Se estrenó hace unas semanas "El fin del amor", la serie de Amazon basada en el ensayo de Tamara Tenembaum y protagonizada por Lali Espósito así que recomendamos otras series feministas para ver online.
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martes, 29 de noviembre de 2022
sábado, 26 de noviembre de 2022
Un cuento x semana #7: Tierra
1.-
Rocío despertó y encontró entre sus brazos a Tobi empapado en su propio sudor. Era su peluche preferido, el que abrazaba fuerte antes de dormir y con el que jugaba a los novios. Nadie sabía que ella lo besaba como se besan en la tele. Nadie tenía por qué saberlo. Lo mejor era que el muñeco podía adquirir varias personalidades: podía ser el príncipe de un cuento que leía en el colegio, el galán de la telenovela de la tarde que miraba con su abuela, el asesino de la serie de detectives que veía con su hermana de noche. Era el mejor de los besos porque era todos los besos. Por eso besó a Tobi esa mañana, como siempre, aunque con repulsión por el sudor.
Ya sentada en la cama, miró por la ventana y divisó el jardín, luminoso, bañado luz matinal. El limonero, las hortensias, todo venía con una luz agregada que la cegaba un poco, pero también la tranquilizaba. Era de día, todo volvía a empezar, la tormenta de la noche había terminado, había pasado, ya está. Concentrada en el jardín, Rocío recordó que debía su nombre a la obsesión de su madre por las plantas. Junto con su hermana Jazmín, ambas llevaban nombres verdes, nombres de la tierra. Ella se sentía tierra.
Con doce años Rocío ya entendía el ciclo de la vida. Sabía que las cosas vivas duraban poco y que con el tiempo mutaban. Que las cosas vivas, sabía, son simplemente energía que circula en el caos del mundo. Así se lo había enseñado su abuela, la bruja, antes de morir. Ahora tenía que conformarse con la abuela paterna, la otra, con la que veía telenovelas. Y aunque también la quería, sabía que ella, sus telenovelas, sus bordados y sus masitas de almendras no eran parte de ese remolino de cielo y tierra que embadurnaba el mundo. La oyó preparar el desayuno en la cocina mientras se desperezaba.
Ya de pie, miró por la ventana otra vez. La tormenta había terminado, comprobó, pero sus pesadillas la acompañarían todo el día. Algo relacionado con su padre, recordó haber soñado, y se sentó a escribir.
Estábamos en una isla, todo alrededor era mar. Queríamos escapar y no sabíamos cómo. Queríamos comer y no sabíamos qué. Nos miramos, papá era como Tobi, pero gigante.
Dejó la lapicera y volvió a mirar por la ventana. Se quedó detenida en el limonero. Extrañaba a su padre. El que la retaba si tiraba el control remoto de la tele, el que se sacaba las camisetas desde atrás. Pero papá había muerto o había huido o había hecho algo muy malo y estaba encerrado. Papá era como Tobi, varias cosas a la vez, pero no ella ya no lo podía abrazar.
La niña dejó la lapicera, dejó de mirar el limonero y dejó la habitación. En su silla quedó una pequeña aureola de sudor.
2.-
Había llegado como un prófugo, como un asesino, como un paria. Era alto, morocho y tenía el cuerpo sucio de ceniza. Ahora estaba durmiendo en su cama y despedía un olor a fuego que gritaba sexo.
Esa mañana, la mañana después de la tormenta, Maribel preparaba café en su hostería sin poder entender qué era lo que habitaba en ese hombre que le generaba esas ganas de todo. Era alto, claro. Ella y los hombres altos, era eso. Era alto y misterioso y estaba sucio y empapado por la lluvia y le rogó quedarse, una noche, sólo una noche, por favor. Maribel no tenía lugar, pero lo dejó entrar. La tormenta había hecho estragos en la ruta y los caminos eran peligrosos, dijo él. La tormenta había hecho estragos en la vida misma y todos los caminos eran peligrosos, pensó ella.
