Para Llevalo Puesto
Le festejamos los 10 años a YouTube repasando qué fue lo más reproducido en Argentina y analizando cómo es la web se viene a partir de los sitios pagos y las ventas en contenidos online.
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jueves, 28 de mayo de 2015
martes, 26 de mayo de 2015
ChacaPeaks: Millonario
Para Diario Cuatro Palabras
Santiago Ramírez ahora juega en
River Plate.
Antes, mucho antes, muchísimo
antes que antes, en otro universo, había sido el hijo menor del Sargento
Ramírez. Era cuando vivía allá. Allá es Chacabuco. Allá es El Más Allá. Con
mayúscula bíblica. El pozo. Allá, en Chacabuco, el pozo. El pozo donde fue el
hijo de Papá. Donde fue hijo del jefe. Donde entendió de chiquito
cómo-era-la-cosa. Donde descifró que la-cosa era gente muerta. O gente
golpeada. O gente que pagaba para que Papá no los cagara a trompadas. O gente
que cagaba a trompadas a otra gente para que le pagara a Papá. O simplemente
gente. Allá, en Chacabuco, el pozo, donde entendió que la-cosa era un montón de
gente que le tenía miedo a Papá.
Como él. El siempre le tuvo miedo
a Papá. Con mayúscula bíblica.
Pero Santiago Ramírez ahora juega
en River Plate. En las inferiores, pero en River Plate. Todavía no entró de
titular, pero en River Plate. El que está en su puesto es mejor que él, pero en
River Plate. Además, vive en Buenos Aires. Ya no vive allá. Y sí o sí va a
jugar de titular.
No es que un poco no extrañe. A Laura,
su novia, le dijo que la extrañaba. A sus amigos también, no les dijo, pero les
prometió llevarlos a conocer los boliches de Capital. A su mamá sí, le dijo,
cuando finalmente se volvió al pozo después de conseguirle el departamento en
Capital, que la iba a extrañar. Porque con mamá uno puede permitirse algunas
licencias.
Santiago Ramírez ahora juega en
River Plate. Y vive solo en un departamento. Tiene que limpiar. Tiene que
planchar. Tiene que cocinarse. Y su dieta tiene que estar balanceada. Tiene que
tener proteínas y cero grasas. Porque sí o sí va a jugar de titular.
Santiago Ramírez ahora juega en
River Plate. Busca a su wandanara. Espera a su wandanara. Sueña con wandanara y
se toca pensando en wandanara y se tatúa wandanara y si no hay wandanara que no
haya nada entonces.
Nunca va a volver al pozo de
donde salió. Y va a jugar de titular.
Nunca jamás va a volver a ser el
hijo del Sargento. Y sí o sí a jugar de titular.
Nunca jamás en su puta vida va a
volver a ser eso. Sí o sí, de titular.
Nunca, jamás, en su putísima vida
van a volver a golpearlo como lo golpeaba el Sargento, su papá. Y va a jugar de titular. Sí o sí.
Saliendo de entrenar le llega un
mensaje de su hermano Marcelo: “El viejo se suicidó, más vale que te vengas cuanto
antes”.
jueves, 21 de mayo de 2015
Columna de cultura
Para Llevalo Puesto
A partir del estreno de "Entre Caníbales", la nueva serie de Campanella repasamos las internas políticas, culturales y sociales de la trama y el elenco.
A partir del estreno de "Entre Caníbales", la nueva serie de Campanella repasamos las internas políticas, culturales y sociales de la trama y el elenco.
ChacaPeaks: Cosecharás tu siembra
Carla y Martín Méndez salen del Registro Civil casados pero son la pareja menos pareja del mundo.
Ella es de zona norte de la Capital, educada en colegio de monjas, excelsa jugadora de hockey, flamante licenciada en relaciones públicas con honores de universidad privada y bilingual skills. Él lo más cerca que llega a ese universo es a haber jugado al rugby de chico, lugar que recuerda con cariño porque fue donde descubrió su homosexualidad.
