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martes, 30 de junio de 2015

ChacaPeaks: Espuma



“Salí de acá, infeliz, no te quiero volver a ver en mi puta vida”, dice mamá. Qué cosa esta mamá, siempre se la agarra conmigo. No hay día que no vuelva de salir con las chicas que no me putee, que no me hostigue, que no me trate de puta o de arrastrada o de qué se yo qué. Es loco eso de las madres, porque se supone que te tienen que querer, no, digo, como que está instalado eso de que si te tuvieron es porque te quisieron entonces ahora que te tienen más vale que te quieran porque entonces si no te quiere tu mamá quién. Curioso. A mí mamá nunca me quiso, me parece. Debe ser que me parezco mucho al boludo de mi papá, o que le hago acordar a ella cuando era joven o que como no es más joven piensa que todas las jóvenes somos sus enemigas no sé, cuestión que la vieja no me soporta y yo, para qué mentir, tampoco.

Es verdad que esta vez me la mandé. Es verdad que esta vez se la hice. Pero bueno, una aguanta, aguanta y aguanta… pero el superpoder lo tiene. Así hice que la muy yegua se quedara canosa de un día para el otro. Pensando lo hice. Pensando mucho, mucho, en que mi mamá era mi peor enemiga.

Ojo, ella se lo buscó. Se lo vio venir, se lo buscó y ahora que se lo aguante. Sino ¿Para qué me vino a escrachar a los gritos a la inmobiliaria del viejo Ipazaguirre? Porque sabía que estaba con él ahí, porque sabe que ahí es donde nos encamamos. “¡Julieta! ¡Julieta!” empezó a gritar la muy desubicada, afuera y adentro del local. Histérica, como siempre, loca, sacada “¡¡Julieta sé que estás ahí adentro!! ¡¡Salí ya mismo!!”.

¿Cuánta vergüenza entra en este metro sesenta que Dios me dio?  Toda. Toda la vergüenza que se puedan imaginar.

Así que se la hice. Llegué a casa y se la hice bien hecha.

¿Y si no es para eso para que tengo mi superpoder? 

El embrujo se aprende fácil. Lo difícil cuando uno sabe cómo hacer es no usarlo siempre. Hay que saber hacer el mal, no es para cualquiera. Pero aprender se aprende rapidísimo: un par de padres nuestros, dos aves marías. Nueve velas, una cinta rojita cortada en pedacitos y el deseo. Después quemas todo, ponés agua a hervir con las cenizas hasta que sale espuma. Negra sale, la espuma, por la de las canas, lógico.

Pobre mamá, todas esas horas que me dejó sola de chica, todos esos fines de semana que me mandaba a vaguear por ahí porque no me soportaba. Todas esas clases con la vieja Urrutía, la tarotista, todos esos años ejercitando mi superpoder.  

Ahora que se joda, ahora que se compre toda la tintura del mundo, a ver cómo hace para sacarse esas canitas. Jeje.