-Mi nombre es Ricardo, necesito pasar la noche porque mi casa se incendió, le puedo dejar el auto como seña y mañana le pago –había dicho.
Tuvo que sacar su peluche para que cupiera en la cama. Tobi, se llamaba, como su primer perro, el peluche. Sí, era una mujer de cuarenta años que dormía con un peluche, cuál es el problema. El problema es que va a creer que soy célibe, pensó Maribel, y lo metió en el armario. Porque había algo, algo más que el instinto de samaritana, algo más que la mera solidaridad. Había peligro, había tierra en esos ojos de prófugo.
Maribel lo dejó entrar, le dijo que sólo tenía esa cama. Su cama. Que le diera un momento, que la acondicionaría. Que sacaría del medio a su peluche para que él no piense que era célibe, eso habría que haberle dicho. Habría que haberle gritado “No soy célibe, no importa con quién duerma, yo sé lo que hay que hacer cuando aparecen hombres altos en mi hotel”. Pero no dijo nada, y durmieron juntos.
-Tengo dos hijas que abandoné –susurró él antes de dormirse.
Esa mañana, mientras hacía café, el inquilino, Ricardo, el que reemplazaba a Tobi y olía a sexo, se le acercó.
-¿Durmió usted bien? – preguntó.
-No sé –contestó Maribel.
-Creo que soñó con una isla.
-¿Cómo sabe lo que soñé?
-Porque me habló en sueños.
3.-
La Claudia les puso nombre de plantas a las hijas porque no tiene raíces, porque no sabe anidar, piensa Raquel, mientras llena la pava de agua. Si supiera anidar podría ponerle nombres de viento, de aire, de sol, podría dejar de jugar a la casita, a las raíces que no tiene, a la jardinería. Podría ponerle nombres de persona y no de plantas a las nenas, que cargan con el estigma de ser vegetales, pobrecitas.
Raquel mira por la ventana y piensa en sus nietas. Piensa en sus nombres, en la tierra, en las plantas. Piensa que su nuera, la madre de sus nietas, es una desdichada. Piensa que su hijo la abandonó, que no tiene perdón de Dios, que es indigno. Como todos los días desde que él huyó, Raquel piensa que engendró a alguien indigno.
Pero se acabó, piensa también esta mañana, con lo que pasó ayer se acabó porque ya estuvo bien de jugar a las escondidas. Si se creía que era impune que se olvide, qué se cree, el muy mierda, que me voy a olvidar de lo que hizo, piensa Raquel, mientras espera que el agua se caliente para el mate y mira por la ventana.
Todo lo que hice, lo hice por amor, si es que es lo único que existe, lo único que realmente existe, sigue diciéndose, pensando, queriéndose convencer de que lo que piensa es verdad, es su verdad, su testamento.
La noche anterior, antes de la tormenta, hizo lo que no supo que estaba haciendo. Rogó a los dioses que le dieran valor. Y lo hizo. Juntó coraje de entre las piedras y le rezó al santo antes de salir. Llevó los dos bidones de nafta que había comprado unas semanas antes. Llevó el encendedor que era del viejo y llenaba de acetona todos los meses, aunque su marido se hubiera muerto años atrás, porque siempre se necesita un encendedor cuando una es sola, nunca se sabe.
Lo voy a hacer y lo estoy haciendo, se repetía Raquel, determinada, la noche que salió con dos bidones de nafta y un encendedor a prender fuego la casa a su hijo. Porque es indigno, decía Raquel, porque es un sorete que dejó a sus hijas y a su mujer y me dejó a mí con ellas para que lo cubra, sorete, sorete.
La lluvia empezó a caer una hora después de que la casa de Ricardo, perdida en la ruta, ardiera en llamas. Cuando él llegó quedaban sólo despojos, apenas cenizas mojadas, tierra. Miró a su alrededor y vio vacío, caminó por la ruta, llegó a una hosteria.
