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martes, 31 de marzo de 2015

ChacaPeaks: Focus


---------- Mensaje enviado ----------
De: Sofía Costas <soficostas@gmail.com>
Fecha: 02 de marzo de 2015, 15:27
Asunto: Novedades
Para: claudiarodriguez@gmail.com
Clau: ¿Cómo andás? Qué bueno lo que me contás de la cátedra, felicitaciones!!  
Por acá también tengo novedades. En principio decidí tomar unas horas en un colegio acá en Chacabuco y licenciar las de capital aunque sea un cuatrimestre. Sé que suena loco pero mi tía Rosa está mal de salud, así que le va a venir bien un poco de compañía y a mí me viene bien alejarme un poco de Buenos Aires, la locura de la ciudad a veces no nos deja ver lo que realmente queremos. Además conocí a unos cuantos vecinos de la tía que son buena gente, más tranquila, mucho más honesta y mucho más transparente que los porteños. No sé Clau, no sé si este es mi lugar en el mundo o si estoy haciendo la gran Into the Wild (¿la viste, no?) pero este mes acá me generó una paz mental indescriptible. Por otro lado tengo novedades de Pablo, que se enteró dónde estaba (no sé cómo) y se vino para el findesemana largo de Carnaval. La pasamos bárbaro, no discutimos ni una vez, no se enojó porque me hubiera ido así de un día para el otro y hasta mi tía lo adora. Es loco pero a veces creo que todavía puedo quererlo, que todavía puedo creerle, o algo así. Sé que me vas a decir lo de siempre (que es un hijo de puta, un mentiroso, un violento, un perverso, lo sé, lo sé, me lo taladra todo el día el pajarito) pero a la vez siento que hay algo superior a mí que me dice que tengo que quedarme con él. Como si en realidad mi lugar en el mundo no fuera geográfico sino cósmico, mental, espiritual. Cuando estamos juntos siento que no podría construir un hogar en el que no esté. Qué palabra loca “hogar”, ¿no? Siempre me acuerdo cuando aprendí en la fac que viene del latín focus, que quiere decir fuego. ¿Sera que entre Pablo y yo no se apagó todavía? La verdad es que la distancia me hizo dar cuenta de que lo necesito. Al hogar, al fuego, a Pablo. En fin, por ahora vamos a seguir separados, él en Buenos Aires y yo acá, pero estuvimos viendo algunos terrenos para comprar, hay unas cosas divinas, muy baratas. Quizá la tranquilidad de este lugar se le traslade también a él y podamos empezar de cero. Quizás pueda olvidarme de las cosas que me hizo, perdonarlo y volver a enamorarme de él como cuando nos conocimos. Ojala que sí.
Te mando un beso enorme, amiga, sigamos en contacto y a ver cuándo venis a comerte un asadito!
Sof.

