El budín de pan se hace con
pan viejo y de panadería. Nunca con pan fresco y muchísimo menos con pan
lactal. El armado es el siguiente: se troza el pan con la mano y se deja en
remojo en leche tibia con azúcar media hora. Se baten los huevos con el azúcar,
se agrega el pan escurrido y muy poca harina. Solo un poco más de la que se le
pone a la fruta. Porque si el budín de pan lactal es una aberración de la
naturaleza, el budín de pan sin fruta es un pecado capital. Puede ser
abrillantada o seca pero sí o sí se la pasa por harina para que no caiga en la
cocción, ¿anotaste todo?
Romina estaba entusiasmadísima con
las recetas de su vecina Rosa. Ahora podría ir de visita a lo de su novio y mostrarle
a su suegra que no era una completa pérdida de tiempo que saliera con su hijo.
También podría conseguirse una changuita de verano en algún bar. Un futuro
asegurado de la mano de las lecciones de Rosa, la prima de Coca, la modista.
La ayuda, de todas formas,
era mutua. Rosa necesitaba hablar con alguien y contarle que estaba en las últimas.
La pobre era solterona y además de un gato sin nombre al que solo llamaba
“gato”, no tenía a nadie. O peor, solo la tenía a ella, la vecina con ganas de
aprender a cocinar. Y en esas lecciones fue que Rosa le contó a Romina muchos
secretos. Algunos de cocina y otros no. Le contó se estaba yendo, despacito,
por un cáncer que no podía ni quería combatir. Despacito, porque en los viejos
las células se reproducen lento, las malas y las buenas, le explicó muy
didácticamente Rosa mientras batía yemas a punto letra. Despacito, le dijo, iba
a ir muriéndose sin que le importara a nadie.
Es que ser solterona, le
había enseñado también Rosa, era vivir despacito. Los días largos, las horas
largas, la quietud. Ser solterona era volver a casa y que las cosas estuvieran exactamente
en el mismo lugar en el que ella las había dejado. Ser solterona era también hacer
todo en diminutivo: limpiar poquito, cocinar poquito, comer poquito. Así pasaba
sus días Rosa: entre poquito y despacito, sola, esperando morirse.
Había tenido novios, sí.
Hasta había estado a punto de casarse. Pero eso había sido muy lejos en el
tiempo. Tan, tan lejos, que ya se había olvidado el nombre del susodicho, el
motivo por el que se había ido y los años que hacía que estaba esperando que
volviera. Lo que sí sabía Rosa era que el budín de pan se cocina a baño maría,
porque si no el horno te arrebata las yemas y te queda un espanto.
Romina anotó: como la vida de Rosa,
el budín de pan también se hace despacito.
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