Esta
mañana su madre piensa que tiene que alimentar al canario, Tobi, su único hijo
digno, su tierra, su verdad.
lunes, 21 de noviembre de 2022
Ariana Harwicz: “En Europa o sos la buena latinoamericana o no sos nada”
Tras haber sido compradas por Martin Scorsese para su realización cinematográfica, se re-editan en un volumen las tres primeras novelas de Ariana Harwicz, escritora argentina radicada en Francia que Leticia Cappellotto entrevistó para Sonámbula. Una charla imperdible, entre el cine mainstream, las denuncias judiciales por su obra y el cuestionamiento a lxs escritorxs «colaboracionistas».
Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) escribe desde Francia hace una década y publicó cuatro novelas: Matate amor (Mardulce, 2012), La débil mental (Mardulce, 2014), Precoz (Mardulce, 2015) y Degenerado (Anagrama, 2019). Este año las editoriales con las que trabaja decidieron, a raíz de la popularidad que las tres primeras novelas estaban teniendo en el circuito literario internacional y varias adaptaciones teatrales, volver a editarlas como un solo libro, Trilogía de la pasión, en el que se aborda el tema de la maternidad, pero también las perversiones de las relaciones filiales, con una prosa lírica enardecida, que ya es la marca distintiva de la autora.
Mientras se hacía la tradicional promoción para esta nueva edición de sus obras más emblemáticas, Martin Scorsese compró los derechos de las tres y confirmó a Jennifer Lawrence como protagónico para Matate Amor, que será llevada a la pantalla grande el año próximo.
Aún tras esta noticia, que la ubica en el centro de la agenda cultural, la voz de Harwicz sigue alzándose por encima de la media como una provocación incesante, en la que no faltan agudas definiciones sobre el lugar del arte frente a la perversión y el rol de las mujeres en el entramado editorial.
-Se reeditan tres novelas que escribiste en un momento en el que la "literatura de la maternidad" era marginal y/o poco común, cuando ahora está acaparando cada vez más la atención de editores y lectores ¿Cómo lo vivís? ¿Sentís que fuiste "precursora" o "vanguardista" en ese campo temático?
-Si bien es cierto que ahora hay muchos libros sobre el tema, no me siento ni vanguardista ni precursora ni revolucionaria ni visionaria ni mucho menos; la maternidad es un tópico eterno, como el amor, el odio, la traición, la muerte; los grandes cinco o seis tópicos del arte desde que inició el arte. O sea que en ese sentido no hay ninguna invención de mi parte, pero si una reformulación de esos tópicos.
-¿Cómo fue el proceso de escritura de estas novelas? ¿Sentías que tenías algo potente entre manos?
-Matate amor lo escribí aislada en el campo y no era consciente de nada, no sabía que estaba escribiendo una novela ni si era escritora, ni tenía expectativa de publicar. No es mi caso alguien que quiere escribir y ya va a talleres literarios, tiene amigos en el medio, o piensa que está destinado a publicar o intenta publicar, no. Mi caso fue de buhardilla de gestación de obra, muy al margen. Y nunca miré qué era lo que se estaba publicando mientras escribía.
-Pero cuando lo publicó en 2012 Mardulce sí empezó a circular, a tener visibilidad.
-Una vez publicado sí me di cuenta que significaba algo disruptivo. Se notaba en las librerías, en la lectura crítica y en la recepción de los lectores que no era muy habitual ese tipo de libro en literatura contemporánea, no había muchos, no era lo que se estaba leyendo en absoluto. Y varios años después hubo un boom, digamos, donde empezaron a aparecer muchos ensayos, biografías, novelas y cuentos relacionados a la maternidad, la anti-maternidad, la necesidad de ser madre, de no ser madre, al rechazo a la maternidad y todas las variantes.
-¿Crees que es saludable ese boom?
-Por un lado creo que está buenísimo porque para mí es el gran tema, pero por otro lado como todo tópico que se machaca a veces se agota, se vuelve cliché, se cristaliza, hay que tener cuidado.