Se conocieron trabajando en Electronika S.A., empresa en la que Martín llegó a gerente de forma meteórica. Solo desde chico en la gran ciudad, había logrado más que lo que muchos de sus compañeros de escuela, pero bastante poco para sus ambiciones. Casarse con Carla era, entonces, un escalón más en esa ruta directa al éxito que significaba tener una familia con conexiones y dinero en Buenos Aires. Pero, sobre todo, casarse con ella sería olvidar su verdadero deseo, el difunto Juancito Artusi. En el caso de Martín, muerto el perro – Artusi-, la rabia -el amor- se había triplicado. Y por eso debía casarse con Carla cuanto antes, para enterrar para siempre ese deseo, esa noche juntos, la noche de su muerte.
Ella veía en él todo lo que no tenía su padre. Era un pibe de barrio y eso lo hacía exótico, gozaba de toda la picardía que le faltaba a sus habituales pretendientes, un cuerpazo a fuerza de horas de gimnasio y encima, le había dicho que la necesitaba. Fue el mismo día que le confesó todo: la historia de Juancito, cómo se habían conocido, se habían enamorado y habían negado que se querían. Cómo se había muerto Artusi no lo contó, pero sí le dijo que estaba enterrado.
Carla nunca quiso saber si ese entierro era literal o metafórico, o no le importó averiguarlo porque Martín le dijo que la necesitaba, que no quería ni podía blanquear su situación ni con su familia ni con la empresa ni con nadie. Y le dijo también que ella era su salvavidas. Para ella, que siempre había sido la hija de, la hermana de, la amiga de, que alguien la necesitara funcionó como un reloj. Cuando lo presentó en su casa entendió la mejor parte: como su madre lo detestaba, estar con él era una manera de decirle que nunca sería como ella.
Carla y Martín Méndez salen del registro civil casados. Sus hijos serán hermosos, su casa será hermosa, su vida será hermosa. Nada parece advertir que algunas cosas que parecen enterradas, en realidad han sido sembradas.
Ella veía en él todo lo que no tenía su padre. Era un pibe de barrio y eso lo hacía exótico, gozaba de toda la picardía que le faltaba a sus habituales pretendientes, un cuerpazo a fuerza de horas de gimnasio y encima, le había dicho que la necesitaba. Fue el mismo día que le confesó todo: la historia de Juancito, cómo se habían conocido, se habían enamorado y habían negado que se querían. Cómo se había muerto Artusi no lo contó, pero sí le dijo que estaba enterrado.
Carla nunca quiso saber si ese entierro era literal o metafórico, o no le importó averiguarlo porque Martín le dijo que la necesitaba, que no quería ni podía blanquear su situación ni con su familia ni con la empresa ni con nadie. Y le dijo también que ella era su salvavidas. Para ella, que siempre había sido la hija de, la hermana de, la amiga de, que alguien la necesitara funcionó como un reloj. Cuando lo presentó en su casa entendió la mejor parte: como su madre lo detestaba, estar con él era una manera de decirle que nunca sería como ella.
Carla y Martín Méndez salen del registro civil casados. Sus hijos serán hermosos, su casa será hermosa, su vida será hermosa. Nada parece advertir que algunas cosas que parecen enterradas, en realidad han sido sembradas.
jueves, 14 de mayo de 2015
Columna de cultura
A raíz del estreno de "Sin Hijos" (Ariel Winograd) repasamos nuevas tendencias en la comedia argentina, tanto web como en cine tradicional.
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ChacaPeaks: Bang
Mira el arma. El arma lo mira. Tantos años con
ella. Tantas cosas juntos. Tantas noches cerca. La relación que tiene con su
arma, la relación que todo policía tiene con su arma, es casi más íntima,
piensa, que la que se tiene con una esposa. Las dos te cuidan. Las dos te
protegen. De cosas distintas, pero te protegen al fin.
Esposa: Femenino.
