Para Sur Capitalino
Lejos de las galerías del arte y la crítica especializada, Vicente Walter vive en el centenar de alto relieves que dejó en cantinas y otras fachadas de La Boca. Quienes lo conocieron reconocen su generosidad, su sencillez y el gran nivel de sus obras.
A Vicente Walter todos los que lo conocieron lo
recuerdan con mucho cariño. Sin embargo, pocos saben quién fue. Quizás
reconozcan sus murales en muchas fachadas de negocios, casas y lugares públicos
de La Boca. Están hechos en una técnica conocida como “alto relieve” a la que
pocos se animan porque lleva mucho trabajo. Sus obras reflejan a la vez escenas
cotidianas de la vida del barrio y aparecen donde nadie las espera. Muchos
vecinos tienen en sus casas originales de un artista de la talla de Benito
Quinquela sin saber su valor, porque Walter trabajaba todo lo que podía, sin
descanso, por monedas.
Durante el tiempo que vivió en el conventillo
de Magallanes y Pedro de Mendoza, una de sus pocas amigas fue su vecina, la
artista plástica Fabiana Valgiusti, que heredó, a su muerte en el 2004, sus
herramientas y muchos de sus trabajos de pintura. Las esculturas quedaron para
todos nosotros. “El trabajaba para los vecinos, no tenía un espíritu
mercantilista”, cuenta Fabiana, con quien lo unía una amistad mediada por el
arte en común y el amor por el barrio. Destaca además que Walter muchas veces
trabajaba por comida: “Para él lo importante es que la obra estuviera en la
calle, no hacer dinero”. Nacido en Mataderos, Walter llegó a La Boca con un
carnaval, y aquí se quedó más de cuarenta años. Sus trabajos intentaban
reflejar la idiosincrasia local, y lo lograban muchas veces a través de la
observación. “Lo que más me impresionaba de él era cómo usaba su arte para
mostrar lo que veía en la realidad “, recuerda Valigiusti y acota que el
muralista solía encontrar sus referencias en las cosas de todos los días. Habitué
de la cantina “Los Amigos” (Olavarría y Necochea), allí se pueden encontrar
algunos de sus trabajos, que en total son más de 800 desperdigados por
Barracas, La Boca, Constitución y Quilmes.
“A
principios de los años 80, yo comenzaba mi camino en la pintura y salía por el
barrio a pintar al aire libre”, recuerda el artista plástico y actual director
del Museo Quinquela Martín, Víctor Fernández. “Una tarde me crucé en la calle
con Walter que me pidió ver la pintura que había hecho; la miró un rato,
mientras pensativo repetía: tiene perspectiva... perspectiva... perspectiva...
Walter era un gran tipo; generoso y dispuesto a aconsejar y dar una mano
desde su oficio a quien se iniciaba en el arte”, destaca Fernández.
Estas voces no son las únicas que ensalzan el
carácter sencillo, humilde y bonachón de Walter. También hay quienes rescatan
su gran obra, su capacidad para producir más allá de los problemas económicos y
el lamentable olvido al que se lo somete desde la “preservación cultural”
oficial. Omar Musis, artista del barrio, se encargó por su propia voluntad de
restaurar el mural de Walter en Pedro de Mendoza y Martín Rodríguez. “Nadie le
da bola, no lo conocen y está a la altura de Quinquela”, señaló Musis. En este
sentido, Valgiusti acota: “Cada vez que se habla de patrimonio cultural,
Vicente esta ninguneado, lo googleás y no existe, nunca nadie lo retomó”.
Es que en la afiebrada actividad de Walter no
quedaba mucho tiempo para difundir sus trabajos. “Parecía verse a sí mismo como
un laburante del arte, antes que como artista de elite”, comenta Martínez. En
esa línea Valigiusti lo recuerda como alguien poco propenso a las entrevistas y
reconocimientos. “Por la personalidad de él que estaba más ocupado en trabajar
que en hacer relaciones publicas”, cuenta la pintora. Sin duda, mucho de
su ostracismo tiene que ver con lo poco
que se sabe de él actualmente, casi diez años después de su muerte. Pero el
recuerdo queda en las obras, y fundamentalmente en el ejemplo que dio a quienes
lo conocieron. “Walter no se afanaba por exhibir en salones, galerías u otros
espacios legitimadores, su galería de arte eran las calles boquenses, y
mientras la crítica especializada lo eludía prolijamente, él gozaba del
unánime juicio favorable de la comunidad”, cuenta Fernández. Valgiusti es
aún más drástica: “En las artes plásticas o laburas de venderte de plástico o
laburas y a él le gustaba laburar”.
“Su obra ha sido importantísima porque extendió
en el tiempo la luminosa tradición cultural boquense gestada en
la primera mitad del siglo XX, caracterizada por una estrecha convivencia
entre arte y contexto”, historiza Fernández y admite: “Hoy, buena
parte de este valioso patrimonio artístico presenta un preocupante deterioro y
resulta imprescindible una fuerte concientización acerca de la importancia de
conservar adecuadamente estos íconos; al servicio de esta causa, el museo
Quinquela se comprometerá incondicionalmente”.
Lejos de las luces del centro, de las galerías
de arte y la crítica especializada, Vicente Walter vive en el centenar de
murales que dejó en nuestro barrio. Es parte de la mística salir a descubrirlos
y por qué no, restaurarlos si hace falta. A más de diez años de su muerte,
recuperemos la figura de un artista que trabajaba mucho, hablaba poco y todavía
sigue entre nosotros.