-Tuviste problemas legales en Francia (Matate, amor fue leída en un juicio en su contra como “ejemplo de que una novela en la que el personaje odia la maternidad vuelve mala a la autora”) ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Te afectó?
-Esta pregunta es muy difícil de contestar porque ese proceso judicial/político se transformó en una cuestión personal. Pero sí te puedo decir que me hizo dar cuenta de que todo libro es potencialmente peligroso, en cualquier época. Por supuesto que sabemos que hubo momentos en los que había libros que había que quemar, que hubo gente que murió por haber escrito un libro, que los llevaban a Siberia a picar hielo y que se jugaban la vida sólo por ser escritores. Pero parece que algo de eso sigue existiendo: aún en democracia, con la libertad de expresión, en tiempos en los que supuestamente uno escribe lo que quiere, los libros siguen siendo potencialmente judicializables y potencialmente peligrosos, tanto para el autor como para los demás.
-Tu novela Degenerado se pone en la piel de un pedófilo ¿Cómo apareció esa idea? ¿Buscaste expresamente un personaje "incorrecto" para generar un libro "polémico"?
-Entiendo que esa sea una de las perspectivas con las que se puede leer el libro, pero no lo escribí pensando que era un pedófilo o un pedo-criminal, como se dice ahora, porque no pienso así los personajes. Simplemente traté de meterme en el corazón de alguien que piensa que es señalado por todos y dice lo que no dice nadie.
-¿O sea que no pensas en los personajes en términos de correcto/incorrecto aunque todos tus personajes sean más bien “incorrectos”?
-No, porque si yo parto de la base de que tengo una mujer heroína, valiente, víctima o un hombre pedófilo, corrupto, mafioso, traficante de armas, o una madre, perversa, incestuosa, etc., eso mata al personaje, porque de ahí en adelante sólo se puede repetir fórmula, sólo se lo puede condenar: es un personaje que nace condenado, nace muerto. Y no hay nada más anti literario, anti dramatúrgico, anti interesante y anti artístico que componer un personaje muerto.
-¿Y tampoco trabajás en términos de provocación desde lo incorrecto, lo tabú, aun cuando tus libros tengan esos componentes (incesto, pedofilia, abuso)?
-No, tampoco intento expresamente provocar, porque uno nunca sabe qué provoca con una obra, lo que uno cree que va a provocar no provoca nada y viceversa. Lo mismo pasa con el humor y la tragedia, el autor nunca sabe exactamente qué va a pasar. Muchas veces los dramaturgos dicen: “La sala entera se reía cuando yo pensé que iban a llorar y viceversa”. O “Lloran cuando pensé que se iban a reír”. Eso es bueno en realidad, porque quiere decir que el texto está vivo, que no es algo que funciona por fórmula, maquetado.
-Se te vincula generalmente con una línea más "feroz" del cánon argentino: Lamborghini, Copi, Venturini ¿Te sentís emparentada con esa genealogía?
-Obviamente como lectora si leí a Lamborghini, a Copi más tarde y por supuesto a Aurora Venturini, que la descubrí más grande. También a Perlongher. Pero es difícil emparentarme con ellos. Uno reconoce rasgos, tics, manías o pequeñas formas del estilo o los temas o cierta voluntad, cierto deseo, cierta motivación por el “romper todo” que hay en estos escritores que nombrás y en muchos otros. Pero yo no me siento para nada parte de una familia, en el sentido de que ni internacional ni nacionalmente encuentro a una tradición para emparentarme.
-¿No identificás entonces influencias?
-Como no trabajo por fórmulas, ni pertenezco a un género y no sé bien si lo que hago es teatro, cine, horror o costumbrismo, hay una ambigüedad permanente. Me puedo sentir identificada con un verso de Rilke o una invocación de Shakespeare, o con una línea de un cuento de Katherine Mansfield o de Anne Porter. Es mucho más misterioso en qué se ve una o dónde se encuentra. Sí puedo identificar a Agota Kristof como influencia, seguro. Y como estudié teatro, Beckett me cambió toda la forma de leer y de pensar, por supuesto.
