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martes, 5 de mayo de 2015

ChacaPeaks: Patrimonio

Para Diario Cuatro Palabras




Pancho y Julieta se conocieron en la florería donde ella trabaja. Había sido fácil para él, con esa aureola de superioridad que tenía cuando bajaba de su 4x4, seducirla. Era igual a su madre la pendejita, linda y bien trola, como le gustaban a él. ¿Sabría Julieta que él le había propuesto casamiento a su mamá antes de que se casara con su padre? ¿Sabría que él había sido su primer hombre? ¿Sabría Julietita, linda,  las cosas que había hecho con su señora madre en la F100 que tenía allá por los ochentas? Qué épocas Panchito, qué épocas.
De todas las amantes que ostentaba Pancho Ipazaguirre, casi tantas como sus cuentas bancarias, a Julieta la tenía en especial estima por eso, porque era la hija de su ex amante. Era como si el patrimonio de tetas de Chacabuco le perteneciera de generación en generación, sin que él tuviera que hacer mucho más que seguir juntando plata.
Por eso Julietita era especial. La había visto crecer a la sombra de su madre, que no le dirigía la palabra hacía años.  Había visto cómo se le habían desarrollados las tetitas, cómo se iba poniendo lindita, cómo se iba acortando la pollera del colegio. Había visto todo. Cómo primero atendían la florería juntas y después la madre la dejaba sola porque se llevaban a las patadas. Había visto cómo todos los clientes del mundo le  miraban el escote mientras iban a comprar flores para sus señoras. Y había visto al boludo de Ricardo Méndez y cómo ella se enamoraba lentamente de él. Pensar que a la esposa de Méndez también se la había bajado, qué idiota este Ricardo.
Pero ahí estaba Julietita, la hijita de Susana, la que podría haber sido su hijita, toda enamoradísima de Méndez. O toda enamoradísima de cualquiera que le dijera una cosita linda o dos. Acostándose con él como lo había hecho su madre. Mi vida, tan chiquita. Mi vida, tan ilusionada con el amor. Mi vida, tan sueltita de ropas pensando que así alguien la querría de verdad, como no la quiere su madre ni su padre ni nadie en esa familia de pusilánimes que tiene. Así son las chicas lindas de pueblo, Panchito: se las dan de atrevidas pero en el fondo solo esperan que un príncipe azul baje de una 4x4 y las lleve lejos del pozo roñoso donde crecieron.
Para él había sido fácil, la primera vez, había sido así de fácil.
-Buen día, ¿gardenias tenés?
-Sí, fresquísimas ¿cuántas quiere?
-Todas.
-¿Todas? Pero son como mil pesos.
- Perfecto, me imagino que tu teléfono debe salir el doble.
-Don Ipazaguirre, ¿qué dice?
-Llamame Pancho, por favor.

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