martes, 24 de marzo de 2015

ChacaPeaks: Rolito

Para Diario Cuatro Palabras



Estaban todos. Artusi, Gómez, Rodríguez, Machado. Sentados en la larga mesa del fondo de lo de Ricardo, esperando que Marta trajera las ensaladas, ya pasados de vino, pero muy consientes que tenían que hacer algo. En la parrilla había un festín: achuras, tira, vacío, matambre, unas provoletas y hasta ese engendro de ajíes rellenos con huevo que les gustaban solo a las mujeres.
Pero Marta era la única dama del cónclave. Los demás habían ido sueltos. El asunto era de pelotas. Y lo único que hacían las mujeres era llenarlas de estupideces, le había contestado de mala manera uno a la señora que le pidió ir.
El plan era difuso: había que cagar al que los cagaba a ellos. Pancho Ipazaguirre, el dueño del pueblo, el señor préstamos sin intereses que, año a  año, los había venido haciendo mierda sin titubear. El Sr. Usura, con contactos en  la intendencia, en la gobernación, en Capital. Que ahora arremetía contra Gómez pero que ya lo había hecho con todos los demás.
Juntos podemos, pensaban entusiastas, somos más.
La idea  fue tomando forma a medida que pasaba la noche: uno se ocuparía de ofrecerle un negocio, el otro le diría que había con qué, el siguiente dibujaría números, y finalmente, cuando Ipazaguirre se convenciera de que había que invertir, llevaría la guita desde su casa amurallada a la inmobiliaria del centro. Y ahí listo, se hacía un boquete y chau hipoteca, chau intereses, chau humillación.
-¿Pero Ustedes se piensan que el tipo es boludo? - dijo Marta, mientras completaba con Rolitos la hielera.
El silencio que se hizo luego de su intervención le recordó a cada uno lo bien que había hecho en no invitar a su esposa. Ella siguió:
-Si fuera tan ingenuo no los tendría a todos agarrados de las pelotas, muchachos, tienen que pensar en algo más elaborado.
Más silencio. Solo el ruido de los Rolitos en las hieleras de metal.
-Algo que involucre una mina, ¿O acaso no saben el dicho de la yunta de bueyes?- se mofaba Marta.
El silencio creció tanto que alcanzó para darle a entender que se tenía que ir a la cocina. Allá, sola, mientras miraba hablar a los señores conspiradores, recordó las veces que había estado con Ipazaguirre en la cama. Las veces que él se había reído como un nene de las cosquillas que ella le hacía. Las miles de veces que había llorado, en la intimidad de las sabanas, el tipo que querían voltear en su propio patio.
Se acarició el bajo vientre: pidió que el nene de Pancho Ipazaguirre saliera escorpiano como su papá.
 

jueves, 19 de marzo de 2015

martes, 17 de marzo de 2015

ChacaPeaks: Pelotazo

Para Diario Cuatro Palabras



-Vos no me querés, me usaste, sos un hijo de puta.

-Sí te quiero,  pero tenés que entenderme.

-Entender una mierda, vos preferís la pelota esa del orto que estar conmigo.

-No es una cuestión de preferir, bombón, pero entreno y me seleccionaron.

-Una cosa es que entrenes y otra que me dejes tirada acá, después de lo que pasó la noche de la fiesta de egresados.

-¿Qué? ¿No te gustó?

-Sí, claro, por eso no quiero que te vayas ahora con cualquier wandanara que ande por ahí.

-Salí, bobita, mirá si Wanda Nara me va a dar bola a mí.

-A vos seguro que no, si vive en Milán.

-Bueno, pero mirá la señora de Messi, la conocía desde chiquito.

-Vos me estás re chamuyando,  andate a la mierda.


Laura y Santiago ya no eran más Laurita y Santiaguito. Primero y principal porque finalmente habían debutado. Sí, habían debutado juntos la noche de la fiesta de egresados. Ella se había hecho en lo de Coca un vestido increíble, con drapeados, transparencias, una locura. El había ido a buscarla a la casa, había saludado al padre y la había llevado a la fiesta para que los vieran todos. Era oficial, eran novios. Pero novia, lo que se dice novia, Santiago y Santiaguito tenían solamente una, la pelota. Y había que competirle a esa. Estaba por todas partes, en cualquier televisor, en cualquier casa, en cualquier esquina. Ella lo diferenciaba de los demás. El y la pelota eran la misma cosa, eran la única cosa posible. 


A Laurita la quería, sí. La quería cuando era Laurita y ahora, que gracias a él, era Laura. Pero eso, eso no era amor. 


Entonces entendió que tenía que elegir. Que tenía que decidir, por primera vez, algo importante. Y ahí Santiago dejó de ser Santiago y pasó a ser el Sr. Santiago, que toma decisiones, que elige una cosa sobre otra, que puede olvidarse del amor de una mujer para abrazar a su verdadero amor. Ser adulto era entonces hacerse cargo de que por más Lauras y Lauritas que hubiera en su vida, él ya había encontrado la verdaderamente suya. Su Laura era redonda, era compacta, lo necesitaba. Sin Laura, su Laura, la única Laura que existía sobre la Tierra, él no tenía sentido,  se desdibujaba, se convertía en Santiaguito, el novio de Laurita, el hijo del comisario, el matón del colegio. En cambio con su Laura, el Sr. Santiago Ramírez era delantero de River Plate y podría morirse en el primer partido que jugara que no importaba, porque iba a morir feliz. 