-Sos muy activa en redes haciendo divulgación de lo que vos consideras es "el fin del cine", "el fin del arte" y el lugar cada vez más mercantilizado del artista. ¿En qué te basas para sostener esa postura?
-Por supuesto creo que estamos ante “el fin del cine” como lo entendíamos en el siglo XX, no porque no haya después obras maestras sino como industria, como mercado. Es súper agotador y desilusionante ir al cine porque ahí se ve como en ningún otro arte el acoso del mercado y la voluntad de vender ante todo. Eso que en la literatura o en las artes plásticas todavía puede, a veces, esquivarse, si se tiene voluntad, en el cine ya no, la entrega es total, incluso en películas que están buenas pero que el mercado las asfixia.
-¿Te referís a que como dicen otros autores que hay una nueva "inquisición moral progresista" en las industrias culturales?
-Creo que existe un neo-puritanismo en toda la sociedad, pero hay un error de base ahí, lo voy a decir hasta el cansancio. Si una canción dice “Si te veo con otro te mato”, ese machismo, esa misoginia, esa violencia, eso en la vida es una inmundicia, porque es femicidio, porque es machismo, violencia de género, etc. Pero en el arte no es eso, en el arte hay que leerlo todo distinto, porque si lo leemos igual que en la vida, entonces deja de ser una obra, es la vida, y no hay sublimación. Entonces es al revés: en el arte hay que poder decirlo todo para no pasar al acto.
-Hace poco comentaste que a las escritoras latinoamericanas en Europa se les marca "un camino" ¿A qué te referís? ¿Qué pasa si te apartas de ese camino?
-Por supuesto que te marcan un camino, más ahora más que nunca, está agudizado, llevado casi hasta la caricatura. Primero porque las políticas son políticas identitarias, entonces se busca rápidamente ubicar al autor donde quepa. Es una imagen del rifle y los binoculares, en la que se busca rápidamente capturar qué es ese artista: si es no binario, si es latinoamericano, qué edad tiene, si es LGTB+, de qué origen étnico es, lo religioso, etc. O se busca una identidad sexual para hacer un identikit y vender, es obvio. Como a algunos escritores les gusta eso, o si no les gusta, pareciera que les gusta, lo aceptan, entran en complicidad con ese sistema, son cómplices, colaboran, son colaboracionistas. Entonces claro, hay un camino trazado tanto en Europa como en Estados Unidos: sos la buena latinoamericana o no sos nada. En mi caso no soy nada, porque yo no me quise amoldar a eso.
-¿Lees autores contemporáneos? ¿Cuáles? ¿Algo que te haya gustado especialmente?
-Voy leyendo a todos los autores que están a mi alrededor, en las mismas editoriales que publico, en Argentina, en América Latina y afuera. Y me parece que siempre se encuentran a pesar de todo singularidades. Autores singulares que se destacan y que tratan de escribir de otro modo, de un modo propio, ni siquiera tampoco contra una moda, que sería como posicionarse en un lugar bastante obvio. Leo mucha poesía. María Martoccia, Pablo Katchadjian o Flor Monfort me gustan particularmente.
sábado, 19 de noviembre de 2022
Un cuento x semana #6: Pastor
Vos sabías, vos lo supiste siempre, mirame pelotudo cuando te hablo, mirame bien fijo, forro, mierda, sorete, vos siempre supiste que yo te amaba.
Te voy a contar esta historia porque quiero contármela a mí también, quiero saber cómo suena, quiero saber si suena tan mierda dicho al aire que como me suena en la cabeza, aunque vos supieras, vos siempre supiste ¿no?
Pero me vas a oír, me vas a escuchar cada linda palabrita que te quiera decir mientras estés acá atado, meado, cagado de frio y de hambre como te merecés, forro, mierda, sorete.