Mira el arma. El arma lo mira. Tanta pólvora. Tanto
ruido. Tanta justicia. Tanta mano propia. Qué absurdo eso de la mano propia,
piensa, de quién va a ser la mano. Qué otra mano va a hacer justicia que no sea
la mía, Cabo Ramírez, Oficial Ramírez, Sargento Ramírez. Qué otra mano hay en
el mundo que esta con la que tengo el arma, ahora, acá, mirándome.
Mano: Femenino.
Mira el arma. El arma lo mira. Tanto silencio a su
alrededor. Tanta historia concentrada en esas paredes de su despacho. Tanta
justicia puesta en cuadritos. Tantas fotos con compañeros, tantas
condecoraciones.
Foto: Femenino.
Es la próstata, dice el médico. Es la culpa, dice él.
La culpa como una bola gigante de mierda llenándome la próstata. Justo ahí,
donde está la masculinidad, donde está la testosterona. Justo a mí se me viene
a infectar el órgano más machito de todos, piensa.
Testosterona: Femenino.
Es la próstata, dice el médico. Es la pibita, dice él.
Es la pibita del 91: desnuda, congelada, muerta. Una bolsa de plástico con una
pibita adentro, eso tengo en la próstata. Eso mismo. Veinte años de una muerta
creciéndome adentro. Como si hubiera sido la única. ¿Hubo más Sargento? ¿Hubo
muchas bolsas de plástico? ¿Cuántas bolsas de plástico tiene metidas en su
próstata?
Bolsa: Femenino.
Las manos, las pibitas, las bolsas. Puros femeninos
tengo en la próstata. Hasta los órganos más masculinos son femeninos: pija,
bolas, bragueta, paja, wasca, leche, esposas. O acaso las esposas no son
también un órgano viril, piensa.
Muerte: Femenino.
Suicidio es masculino, sigue Ramírez. Suicidio es
masculino pero es la cosa más de cagón del mundo, se retruca. Un cagón, te vas
a morir como un cagón por la culpa. ¿Qué va a decir tu mujer? ¿Qué van a decir
tus hijos? ¿Qué va a decir el Chacabuco que vos ayudaste a construir si te
pegás un tiro?
Arma: Femenino.
martes, 5 de mayo de 2015
Distancia de rescate: entre lo urgente y lo importante
Para Notas
Distancia de Rescate
Samanta Schweblin
Random House
Descargar PDF
Puede pensarse que la narrativa realista es aquella que aborda un
problema cotidiano y lo describe de forma objetiva, periodística o híper
detallada, tratando de no perderse nada de “lo importante” para dar
cuenta de una época, un proceso determinado o un fenómeno preciso. En Distancia de rescate, la última novela de la premiadísima Samanta Schweblin,
el tema central es un problema real, los agrotóxicos utilizados en el
campo y sus consecuencias en la salud de la población, sobre todo en los
niños. Sin embargo, semejante catástrofe socioambiental es retratada de
la manera menos realista posible, atravesada por el delirio, la
alucinación y un terror más cercano a cuentos fantásticos que a la
sección de policiales de un diario.
Hasta ahora, los cuentos de Schweblin (recopilados en El núcleo del disturbio en 2002 y Pájaros en la boca
en 2009) han sido traducidos a más de trece idiomas y puede que sea
porque además de técnicamente perfectos, son bastante universales. Sin
embargo, Distancia de rescate tiene una ubicación imprecisa
pero inferimos -porque leemos diarios argentinos- que en el campo local
suceden cosas similares a las malformaciones de las que hablan los
personajes. Esto lo convierte en un libro político y de denuncia.
Pero “eso no es lo importante”, dirá el personaje central, que no
sabemos si está vivo, muerto o en el limbo. Y ahí el principal acierto
del libro: ubicarnos en ese terreno pantanoso entre lo bueno (lo fértil)
y lo malo (lo tóxico), lo pacífico (el campo bucólico) y lo terrorífico
(el agrocapitalismo feroz).
