la particularidad de tener un ida y vuelta enorme entre productores y espectadores y entre realizadores entre sí. Lo que ves entre es una trayectoria, un aprendizaje colectivo, una conciencia de crecimiento, muchos directores se apoyan en la palabra de los demás para aprender. Eso nosotros intentamos fomentarlo con cada evento, con cada encuentro.
HP: -VideoFlims es mejor que todos nosotros, los proyectos son mejores que uno. Las películas de Pablo son mejores que Pablo. Todos nosotros no servimos de a uno. Entendimos juntándonos que nosotros solos no podíamos hacer nada, pero que juntos la movida nos contiene y nos excede a la vez, y eso está buenísimo.

-¿Cómo impacta en la realización de películas el bajo presupuesto?
PM: -La falta de recursos te da una libertad increíble, tenés que ingeniártelas para encontrar un nuevo sistema para que las cosas funcionen. Además, al no haber un estrellato hay mucha más comunicación entre todos, mucha autocritica colectiva, mucho aprendizaje juntos. Permitir que tu propio espectador te diga “qué bueno está esto” solo puede lograrse en un circuito autogestivo, donde todos sumamos un poco.
HP: -El bajo presupuesto no hace la película buena de por sí, pero el valor esta en hacerla a pesar de todo. Si no puedo entrar por la puerta grande del cine nacional, entro igual, pateando la puerta. El hacer es un valor en sí mismo. Lo que también pasa acá es que los egos se bajan mucho.

-¿Cuáles son las principales dificultades en la autogestión?
PM: -La gente sin energía, la que te desmoraliza, muchísimo más que los problemas económicos, son lo que te bajan las ganas de laburar, de hacer cosas.
HP: -VideoFlims es apenas autosustentable, nosotros no vivimos de esto y tampoco los realizadores. Pero nosotros lo pensamos como una plataforma para generar otras cosas, conocer más gente, etc. Los directores cedieron su pequeño porcentaje para que las películas se distribuyan porque prefieren que VideoFlims siga existiendo y no ganar plata. Vos comprás una película y nadie gana plata, pero vos tenés la película y al director se lo conoce, una vez más los proyectos están por encima de las personas.

-¿Existe un público específico para este cine en el país?
PM: -Sí, hay un público, pero se va armando cada vez más. No es que solamente le gusta a los jóvenes de nuestra edad. Lo ve cualquier persona y le parece atractivo, porque es entretenimiento. Es ponerte delante de una película, pasa una hora y media y te divertiste. Es jugar a algo.
HP: -No es una movida cerrada, no es impermeable. Todos los movimientos culturales en general son muy cerrados, muy de ghetto, donde si vos querés pertenecer no podés, y querés entrar y buscas la forma y no podes. Esta movida es muy permeable, si vos querés meterte haciendo cualquier cosa o como público o como realizador, o si querés tener una luz en una película, todo termina siendo bienvenido.

martes, 22 de abril de 2014

Columna de cine

 Para La Buena Mesa - AM750

viernes, 18 de abril de 2014

Queríamos tanto a Mika

Para Notas



El día del segundo paro general que los gremios con mayor poder de presión política le hicieron al gobierno de Cristina Fernández caminé hasta el cine Espacio INCAA KM 3 para ver “Mika, mi guerra de España” (Fito Pochat y Javier Olivera, 2013). Parecía un plan interesante: ver una película política el día en el que la política había finalmente salido de la esfera de los diarios y noticieros y se había materializado para el común de la gente en la ausencia. Lo que faltaba (los medios de transporte) era mucho más potente que lo que sí estaba (los comercios abiertos, la policía en las calles, los chicos yendo a la escuela). Vacía como pocas veces, Buenos Aires parecía parte de una película futurista de apocalipsis zombie.


El espacio INCAA KM 3 (ArteCinema) se encuentra en Salta 1620, en pleno barrio de Constitución, un lugar que uno no relacionaría con el cine de forma directa sino con un montón de otras cuestiones poco artísticas. Como muchas otras cosas que sí funcionaban en la ciudad, ofrecía películas a ocho pesos y nos invitaba a matar dos horas de abulia de feriado con un documental. Uno podría pensar, siguiendo con la larga lista de prejuicios que estamos desarrollando aquí, que un documental es aburrido, pero siempre me gustaron los documentales. En este caso, todos los prejuicios cayeron sobre mí para demostrarme que me gustan solo algunos de ellos: los que además de educar, entretienen.


La película cuenta la vida de la argentina Mika Etchebéhère -o Micaela Feldman de Etchebéhère, quien junto a su marido a fines de la década del 20 emprenden un largo viaje en busca de la revolución que los lleva a recorrer Berlín, París y finalmente tras el triunfo del Frente Popular, Madrid. Pocos días antes del inicio de la contienda, encontramos a nuestros militantes de exportación encolumnados tras Partido Obrero de Unificación Marxista, el POUM, del que Mika será capitana. 