Todo empezó cuando viniste al San Juan Evangelista, mi colegio, ese día del niño, no te debes ni acordar. Yo sí, perfectamente me acuerdo, fue el domingo 18 de agosto de 2006. Estábamos con Tito y Maxi vendiendo rifas para el viaje de egresados y te vimos, subido en escenario, todo hecho un dandy, un rey león, un Jesusito. Nunca había escuchado nombrar a “Hermanos del Sendero”, nunca si quiera había pensado que existirían bandas de rock cristiano. Empezaron a tocar “Es el camino”, me acuerdo porque ese tema tiene un riff impresionante, fue lo que más me llamó la atención, nunca me imaginé siquiera que alguien que tocara así la guitarra pudiera creer en Dios, pensé directamente que esa persona era Dios. Y ahí estabas, cantando, vos y tu estúpida guitarra, vos y tu camino, vos y tu luz celestial del Señor.
Hijo de puta, como tenías a todas las pendejitas del María Auxiliadora muertas, meadas, cantando tus forradas. Y ahí yo, como una monjita más, embelesado por esa guitarra. Me quedé duro mirándote durante ese tema y los que siguieron, tratando de juntar coraje para ir a hablarte después del concierto, para que no se me trabaran las palabras cuando estuviera respirando el mismo aire que vos. Esto nunca te lo conté y ahora vas a saberlo: Vino Lauri y me dijo “¿Qué te pasa? Parece que hubieras visto un fantasma”. Y así fue como te conoció ella, pensando que estabas muerto y vivo al mismo tiempo, como ahora, ¿qué ironía, no? Pensar que ella supo antes que todos nosotros cómo ibas a terminar, hijo de puta.
Cuando me acerqué me diste un abrazo demasiado confianzudo. Me acuerdo que me llamó la atención que alguien que fuera así de gigante como yo te veía en ese momento pudiera acercarse tanto a mí, que no tenía muchos amigos, que nunca había tenido novia, que recibía un abrazo por año en mi cumpleaños. Y vos empezaste a tocarme, después del abrazo, mientras te hablaba, mientras te decía lo que te admiraba. Primero me pusiste una mano en el brazo, después una en el cuello, todo el tiempo mirándome fijo a los ojos. Como un hechicero, como un encantador de serpientes. Hijo de puta, perverso, sorete, hijo de re mil putas, haciendo como si yo no fuera el fan numero mil que te fuera a chupar las medias. Haciéndome sentir especial.
Las chicas del Auxiliadora te pedían autógrafos, vos los dabas con una sonrisa y a todas les decías “Bendiciones” de una forma tan personal, tan íntima, Fernando, que parecía que te las ibas a coger con la mirada ahí mismo. El curro del Espíritu Santo, pensé después, mucho, muchísimo después, cuando lo único santo que quedaba era el espíritu porque nuestros cuerpos ya estaban todos atravesados por el pecado y la putrefacción.
Me dijiste que me acercara a tu casa, que ensayaban los jueves y sábados, que si quería podía sumarme en la parte de prensa y difusión. Me lo dijiste con esa amabilidad tan suelta que te salía por los poros, como si no quisieras ser amable pero no tuvieras otra opción. Ahí, cuando me diste la dirección de tu casa, fue cuando me tocaste el cuello. “Gracias, campeón, que Él te ilumine siempre”, dijiste. Me acurdo patente lo de iluminar, porque esa fue la primer canción que compuse, que te compuse: “El sol llegó a mí”. Y en realidad, ahora que lo pienso bien, el sol no era Dios, no era él porque ni bien te conocí él me abandonó, me dejó a la suerte de su Judas, el muy hijo de puta.