A Laurita la quería, sí. Por eso, cuando dejaron de pelear, la desnudó despacio, besándola, rogando que lo perdone, rogando que no se diera cuenta de que eso no era amor.

martes, 10 de marzo de 2015

ChacaPeaks: Bañomaría



El budín de pan se hace con pan viejo y de panadería. Nunca con pan fresco y muchísimo menos con pan lactal. El armado es el siguiente: se troza el pan con la mano y se deja en remojo en leche tibia con azúcar media hora. Se baten los huevos con el azúcar, se agrega el pan escurrido y muy poca harina. Solo un poco más de la que se le pone a la fruta. Porque si el budín de pan lactal es una aberración de la naturaleza, el budín de pan sin fruta es un pecado capital. Puede ser abrillantada o seca pero sí o sí se la pasa por harina para que no caiga en la cocción, ¿anotaste todo?

Romina estaba entusiasmadísima con las recetas de su vecina Rosa. Ahora podría ir de visita a lo de su novio y mostrarle a su suegra que no era una completa pérdida de tiempo que saliera con su hijo. También podría conseguirse una changuita de verano en algún bar. Un futuro asegurado de la mano de las lecciones de Rosa, la prima de Coca, la modista.

La ayuda, de todas formas, era mutua. Rosa necesitaba hablar con alguien y contarle que estaba en las últimas. La pobre era solterona y además de un gato sin nombre al que solo llamaba “gato”, no tenía a nadie. O peor, solo la tenía a ella, la vecina con ganas de aprender a cocinar. Y en esas lecciones fue que Rosa le contó a Romina muchos secretos. Algunos de cocina y otros no. Le contó se estaba yendo, despacito, por un cáncer que no podía ni quería combatir. Despacito, porque en los viejos las células se reproducen lento, las malas y las buenas, le explicó muy didácticamente Rosa mientras batía yemas a punto letra. Despacito, le dijo, iba a ir muriéndose sin que le importara a nadie. 

Es que ser solterona, le había enseñado también Rosa, era vivir despacito. Los días largos, las horas largas, la quietud. Ser solterona era volver a casa y que las cosas estuvieran exactamente en el mismo lugar en el que ella las había dejado. Ser solterona era también hacer todo en diminutivo: limpiar poquito, cocinar poquito, comer poquito. Así pasaba sus días Rosa: entre poquito y despacito, sola, esperando morirse.

Había tenido novios, sí. Hasta había estado a punto de casarse. Pero eso había sido muy lejos en el tiempo. Tan, tan lejos, que ya se había olvidado el nombre del susodicho, el motivo por el que se había ido y los años que hacía que estaba esperando que volviera. Lo que sí sabía Rosa era que el budín de pan se cocina a baño maría, porque si no el horno te arrebata las yemas y te queda un espanto. 

Romina anotó: como la vida de Rosa, el budín de pan también se hace despacito.

sábado, 7 de marzo de 2015

Feminismo marca Obama


Si alguien le hubiera dicho a Martin Luther King en 1960 que menos de cincuenta años después Estados Unidos tendría un presidente negro, probablemente le hubiera respondido “por supuesto que sí”, pero sería una expresión de deseo, de esas a las que los líderes de todos los tiempos deben abonar para sostener sus luchas y conquistas. En la misma línea, si se le hubiera avisado a Simone de Beauvoir en 1948 que en el siglo XXI la primera magistratura de Alemania la llevaría adelante una mujer, ella, porfiada, hubiera seguido escribiendo “El segundo sexo”.