lunes, 29 de junio de 2015

La pelota que se piensa


En pleno furor por la Copa América está claro que todavía quedan ecos mundialistas entre los latinoamericanos y mientras tanto, las esquirlas del affaire FIFA siguen tocando a propios y ajenos dentro de una de las organizaciones internacionales más poderosas en términos de circulación de dinero e influencias.
En ese contexto convulsionado dentro y fuera de la cancha, De pies a cabeza (Interzona, 2013) permite pensar algunas de las cuestiones futbolísticas proponiendo ensayos sobre el universo futbolero que no son sólo para fanáticos.
Dado que el fútbol es un deporte masivo, poco se discute sobre sus cuestiones más filosóficas y menos escenográficas, ya que como bien señala el libro, el “show del fútbol” ha dejado de ser un asunto de rendimiento atlético para considerarse la mayor plataforma en la industria mundial del entretenimiento, lo que lo hace mucho menos plausible de análisis concienzudos y mucho más propenso a la liviandad de los programas de chimentos.
En las antípodas, aparecen estos 17 ensayos de un equipo sesudo que incluye a escritores (Federico Levín, Oliverio Coelho), filósofos (Gustavo Varela), grupos de pensamiento (Colectivo Juguetes Perdidos, Colectivo Inmediato), guionistas (Rubén Mira), un pianista (Hernán Gallego) y ensayistas (Ezequiel Gatto, Juan Pablo Hudson), entre otros. Sus temas, variadísimos: recuerdos de familia, jugadores borrachos, dinámica del equipo, mística del vestuario, lógicas barriales y hasta algunas notas del capitalismo globalizado.
Aunque muchas, las plumas se suceden en el libro de manera dinámica y bastante didáctica, para que aquellos que no saben nada del deporte (si es que existen personas así en este planeta) no se pierdan el hilo de los razonamientos.
Polémico por donde se lo mire, De pies… discute al mismo tiempo con los que dicen que de que fútbol no hay nada que pensar, porque el futbol se siente, por un lado, y con los que además, señalan que el conocimiento futbolero “se tiene o no se tiene” y no es plausible de construirse empírica y teóricamente. Y aunque “sentir” y “saber” no deberían estar demasiado lejos de pensar y debatir, pareciera que la dinámica de 22 sobre el campo de juego es más un pase de magia que carne de teoría.
Así, este libro compilado por Agustín Valle y Juan Manuel Sodo viene a romper el cetro de la literatura futbolística narrativa y acomodarse en la góndola de las investigaciones vinculadas a ese universo polisémico que remite al deporte, la sociabilidad, la familia, la pertenencia y por qué no el amor y los deseos.
Además, se arriesga a filosofar y permite pensar más allá del juego sobre el propio juego. En palabra de sus compiladores: “Se dice que la palabra deporte proviene del verbo deportar y que ésta además de ´expulsión´ alude a la experiencia humana de ´deportarse´, es decir distraerse, apartarse, fugarse hacia otro mundo: el de la alteridad lúdica, ese que está más allá de toda obligación instrumental y restrictiva cotidiana”.


De Pies a Cabeza
Interzona
2013

jueves, 25 de junio de 2015

Columna de Cultura


Luego de que la Cámara de casación IV procesó a Pablo Katchadjian por su obra "El Aleph engordado", repasamos algunas controversias sobre los derechos de autor y la industria del juicio por plagio.


martes, 23 de junio de 2015

ChacaPeaks: Deseo


¿Cuánta tristeza aguanta un cuerpo?
Marta sabe que no debe embadurnarse: mientras menos piense menos sentirá. Mientras menos sienta menos recordará. No hay que recordar, no hay que regurgitarse en el dolor de la pérdida. Hay que mirar para adelante, piensa, Marta, mientras descansa en su cama, mientras todo alrededor descansa en esa cama, mientras mira las revistas, las novelas, los libros que su marido le compró para recuperarse luego de la pérdida del embarazo. Cuántas pérdidas. Además del bebé se perdió el casamiento de  Martincito, en la Capital. Se perdió todo, piensa. Pero se amarga, porque sabe que pensando no resuelve nada, sabe que lo que se pierde no se recupera con el pensamiento. Piensa en ese bebé, en ese hijito que nunca buscó, que temió tener, que dudó en tener. Piensa y piensa y piensa Marta, cuando sabe que no tiene que hacerlo, porque nada bueno sale de la cabeza, lo único bueno sale del corazón.
Y ahí tiene el problema más grande, la pobre Marta, que sola y triste intenta no pensar, porque si se concentra en lo que siente, son tantas cosas juntas las que siente que no puede ni sentirlas. Y es que de tanto que sintió ya no sabe qué es sentir. Ella, que siempre quiso a todos ahora siente que quiso de más: a sus padres, a quienes cuidó hasta su muerte, a su marido Ricardo, a quien siempre intentó acompañar, a sus hijos, Fede y Martín. ¿Los sigue queriendo? ¿Puede querer algo ahora?
Lo que uno quiere se cumple, le habían dicho las abuelas con las que se crió. Uno tiene que tener fe, le habían dicho. Y desear muy fuerte, le habían dicho, y las cosas suceden.
A Ipazaguirre no lo deseó nunca, pensaba Marta mientras miraba la tele. Fue de esas cosas que suceden primero y se desean después. La adrenalina, la emoción, el miedo, el amor. Y la culpa. Toda la culpa. Cómo iba a desear Marta que ese señor todopoderoso estuviera con ella. Cómo iba a deducir que serían amantes, a esa edad, ella, que siempre había hecho todo bien, ella, cómo iba a mentir así, cómo iba a traicionar la confianza de su familia.
No sabe cómo, piensa. No sabe cómo, siente. Pero había quedado embarazada. Y había perdido ese bebé. Marta siente que no quiere perder nunca más nada en toda su vida, porque en realidad ya se perdió ella.
Mirando cómo una cocinera famosa batía yemas en la tele decidió que si se había perdido era hora de encontrarse. Sin que nadie la escuchara llamó a su hermana en Córdoba  y le dijo: “Voy a pasar una temporada allá, que Ricardo se arregle como pueda”.