Hasta aquí la historia se cuenta sola ¿Qué mas aventurero y entretenido que dos argentinos por el mundo buscando donde explotará el nuevo foco revolucionario para convertirse en parte? Pero lamentablemente esta película es todo menos entretenida y acá es donde peca de tradicionalista y antirrevolucionaria: el documental es pura tristeza. El marido de Mika muere asesinado por el enemigo, la revolución es intervenida por el estalinismo, el POUM se convierte en marginal, gana el franquismo, etc. Así las cosas el derrotismo avanza sobre cualquier otra sensación. Pero más allá de lo triste de la realidad que retrata, los  recursos que utiliza el film son los que contribuyen a una sensación de tristeza generalizada: el libro de memorias de Mika narrado en off por Cristina Benegas, entrevistas en blanco y negro, fotos en planos demasiado anticuados para la era del videoclip y archivo documental genérico de la época son algunos de ellos. 


En resumen: si uno logra sortear el aburrimiento, aparece la sensación de que la política solo es desazón, tristeza, trauma. Aparte, “Mika” no solo aburre sino que también deja baches narrativos tan importantes que asumimos que tampoco pretende educar, ni retratar la época, así que se convierte rápidamente en un film de nicho: solo aquellos que saben historia pueden disfrutarla ya que no se reconstruye nada del contexto ni las condiciones en que la Revolución Española se llevó adelante. Mucho menos muestra las contradicciones que la izquierda nacional atravesaba en nuestro país en la década del veinte y que expulsaron a estos dos eternos combatientes de nuestras tierras. 


Salí a la calle pensando en aquellas cosas que se hacen con una intención y que, al resultar de mala calidad, son doblemente contraproducentes para con aquel punto inicial. Una película que ensalza la vida de una militante pero que es aburrida y poco didáctica termina ahuyentando a la gente de la política. Pero claramente la culpa es mía, que salgo a la calle un día en el que hay que quedarse viendo noticieros, esos mini-documentales cotidianos que sí enganchan a la población, politizan a la sociedad, entretienen y educan, aunque probablemente no en el sentido en el que le gustaría a Mika o sus amigos marxistas.

domingo, 13 de abril de 2014

Betibú: Misterioso asesinato en el country

Para Notas 


Con más de 100 mil espectadores en la primera semana en las salas, este policial argentino busca atraer al público masivo a través de un planteo clásico y algunos guiños sociales.




Claudia Piñeiro se ha referenciado desde hace algunos años como un lugar cómodo de la literatura argentina. Cómodo en el mejor de los sentidos, ya que muchas veces los autores suelen repetirse para poder dejar tranquilos a sus lectores sobre temáticas o formas. La previsibilidad en estos casos es bien paga, ya que esperamos ciertas cosas de ciertos creadores y las vamos a buscar desesperadamente cuando nos gustan. En el caso de Piñeiro, la temática “country” aparece en tres de sus novelas: “Las viudas de los jueves” (Premio Clarín 2005), “Elena Sabe” (2007) y “Betibu” (2011). La segunda película de Miguel Cohan (Sin Retorno, 2010), ya es un éxito en taquilla y utiliza sin duda la trayectoria de Piñeiro como atractivo. Además, viene a descubrir dos fenómenos encadenados: por un lado la pretensión de cierto cine nacional por buscar un formato más mainstream que genere masividad y por otro lado el éxito de esta estrategia a partir de la gran afluencia del público que generan estas propuestas.


Piñeiro vive en un country hace varios años, de ahí que su retrato de la clase alta que habita en estas macro cajas de cristal sea tan certero, por no decir mordaz. En “Las viudas de los jueves” (el libro) se refleja con una veracidad casi nunca vista el juego de apariencias necesarias para vivir en un barrio cerrado hasta la relación (siempre conflictiva, aunque sea larvadamente) entre los propietarios y la servidumbre. En la película homónima (Marcelo Piñeyro, 2009) este retrato si se quiere más clasista fue subordinado a la trama y ahí perdió parte de su fuerza. En el caso de “Betibú” (el libro), la problemática del country tiene un lugar secundario, pero no por eso menos atractivo. “La Maravillosa”, donde transcurre el crimen principal y la investigación, se nos aparece como “Nordelta” sin grandes dificultades, ya que pocos countries en el país tienen una referencia tan clara asociada a su nombre.

Sin embargo, Piñeiro aquí intenta reflejar otro conflicto contemporáneo, que en la película también se desdibuja: la precarización del trabajo periodístico. En declaraciones radiales, la autora comentó que Betibú apareció en su mente como “una escritora que espera que lleguen los diarios a su casa a la mañana para poder tener ideas para sus novelas”. En el caso del filme, Mercedes Moran parece menos preocupada por la realidad que por sus propios asuntos. Por otro lado, la problemática del periodismo se ve subyugada a la trama del crimen y esto también tiene un contrapunto con la novela. Según Piñeiro, al presentar el libro en otros países era recurrente que se le acercaran periodistas para felicitarla por cómo reflejó “la decadencia de las empresas periodísticas”. 