¿Qué feminismo se  construye luego de estos dos grandes hitos en materia de derechos civiles para una de las dos minorías más combativas del siglo XX? ¿Qué significa ser feminista en el primer mundo? He aquí dos claros ejemplos.

“Cómo ser mujer” de Caitlin Moran repasa las vicisitudes de una mujer británica de clase media baja desde los trece años hasta los treinta y cinco a partir de una mirada que ella misma define como de “feminismo estridente”. Esa estridencia, señala, no tiene que ver con la militancia o la combatividad, sino con el rock. Periodista cultural hace más de quince años, columnista de The Times y amiga de músicos famosos, Moran logra en su libro dos cosas interesantes: primero asociar el feminismo con la cultura rockera, ya que todo su libro está plagado de anécdotas vinculadas a las estrellas que le tocó entrevistar, pero también porque asume al rock como una postura contestaría al sistema.

El otro acierto del libro es utilizar el humor de maravillas, tanto para reírse de sí misma como para ridiculizar aquellos lugares comunes que la sociedad le impone  a la mujer contemporánea. Con una prosa llana, limpia de artilugios literarios y el más común de los sentidos posibles, Moran va tirando abajo uno a uno de los vericuetos del patriarcado. “No hay mujer que no sea feminista” arranca polémica. “No le dejemos el feminismo a los académicos”, sigue disparando hasta el final del libro. Moran consigue así que sus lectores se diviertan y reflexionen al mismo tiempo. Y aunque ella sabe que escribe con humor y que su libro es para reírse (y mucho) de sus anécdotas, a la vez quiere dejar un mensaje claro: es de izquierda, de clase obrera y feminista.

Mención especial merecen los capítulos “Por qué deberías tener hijos” “Por qué no deberías tener hijos” y “Aborto”, en un tríptico sincericida en el que habla pestes del parto de sus hijas y da por tierra con los conocidos argumentos pro-maternidad y anti-abortistas con la misma ferocidad.

“No soy ese tipo de chica” de Lena Dunham no parece un libro feminista a primera vista, pero sí puede servir de muestra sobre cómo piensa una nueva generación de mujeres que lentamente va apareciendo en los medios. Creadora de la exitosa e indie Girls (HBO), Dunham hizo campaña para captar el voto joven para Obama en 2012 y de su libro pueden desprenderse algunas ideas generales que pueden representar a los llamados Millenials (aquellos que nacieron entre 1985 y 1994), por lo menos desde el punto de vista femenino. Aquí hay muy poco de política pero sí mucho inconformismo, fobias, trastornos obsesivo compulsivos y demás neurosis.

La potencia del discurso está justamente en la falta absoluta de prejuicio sobre lo que se cuenta: el exhibicionismo de la época en su máxima expresión es ahora la forma en la que nos podemos rebelar de lo que se espera de nosotras. Decir cosas incorrectas pero sobre todo, ser infeliz no importa cuánto hayamos avanzado en nuestros derechos sociales como mujeres, deviene entonces en algún punto contestatario. “Si sigo teniendo problemas para ser reconocida como mujer, ¿cuánto ha hecho el feminismo por mí?”, parece preguntarse Dunham, con respuestas variables depende el caso.Una biografía personalísima pero que puede extenderse a sus congéneres como marca de los tiempos y que sirve entonces también para entender qué “tipo de chica” se puede ser si se tienen menos de 30 en 2015.

En tiempos de Obama, el punto de contacto entre ambos libros se encuentra, casualmente, en la figura simbólica del afroamericano en la cultura. En Cómo ser mujer se retoma la polémica mediática por la que se la acusó a Dunham de racista porque no incluyó en su grupo de cuatro amigas de Girls a una chica negra. “Es mujer, tiene 28 años, escribe, dirige y tiene éxito: déjenla en paz”, resuelve la británica, siempre un paso adelante, siempre rockeándola.

Cómo ser Mujer
Caitilin Moran
Anagrama
2013

No soy ese tipo de chica
Lena Dunham
Espasa Calpe
2014