jueves, 18 de junio de 2015

martes, 16 de junio de 2015

Chacapeaks: Voces





En el cementerio las cosas parecen quietas, pero los muertos a veces se mueven, como las hojas de los arboles alrededor, entre las tumbas y las personas que van a visitarlas. No es que se muevan realmente, pero aparecen como recuerdo, como llanto o como voz. Mucha gente habla en los cementerios, algunos hablan con la mente y otros se animan y charlan nomás ahí, con sus deudos. Puede ser muy liberador, a veces, dicen los que saben sobre duelos, sacarse de encima lo que uno siente y dejarlo ahí donde corresponde.

Graciela Artusi y Ricardo Méndez coinciden ese jueves de otoño en el cementerio. Ella lleva un luto perpetuo desde que encontraron a su hijo Juancito, hace ya  dos años, muerto en su cama con un ACV. O eso le dijeron. Un ACV. Qué clase de ACV le da a un chico de veinte años, había querido preguntar, pero decidió que sería mejor callarse, porque no cambiaría mucho el estado de Juancito por más preguntas que se hiciera.

Ricardo, entre aliviado y apesadumbrado por la reciente pérdida del embarazo de su mujer, le lleva flores a su madre, se queda mirando su nombre en la lápida y recuerda cuando era chico y feliz. La ve a Graciela a lo lejos y piensa que nunca le dijo que su hijo había ido a su casa la noche antes de su muerte. La ve y medita sobre si tiene algo de sentido decírselo, ahora, cuando pasó tanto tiempo que su hijo mayor Martín hasta se casó con una chica de Capital y todo.

El que pudiera unirlos en una conversación podría empezar a atar cabos: Juancito era el mejor amigo de Martín desde chico, Juancito se pasaba los días y las noches en el cuarto con Martín, Juancito se iba de vacaciones con Martín, Juancito y Martín dormían a veces en la misma cama, Juancito y Martín estaban juntos y revueltos.

El que pudiera atar cabos empezaría a entender cómo Juancito empezó a consumir cocaína, cómo eso lo alejó de Martín, cómo Juancito le reprochaba que con la vida de mentiras que llevaban era lo único que podía hacer, cómo se pelearon esa noche a los gritos, cómo Juancito se fue de mambo y cómo cayó redondo en su cama producto de las drogas y la desesperación.

El que pudiera sacudirlos y decirles que en lugar de hablar se digan cosas. Pero no. Bastante pasado tiene el cementerio como para seguir indagando.

-Graciela ¿Cómo estás? Tanto tiempo– dice Ricardo cuando se la cruza.

-Ricardo, un saludo a Marta, me enteré de lo suyo –le responde cordialmente Graciela.

-Gracias, gracias –se muestra educado Ricardo – te dejo que me esperan en casa.