¿Te acordás lo que decía? “Es luz si abre, es luz si te deja ver, es luz si grita verdad”. Pero verdad, verdad, lo que se dice verdad, nunca hubo entre nosotros. O quizás la verdad, dirías vos, es sólo una forma de ver las cosas, sólo una forma de poner el caos en un orden para que no nos sea es misterioso. Bueno, sigamos, no nos desviemos del punto central, el quid de la cuestión, el momento más esperado por todos, mi primer recital con la banda. No lo podía creer, estaba parado ahí con Uds., en el Festival Internacional de Juventud Cristiana 2010. Finalmente había un lugar donde me sentía parte de algo más grande, un lugar donde encajaba. Vos, vos me hacías encajar porque vos eras lo que necesitaba. Alguien a quien admirar. Un pastor.
A “Hermanos del Sendero” le fue de maravilla, ganamos el tercer puesto porque sabíamos que los del “Esclavos de tu amor” estaban arreglados para salir primeros y que los de “Sangra y desangra” no iban a perder nunca una competencia. Pero me sentí un verdadero héroe esa noche, un verdadero elegido. Era mi tema el que tocamos, lo había compuesto yo. Vos habías dicho que la íbamos a romper. Vos me querías, me necesitabas, me veías como un hermano. Éramos hermanos, éramos todo, o al menos lo sentíamos así. O yo lo sentía así. Soñaba con que nunca se terminara ese momento entre nosotros, cuando vos gritabas mis letras, yo te miraba y parecíamos extasiados de una droga pura, una droga santa.
Después de ese concurso empecé a investigar sobre los místicos, esa gente que decía que sentía a Dios en el cuerpo, que él los penetraba, los atravesaba porque sentía que lo que pasaba entre nosotros no era sexual, no era ni siquiera amoroso, era de otra dimensión. Hasta te hice un altar, ¿sabés? En realidad nos hice, nos hice a nosotros dos un altar en casa. Tenía de todo: fotos, stickers de la banda, púas, entradas a festivales, algunas velas. Todas las noches rezaba por nosotros, para que pudiéramos seguir tocando, pero sobre todo para que estuviéramos juntos, siempre, siempre juntos.
Nunca me podría haber imaginado lo que hiciste. El nivel de traición que cometiste fue tan alto, tan absurdo, que lo primero que pensé fue que me había vuelto loco. Era imposible que una persona en la que confiaba tanto me hubiera traicionado así. No podía ser cierto, les dije a los chicos de la banda cuando me lo contaron. Vos me dijiste que nada nos iba a separar, que éramos lo mismo aunque pareciéramos distintos, que nos mirábamos porque mirábamos un espejo donde nos reflejábamos. Vos dijiste todo eso antes de irte con la banda de cumbia, hijo de puta. Esos desviados que hablan de jalar la botella, de los pasillos de la villa, del sexo grupal, toda esa putrefacción, esa desviación, esa oscuridad que nos envolvió hasta enterrarnos. “Por plata”, dijiste. “Por plata” repetimos todos en un suspiro. Sin poder creerlo, esperando que fuera un sueño.
Al principio pensé que te estabas drogando. O peor, que estabas enamorado de alguna mujer. Te seguí, te vi ir y venir de los ensayos a la discográfica y a tu casa. Quería saber exactamente en qué punto del camino habías dejado de amarnos, a mí y a Él. Intenté olvidarme de todo, también. Dejarte atrás, volver a confiar. Fue imposible. ¿Con qué órgano del cuerpo se tiene fe, Fernando? ¿Dónde late la fe? ¿Dónde se rompe la fe? ¿Qué médico te cura la fe?
Fui a hablar con varios curas, los de mi capilla, los del colegio. Todos me decían que pusiera la otra mejilla, que te perdonara, que Él ya pondría un pastor nuevo delante de mí. Pero eso nunca pasó. Mi corazón se volvió un cactus al que nadie riega. Era la ostia que tomaste en la comunión con el Diablo. Y ahí está, sigue viviendo de milagro, porque en realidad no necesita demasiada atención. Solo un poquito de atención que vos no pudiste darle.
