Pancho y Julieta se conocieron en la florería donde ella trabaja.
Había sido fácil para él, con esa aureola de superioridad que tenía cuando
bajaba de su 4x4, seducirla. Era igual a su madre la pendejita, linda y bien
trola, como le gustaban a él. ¿Sabría Julieta que él le había propuesto
casamiento a su mamá antes de que se casara con su padre? ¿Sabría que él había
sido su primer hombre? ¿Sabría Julietita, linda, las cosas que había hecho con su señora madre
en la F100 que tenía allá por los ochentas? Qué épocas Panchito, qué épocas.
De todas las amantes que ostentaba Pancho Ipazaguirre, casi
tantas como sus cuentas bancarias, a Julieta la tenía en especial estima por
eso, porque era la hija de su ex amante. Era como si el patrimonio de tetas de
Chacabuco le perteneciera de generación en generación, sin que él tuviera que
hacer mucho más que seguir juntando plata.
Por eso Julietita era especial. La había visto crecer a la
sombra de su madre, que no le dirigía la palabra hacía años. Había visto cómo se le habían desarrollados
las tetitas, cómo se iba poniendo lindita, cómo se iba acortando la pollera del
colegio. Había visto todo. Cómo primero atendían la florería juntas y después
la madre la dejaba sola porque se llevaban a las patadas. Había visto cómo
todos los clientes del mundo le miraban
el escote mientras iban a comprar flores
para sus señoras. Y había visto al boludo de Ricardo Méndez y cómo ella se
enamoraba lentamente de él. Pensar que a la esposa de Méndez también se la
había bajado, qué idiota este Ricardo.
Pero ahí estaba Julietita, la hijita de Susana, la que
podría haber sido su hijita, toda enamoradísima de Méndez. O toda enamoradísima
de cualquiera que le dijera una cosita linda o dos. Acostándose con él como lo
había hecho su madre. Mi vida, tan chiquita. Mi vida, tan ilusionada con el
amor. Mi vida, tan sueltita de ropas pensando que así alguien la querría de
verdad, como no la quiere su madre ni su padre ni nadie en esa familia de
pusilánimes que tiene. Así son las chicas lindas de pueblo, Panchito: se las
dan de atrevidas pero en el fondo solo esperan que un príncipe azul baje de una
4x4 y las lleve lejos del pozo roñoso donde crecieron.
Para él había sido fácil, la primera vez, había sido así de
fácil.
-Buen día, ¿gardenias
tenés?
-Sí, fresquísimas ¿cuántas
quiere?
-Todas.
-¿Todas? Pero son como
mil pesos.
- Perfecto, me imagino
que tu teléfono debe salir el doble.
-Don Ipazaguirre, ¿qué
dice?
-Llamame Pancho, por
favor.
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