martes, 9 de junio de 2015

ChacaPeaks: Manos


Fede ve venir la mano, la siente como un calor que le rebota en la nuca y vuelve a la nariz y de pronto todo se apaga. Cae hacia atrás y se golpea la cabeza con el gomero del patio del colegio.  
Está inconsciente tirado en pleno patio y a su alrededor todos los amigos que nunca tuvo o tendrá, todas las chicas con las que nunca estuvo o estará lo miran como si fuera un alien. Toda la vergüenza que siente Fede está diseminada en los cien metros cuadrados del patio del colegio al que debe ir para ser uno más y no lograr nunca nada más que lo que logran todos, no sobresalir, no destacarse, no leer de más, no escribir, no nada. Tenes que ser como nosotros, dice esa piña, puto, dice, tarado, nerd, dice la piña que acaba de darle Santiago Ramírez, la estrella de Chacabuco, el que se va a triunfar a Capital porque es delantero de River y además de ser el hijo del Sargento juega bien al fútbol,  el muy sorete.
Pero de pronto todo se apaga y cuando se despierta en el hospital aparecen flashes, cosas, dibujos, luces, no entiende cómo está ahí pero está ahí. Tuvo la primera agarrada a piñas de su vida. Aunque sería injusto decir que él agarró algo, más bien lo agarraron.
Abre los ojos y ve de forma difusa la figura de Laura, esa por la que está ahí, esa por la que valen la pena todas las piñas del mundo. Laura, que no es más Laurita porque debutó con Ramírez la noche de la fiesta de egresados, él lo sabe, cómo no saberlo, todo el puto pueblo sabe que el forro ese se la sacó.
Laura, qué haces acá, no te das cuenta que me cagaron a trompadas por vos. No te das cuenta que de no ser por vos tendría la nariz derecha. No te das cuenta, Laurita, mi vida, mi amor, que todos los poemas son para vos, que todo lo que escribo es para vos, no te das cuenta, hermosa, que nunca jamás voy a volver a amar a nadie así. Qué me importa tener dieciséis, si el único amor es el primer amor, Laura, lo dice Cortázar así que es una verdad indiscutible, Laura, hermosa. ¿Cuántas piñas más tendré que recibir para que me mires?
-Maravilla Martínez, ¿me escuchás?- me dice Laura.
-No- le contesto
Y se rie, la muy sádica, porque sabe que Ramírez se va a ir a la mierda y el que queda acá, sufriendo en el pozo con ella es este nerd, este pelotudo, este idiota que va a esperarla toda la eternidad hasta que lo deje de ver como amigo.
-Siempre el mismo tarado, vos- me dice mientras me acaricia la cara con más amor del que sabe que existe.

jueves, 4 de junio de 2015

Columna de cine

Para Llevalo Puesto

A partir de la firma del convenio entre la ENERC y la Beijing Film Festival repasamos las nuevas tendencias en cine del país de oriente y su influencia en el mercado audiovisual mundial. 

martes, 2 de junio de 2015

ChacaPeaks: Santificado

Para Diario Cuatro Palabras

Me llega un mensaje: Papá se suicidó.
Y yo pienso: ¿Qué? Y  contesto cualquier cosa.
Me repiten: Papá se suicidó.  
OK.
Papá se suicidó.
Eso.
El temible Sargento Ramírez, la voz de mando de todo Chacabuco, se pegó un tiro.
Mi papá, que me cagaba a trompadas a mí y a quien se le pusiera adelante, se murió.
Peor, se suicidó. Como un cagón, como una rata.
Estoy en la combi yendo para su velorio y en lo único que puedo pensar es en la frase “Papá se suicidó”.
Qué pelotudo, también pienso, pero no lo digo.
Y trato de dormir.
En el velorio entendí todo. Papá se suicidó pero lo dibujamos como un enfrentamiento porque la moral del pueblo, imaginate, me dice mi hermano Marcelo, el subcomisario. Este pueblo no tiene moral, le contesto. Bueno, es importante para los vecinos que no se sepa nada, pensá que papá tiene una imagen que mantener, me retruca Marcelo. Imagen de mierda, pienso, pero no lo digo. Lo que sí digo es: Ok, si se pegó un tiro con la reglamentaria cómo lo van a disfrazar de enfrentamiento, pelotudos.
Dije pelotudos en el velorio de mi papá.
Sí, lo dije.
Un asunto interno, me despacha rápido Marcelo. Interno con quién, ¿con el oficial dos en una comisaría de pueblo?, pienso pero, otra vez, no lo digo. No importa, Santiago, vos tenés que volver, por mamá, me tira Marcelo. ¿Qué? ¿Volver?  ¿Volver al pozo?  Antes me suicido yo también.
En el velorio entendí todo. Entendí como mis sueños de jugar en la primera de River se desvanecían por los aires porque tenía que volver a Chacabuco, porque mi papá era un cagón que se había pegado un tiro. Eso también lo pensé, nunca podría haberle dicho “cagón” a mi papá, pero mi papá nunca se había suicidado antes, tampoco.
Papá se nos fue, Santito. Dice Mamá. Necesito que te encargues con tus hermanos de las cosas. Dice. Total en el club te esperan. Mamá. Que esté en el cielo orgulloso de vos. Papá. Que te acuerdes de cuando eras chico. Papá cuando yo era chico. Que le dediques un gol. Papá y yo jugando al fútbol.
En el velorio entendí todo. Me lo contó Marcelo. Papá tenía cáncer de próstata. No se la iba a bancar. Mamá no lo sabe, no le digas, me pide.
Pienso en papá, pienso en la reglamentaria.
Pienso en volver.
Pienso que no se puede volver al lugar del que nunca te fuiste.

