Sorprenderla,
eso quería, que no se lo esperara, que pensara que nunca lo iba a hacer delante
de él. Agarrarla desprevenida, sí, eso sí era lo quería. Y lo logré, sí, sí, lo
logré, lo logré, pero también que él viera, que él entendiera que lo hacía por
él, para él, por nosotros. Quería que él viera que yo luché, luché hasta el
final, para mantener unida a la familia, mi familia, la que ella quería romper,
gringa de mierda.
Los jueces del Tribunal
Oral en lo Criminal y Correccional Nº20 condenaron hoy a Claudio López Rossi,
de 54 años, a prisión perpetua por el femicidio de su esposa, la ciudadana alemana Elke Yvars Beck. Se
consideró que el abogado fue responsable de los delitos de “homicidio
doblemente agravado por haber sido cometido contra su cónyuge y por
femicidio por haber sido cometido por un hombre mediando violencia de género”.
Habíamos
hablado esa mañana, se lo había pedido, se lo había suplicado, le había dicho
por favor que me dejara verlo, que tenía que verlo, que él era mi familia, mi
única familia, la única cosa que pude construir, todos estos años solo, sin
nadie, sin nada mío. Pero ahora estaba él, ahora él y yo éramos una sola cosa,
una familia, eso éramos, estábamos juntos, estábamos juntos para siempre. Pero ella
no importaba, ella daba igual, si ni siquiera era de este país, si ni siquiera
hablaba bien español. Pero él sí, él habla español, él es sangre de mi sangre,
él es mío, él es mi familia, él no es de ella, no, no.
En 2015 el abogado
López Rossi ingresó al edificio donde vivía su esposa y su hijo, en el barrio
de Belgrano. Lo hizo a pesar de que tenía una prohibición de acercamiento
ordenada por un juzgado civil. Subió hasta el sexto piso y esperó que Elke
saliera del departamento junto al pequeño para ir al colegio. Cuando fue hasta
el ascensor, el acusado salió por detrás de una puerta y comenzó a apuñalarla.
Entonces
agarré lo primero que encontré, cuando cortamos el teléfono. Unas tijeras de
jardinero que tenía en casa, unos guantes, la campera y listo. Hacía dos semanas
que no veía al nene, hacía dos semanas que ella me separaba de él, que él ni
siquiera me podía llamar, ella se lo tenía prohibido, yegua, gringa de mierda,
con esos aires de superioridad europeos que tenía siempre conmigo, inmunda,
pensé cuando corté y salí disparado a mi casa, a lo que era mi casa, mi familia,
mi verdad.
Durante sus últimas
palabras, el hombre culpó a la víctima por el femicidio: “ella no toleraba el
amor que yo tenía por mi hijo así que sepan comprender lo que me tocó padecer”.
Luego, agregó: “no estaba en mis cabales y no lo estuve en ese momento”. Dijo
que lo único que hizo fue cumplir con “su deber de esposo, de cuidarla y
mantenerla”.
Porque
ellas creen que pueden, ellas creen que pueden. Ahora pueden, mirá vos, ahora
pueden qué. Orden de restricción dice, claro, por supuesto, cómo no. Serás
imbécil, cómo vas a poner una ley entre
mi hijo y yo, hija de puta, la ley soy yo, la orden la doy yo, el límite lo
pongo yo. Él es mi hijo y vos sos mi mujer, a mucha honra sos mi mujer y esta
es mi familia, Vas a ver, vas a ver cómo nunca más vas a dejar de ser mi mujer
ahora, vas a ver cómo él se va a acordar de su papá, vas a ver, pensaba,
mientras agarré el auto y salí disparado para la casa. Orden de restricción, qué
risa, la sangre no conoce órdenes de restricción, la sangre no es agua, estúpida,
la sangre no lee, no escribe. Esto es mío, vos sos mía, él es mío y esta es mi
sangre, son mis genes, vas a ver, vas a ver quién restringe a qué, gringa de
mierda, vas a ver.
“La situación se dio
después de años de maltrato y muestra el odio que tenía hacia la víctima sólo
por el hecho de ser mujer”, destacó el fiscal durante su alegato. Marcó la particularidad
del hecho: que el testigo principal haya sido el hijo de ambos, a quién
consideró otra víctima del accionar de López Rossi. “El chico vio y vivió el
maltrato que sufría su madre”, manifestó, y agregó que el nene dijo que su mamá
“no aguantaba más” porque el padre le gritaba mucho.
Llegué
y no había nadie, ni el portero había salido todavía, los negocios estaban
cerrados, era casi de noche, cuando llegué, gringa de mierda, gringa de mierda,
mi hijo es mío, es mío, no es nuestro, no es tuyo, no es tuyo, es argentino mi
hijo, como yo, no como vos, vas a ver, vas a ver. Todavía tenía la llave de
abajo así que subí sin problemas, pero la de arriba la había cambiado, claro, porque
esta casa que pagué yo ya no me
pertenece, porque estos muebles que acarreé yo no me pertenecen, claro, porque
vos no me perteneces, vos querés el divorcio, por supuesto, porque la ley te
protege, porque las protege a todas ustedes, hijas de puta, las protege de qué,
de quién. Pero no te preocupes, a mi hijo lo protejo yo, mi hijo es mío, la ley
es mía, te pensás que estudié abogacía como hubiera estudiado plomería,
estúpida, en menos de cinco años voy a salir, vas a ver, vas a ver.
Para la Fiscalía, el
femicidio no se trató de un arranque de furia sino que fue totalmente planificado.
Consideró que la situación era particularmente grave por la circunstancia de
control y violencia de género que ejercía el abogado; que el testigo principal
del hecho fuera su hijo, al cual dejó sin madre y el trauma que va a tener que
atravesar el pequeño.
Escuché
la puerta de la casa, la voz de él, sus pasos, sus palabras, tu voz de mierda, tu voz de gringa de mierda, con ese
español de mierda, diciéndole no sé qué cosa, sus pasos, tus pasos, mi
respiración, mis genes, mi sangre, es mío, esto es mío, a mucha honra, no me lo
vas a sacar, a mucha honra, no te lo voy a permitir, a mucha honra. Acá tenes,
hija de puta, acá tenés, mirá, mirá lo que hago con tu mamá, es ella ves, es
ella la que nos separó todo este tiempo, es ella la culpable de romper esta
familia. Yo estoy acá, yo estoy acá para vos, para lo que necesites, para
siempre, ella no, ella se fue, ella está muerta, la maté yo, sí, la maté porque
nos separaba, la maté para que estuviéramos juntos. Mirá, mirá tu sangre, mirá
mi sangre, mirá cómo nunca nos vamos a separar, mirá cómo se muere, la hija de
puta, gringa hija de puta, tomá, ahí tenés la orden de restricción que querías,
ahí tenés, ahí tenés. A mucha honra.
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