Más allá de estas cuestiones narrativas, a “Betibú” (la película) le falta algo. ¿Qué falta? ¿Cómo saberlo? Simplemente da la sensación de una pretensión no satisfecha cuando uno sale del cine. Como si el director hubiera querido decirnos: sé cómo se hace un policial, tengo un muerto, un personaje principal, un personaje secundario que le hace sombra, y ya que estamos pongo a Benny Goodman, de la banda de sonido de “Misterioso Asesinato en Manhattan” (Woody Allen, 1993) para arrancar. Pero falta algo y entonces dan ganas de chequear si en el libro ese “algo” aparece. Probablemente sí. Probablemente Piñeiro sepa escribir mejor que lo que Cohan sabe mostrar, así que probablemente “Betibú” (el libro) tenga un repunte de ventas como pasó con “La pregunta de sus ojos” (Sacheri, 2005) tras el éxito de la película de Campanella. En resumen: una película que arroja a los espectadores a leer siempre es una buena noticia, sobre todo si esa película es un éxito en taquilla.  

miércoles, 9 de abril de 2014

Arte con cada parte

Para Sur Capitalino 

Metal, plástico, piedra. de cada objeto, crea una escultura. artista  boquense por nacimiento y por elección, sus obras hoy son parte  del paisaje de la avenida almirante Brown, donde tiene su taller.




Un viejo lavarropas, un calefón, una plancha y hasta el paragolpes de un auto pueden ser utilizados por Omar “Toro” Musis como inspiración para sus creaciones. Es que este escultor se prohibió a sí mismo comprar absolutamente ningún insumo para sus piezas, ya que toda su materia prima debe ser producto del reciclado. Lo que todos los vecinos le van llevando a su taller sobre el Teatro Verdi (Av. Almirante Brown 736) se convierte rápidamente en inspiración y luego en arte. “Nada se pierde, todo se transforma” es su lema principal para el proceso creativo, pero sin destruir la pieza original, ya que eso le da un sentido lúdico a la propia escultura. Él lo llama “ensamble” y lo define como “un conjunto de piezas móviles en el que el que observa debe identificar los objetos originales”. Parte de estas creaciones pueden verse en el Boulevard de la Av. Almirante Brown y ya forman parte del paisaje de La Boca.


Con más de cincuenta esculturas en su haber, Musis puede hacer grandes instalaciones o pequeños candelabros y lámparas, pero gran parte de sus obras son aves. “Me gustan porque son libres, muestran parte de mi libertad, de mis sueños”, confiesa. En cualquiera de sus formas, sus obras nunca estas prediseñadas, el proceso empieza con aquello que los demás descartan. “Puedo trabajar con madera, caucho, piedra o plástico y como tengo ese abanico de materiales hay gente que me trae muebles, electrodomésticos y hasta piedras de distintos lugares del mundo”, cuenta. Pero su relación con el reciclado no se queda en su taller, sino que trasladó a nivel urbano en la Reserva Ecológica. Allí el escultor trabajó con los desechos con los que se rellenó la zona, provenientes de la Autopista 25 de Mayo y creó lo que él define como una obra faraónica. “Son cuatro piezas de tres metros y medio cada una y ochenta kilos de hierro macizo que arman un cardumen de bagres”, cuenta. Esta colosal escultura todavía no tiene fecha de instalación pero será exhibida como parte del programa de financiación de arte en los barrios del Gobierno de la Ciudad. 


Vecino de La Boca desde que nació, Omar confiesa que aquí encontró algo que no existe en otro lugar, por eso siempre vuelve. “Al barrio lo veo con gente nueva, muchos artistas, pero Caminito me parece una tienda persa porque no hay sólo artistas sino que te venden de todo”, bromea. En ese sentido, el escultor prioriza su rol como artista popular y cree que el arte debe ser una forma de expresión social, ya que entiende que sirve para orientar a los jóvenes del barrio. “Los chicos tienen una imaginación privilegiada, hay que buscar la forma que se expresen”, destaca y fantasea “Me gustaría tener un galpón donde llenarlo de artesanías y que se junten chicos”.  Algo de eso sucedió cuando en 2012 el Teatro Brown (Av. Almirante Brown 1375)  lo convocó para una jornada de arte al aire libre, en la que realizó en vivo una de las esculturas que actualmente está en el Boulevard. Esto le sumó visibilidad a su trabajo y atrajo a muchos vecinos a su taller. En ese sentido, Musis destaca el uso de los espacios públicos para dar a conocer las obras y cree que esto fomentará que más vecinos se animen a experimentar creativamente. “Mi sueño es que La Boca sea un lugar cultural y que a partir de esto la gente venga dispuesta a tener contacto con el artista”, enfatiza.

Padre de tres hijos, hincha fanático de Boca y promotor permanente de su barrio y las actividades culturales que allí se desarrollan, Musis tiene muchas historias para contar sobre el ya mítico pintor Benito Quinquela Martín, al que conoció cuando era chico. “Nos juntábamos en el bar La Perla a escucharlo y él me decía ´dejate de hacer el artista y andá a parar la olla´”, recuerda. Pero Omar también rescata a Vicente Walter, otro gigante de la camada de Quinquela, al que homenajeó hace un par de años cuando arregló con ayuda de su novia el mural del pintor en la esquina de Pedro de Mendoza y Martín Rodríguez. Un artista full time, con el corazón en el río.