lunes, 1 de junio de 2015

Maten al mensajero: "Nuevas formas de contar y escribir"

Para Notas

Según el último censo de la Asociación de Revistas Culturales Argentinas (Arecia), hay más de 300 publicaciones culturales en el país que vienen mostrando formas alternativas de encarar la comunicación. Entre ellas, se destacan las que apuestan no solamente al papel como forma de distribución masiva en lugar de la web, sino a nuevas voces y nuevos encuadres.
“Maten al Mensajero” (MAM) es una revista bimestral gestada desde 2013 a partir de convocatorias a través de redes sociales y una campaña en la plataforma de financiamiento colectivo Idea.me, que vio la luz en mayo de 2014. Se centra en publicar textos inéditos de literatura en un espectro amplio que va desde las novelas por entrega, las aguafuertes o la microficción, pero que también incluye otras formas de narrativa como la historieta o la fotografía. Y aunque alejados a propósito de la coyuntura y la crítica cultural, este universo puede albergar un “biocómic” sobre Rodolfo Walsh o un folletín de no ficción sobre Silvia Suppo, una ex detenida-desaparecida asesinada en Rafaela en 2010.
A la par, la originalidad de esta nueva propuesta no está dada solamente por los formatos narrativos que difunde sino también por la búsqueda de nuevas voces fuera de Buenos Aires. En MAM se selecciona literatura de todo el país, con una clara visión federal. En este sentido, su director, Santiago Kahn, explica: “En Argentina hay una inmensa cantidad de gente talentosa escribiendo, dibujando, fotografiando y nos motiva mucho poder ser un trampolín para que esas maneras de contar lleguen a cada vez más gente”.
A la vez, la apuesta sigue creciendo: “Queremos que la sección vaya rotando cada número por una región o provincia del país, siendo un poco baqueanos y mostrando que existe un mundo enorme de autores que están escribiendo y que quizás no tienen suficiente difusión en otros lugares”.
El sentido federal se refuerza también con la distribución, ese gran problema de las publicaciones independientes. Con más de cincuenta puntos de venta en todo el país y en Uruguay, MAM aspira a largo plazo es poder cubrir todo el territorio nacional y aumentar sus suscripciones, con eje en un lector que pueda aparecer en cualquier parte.
“¿Qué tiene en común un pibe en La Plata que la compra en una comiquería con una suscriptora que la recibe por correo en Puerto Madryn? ¿Qué comparten el que la compra en un puesto de diarios de la línea B de subtes con la que la consigue en una librería de Mendoza?”, pregunta Kahn y responde: “Para nosotros, tienen en común esa pasión por la lectura y una apertura a nuevas formas de contar y escribir”.
El componente visual aparece también como un plus en MAM, reflejo de una forma de acceder a los contenidos que resiste aún en tiempos de internet, en los que el papel empieza a adquirir un valor diferencial, casi vintage. En ese sentido, MAM apuesta alto no solamente con el arte de tapa, singularísimo e intrigante en todos los casos, sino con la estética global de la revista.
Según Kahn, esto forma parte de una “obsesión” editorial. “La revista tiene que ser un objeto bello, atractivo visualmente y -en nuestro caso- con esa pincelada medio retro, ese olor a viejo-pero-nuevo que tiene elegir formas de contar o maneras de ilustrar un relato que no son las que habitualmente se ven en la gráfica nacional”, explica.

Facebook: Maten al mensajero
Twitter: @matenlo