“Salí de acá, infeliz, no te quiero volver a ver en mi puta
vida”, dice mamá. Qué cosa esta mamá, siempre se la agarra conmigo. No hay día
que no vuelva de salir con las chicas que no me putee, que no me hostigue, que
no me trate de puta o de arrastrada o de qué se yo qué. Es loco eso de las
madres, porque se supone que te tienen que querer, no, digo, como que está
instalado eso de que si te tuvieron es porque te quisieron entonces ahora que
te tienen más vale que te quieran porque entonces si no te quiere tu mamá
quién. Curioso. A mí mamá nunca me quiso, me parece. Debe ser que me parezco
mucho al boludo de mi papá, o que le hago acordar a ella cuando era joven o que
como no es más joven piensa que todas las jóvenes somos sus enemigas no sé, cuestión
que la vieja no me soporta y yo, para qué mentir, tampoco.
Es verdad que esta vez me la mandé. Es verdad que esta vez
se la hice. Pero bueno, una aguanta, aguanta y aguanta… pero el superpoder lo
tiene. Así hice que la muy yegua se quedara canosa de un día para el otro.
Pensando lo hice. Pensando mucho, mucho, en que mi mamá era mi peor enemiga.
Ojo, ella se lo buscó. Se lo vio venir, se lo buscó y ahora
que se lo aguante. Sino ¿Para qué me vino a escrachar a los gritos a la
inmobiliaria del viejo Ipazaguirre? Porque sabía que estaba con él ahí, porque
sabe que ahí es donde nos encamamos. “¡Julieta! ¡Julieta!” empezó a gritar la
muy desubicada, afuera y adentro del local. Histérica, como siempre, loca,
sacada “¡¡Julieta sé que estás ahí adentro!! ¡¡Salí ya mismo!!”.
¿Cuánta vergüenza entra en este metro sesenta que Dios me
dio? Toda. Toda la vergüenza que se
puedan imaginar.
Así que se la hice. Llegué a casa y se la hice bien hecha.
¿Y si no es para eso para que tengo mi superpoder?
El embrujo se aprende fácil. Lo difícil cuando uno sabe cómo
hacer es no usarlo siempre. Hay que saber hacer el mal, no es para cualquiera.
Pero aprender se aprende rapidísimo: un par de padres nuestros, dos aves
marías. Nueve velas, una cinta rojita cortada en pedacitos y el deseo. Después
quemas todo, ponés agua a hervir con las cenizas hasta que sale espuma. Negra
sale, la espuma, por la de las canas, lógico.
Pobre mamá, todas esas horas que me dejó sola de chica,
todos esos fines de semana que me mandaba a vaguear por ahí porque no me
soportaba. Todas esas clases con la vieja Urrutía, la tarotista, todos esos
años ejercitando mi superpoder.
Ahora que se joda, ahora que se compre toda la tintura del
mundo, a ver cómo hace para sacarse esas canitas. Jeje.