Pero el peor limbo está en eso que parecía familiar y se convierte en
siniestro. Porque este cuento largo, como lo definió su autora, habla
por sobre toda las cosas de familias y de cuánto tiempo le lleva a una
madre reconocer que su hijo está en peligro (de ahí el título). Sin
embargo, en este pueblo (¿mundo?) lleno de tóxicos y veneno, no hay
forma de que eso suceda, porque el peligro no está afuera sino adentro,
de la tierra, de los cuerpos, de la sociedad. Lo urgente (rescatar a los
niños del peligro) se desdibuja con lo importante (que no exista tal
peligro) y quedamos nosotros también atrapados allí, en el limbo.
Queda preguntarse si a la perturbación que produce leer lo que
efectivamente sabemos que sucede hace años le seguirá una acción que
impida que siga sucediendo o simplemente este será un libro de época que
intenta plasmar una problemática que de aquí en adelante será
universal. ¿Cuánto tiempo resta para que el único agro sea tóxico?,
parece preguntarse Schweblin. ¿Cuánto falta para que no exista rescate
posible?
Samanta Schweblin
Random House
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ChacaPeaks: Patrimonio
Para Diario Cuatro Palabras
Pancho y Julieta se conocieron en la florería donde ella trabaja.
Había sido fácil para él, con esa aureola de superioridad que tenía cuando
bajaba de su 4x4, seducirla. Era igual a su madre la pendejita, linda y bien
trola, como le gustaban a él. ¿Sabría Julieta que él le había propuesto
casamiento a su mamá antes de que se casara con su padre? ¿Sabría que él había
sido su primer hombre? ¿Sabría Julietita, linda, las cosas que había hecho con su señora madre
en la F100 que tenía allá por los ochentas? Qué épocas Panchito, qué épocas.
De todas las amantes que ostentaba Pancho Ipazaguirre, casi
tantas como sus cuentas bancarias, a Julieta la tenía en especial estima por
eso, porque era la hija de su ex amante. Era como si el patrimonio de tetas de
Chacabuco le perteneciera de generación en generación, sin que él tuviera que
hacer mucho más que seguir juntando plata.
Por eso Julietita era especial. La había visto crecer a la
sombra de su madre, que no le dirigía la palabra hacía años. Había visto cómo se le habían desarrollados
las tetitas, cómo se iba poniendo lindita, cómo se iba acortando la pollera del
colegio. Había visto todo. Cómo primero atendían la florería juntas y después
la madre la dejaba sola porque se llevaban a las patadas. Había visto cómo
todos los clientes del mundo le miraban
el escote mientras iban a comprar flores
para sus señoras. Y había visto al boludo de Ricardo Méndez y cómo ella se
enamoraba lentamente de él. Pensar que a la esposa de Méndez también se la
había bajado, qué idiota este Ricardo.
Pero ahí estaba Julietita, la hijita de Susana, la que
podría haber sido su hijita, toda enamoradísima de Méndez. O toda enamoradísima
de cualquiera que le dijera una cosita linda o dos. Acostándose con él como lo
había hecho su madre. Mi vida, tan chiquita. Mi vida, tan ilusionada con el
amor. Mi vida, tan sueltita de ropas pensando que así alguien la querría de
verdad, como no la quiere su madre ni su padre ni nadie en esa familia de
pusilánimes que tiene. Así son las chicas lindas de pueblo, Panchito: se las
dan de atrevidas pero en el fondo solo esperan que un príncipe azul baje de una
4x4 y las lleve lejos del pozo roñoso donde crecieron.
Para él había sido fácil, la primera vez, había sido así de
fácil.
-Buen día, ¿gardenias
tenés?
-Sí, fresquísimas ¿cuántas
quiere?
-Todas.
-¿Todas? Pero son como
mil pesos.
- Perfecto, me imagino
que tu teléfono debe salir el doble.
-Don Ipazaguirre, ¿qué
dice?
-Llamame Pancho, por
favor.
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