Nos abandonaste por el pecado, Fernando, no por plata. Y aunque te esperamos, nunca volviste, nos abandonaste para siempre. Pero es verdad que Él sabe siempre más que nosotros. Y nos juntó. Te puso a vos en ese recital del San Juan Evangelista, ese 18 de agosto de 2006, y me puso a mí hoy acá.
No voy a desviar nuestro camino, no voy a dejar que te me escapes. Prefiero que estés muerto y vayas al Reino de los Cielos ahora que todavía late la llama de tu bendición, a que te hundas en la humillación de no servir más al Señor.
¿Cuántas noches de caravana más por el conurbano te quedan, Ferchus?
¿Cuántas pibitas en pollerita corta bailándote adelante tuyo vas a ver?
No voy a tolerar todo esto, Fernando, antes juntos y muertos que vivos y separados.
Así que compré un arma ¿sabés?. Es fácil conseguir armas últimamente. Le puse dos balas. Una tuya y una mía.
Si no vamos a tener nada nuestro, será nuestra la muerte.
Es que si te pones a pensar, las ovejas no saben qué hacer sin su pastor, se desorientan, se pierden. ¿Qué le queda al rebaño si el Pastor se desvía?
Te va a matar uno de tus corderos. Soy solo un artefacto de la luz que quisiste apagar. Pero la luz de Él no se apaga así nomás, la luz se extingue en el infinito.
Pero antes, quiero que recemos juntos. Seleccioné este párrafo especialmente. Vos lo vas a decir en silencio, con tu corazón, mientras yo lo repito antes de gatillar:
Bendito sea aquel pastor que en nombre de la caridad y de la buena voluntad
saque a los débiles del Valle de la Oscuridad
porque es el auténtico guardián de su hermano
y el descubridor de los niños perdidos.
Amén.
martes, 15 de noviembre de 2022
Columna de Cine&Series #13: Encuesta de cine argentino y filmografía de Lucrecia Martel
sábado, 12 de noviembre de 2022
Un cuento x semana #5: Encargo
Todo había sido mentira. Todo. Que nos habíamos mirado especialmente el primer día que nos conocimos. Que sintió algo particular cuando dije su nombre por primera vez. Que le daba mucha curiosidad saber sobre mi vida. Que le parecía más joven de la edad que en realidad tenía. Que le había sorprendido mi altura. Todo era mentira aunque fueran verdades parciales porque con él la verdad no existía. Era una burla, “la verdad”, para él y su sistema de verdades construidas para su conveniencia. Pero yo iba a desenmascararlo, iba a lograr que su vida fuera el infierno en el que se había convertido la mía desde esa vez en la que no nos miramos especialmente y sí nos miramos especialmente, todo al mismo tiempo.
martes, 8 de noviembre de 2022
Columna de Cine&Series #12: Estreno de "El encargado" y otras polémicas creaciones de la dupla Cohn/Duprat
Tras el estreno de la serie de Disney en Argentina se desató una polémica en torno a la figura del protagonista, un encargado de edificio que parece haber tocado una fibra sensible de la sociedad. Repasamos a partir de este escándalo otras creaciones de la dupla Cohn/Duprat.
sábado, 5 de noviembre de 2022
Un cuento x semana #4: Bambi
La conversación fue breve:
-El hijo de puta, el hijo de puta de mi marido… - dijo casi gimiendo Elisa.
Rulo entendió que no necesitaba el verbo y rápidamente le consultó:
-¿Con quién?
-Con mi hermana, con la puta de mierda de mi hermana.
-Quiero hacerle una contestación a mi hermana que me puso un pasacalle acá.
martes, 1 de noviembre de 2022
Columna de Cine&Series #11: Estreno de la segunda temporada de "The White Lotus" y otras series sobre gente rica haciendo cosas
A partir de que se estrenó en HBO la 2da temporada de la aclamada por la crítica y multipremiada The White Lotus, que viene a mostrar las miserias de los ricos del mundo en un resort en Sicilia, recomendamos otras ficciones en las que la clase alta tiene protagonismo.