Tarde, siempre tarde. Sabés que llegar tarde está bien y mal al mismo tiempo. La contradicción no es imposible de saldar, pero no la querés saldar en absoluto. Vas caminando más lento de lo que deberías, qué importa, da igual, las cosas no van a dejar de suceder porque te apures. Total, qué te vas a encontrar ahí, lo de siempre, lo de todos los domingos, en fin, la fantasíaa de que los domingos la cosa se recicla para un lado o para el otro. Mentira, las cosas no se reciclan porque uno quiera, no hay tal cosa como reciclar, la vida está hecha de plástico no biodegradable. Los domingos, los sábados, los jueves, da igual. Esos días van a existir en el fondo del océano durante los siglos de los siglos como todo el plástico del planeta Tierra, ajenos a que llegues tarde o no.
Te despertaste de casualidad, con resaca, después de lo que necesitabas, pero te despertaste al fin. Estabas desnudo, casi, tenías una sola media puesta, la otra andá a saber dónde quedó. La boca pastosa, los dientes punzantes, los huesos de los dientes, la mandíbula entera. En la cocina encontraste una nota de ella que te dejó antes de que volvieras a la realidad. “No me vuelvas a llamar nunca más en tu puta vida” decía. Puta estaba subrayado, lo que te pareció gracioso, porque se notaba que se había enojado. Lógico, le hablaste toda la noche de tu ex, tarado, cómo no se va a enojar. Hiciste café y miraste la hora: era tarde, claro que sí. Tarde, tarado, puta, nunca más, otro domingo fantástico por delante.
Ahora caminás más lento de lo que deberías, de lo que sería aconsejable si quisieras saldar el hecho de que además de tarde en la vida de ella, tan enamorada de otro, tan resuelta, tan independiente, estás llegando tarde a tu propia vida, la de los domingos, esa que no es reciclable pero que se repite, todos los fines de semana, desde siempre.
Caminas lento y relajado porque te bañaste, te vestiste, tomaste el café, rompiste la nota que te dejó y te pusiste a escuchar a esos pianistas berretas de la lista “Música de Piano para Relajación: 50 Canciones Instrumentales Clásicas” para poder ordenar todo lo que había pasado. Y con cada acorde de los Piannisimo Brothers escuchas “Volviste a tomar cocaína, volviste a tomar cocaína, volviste a tomar cocaína”. Con ella, como todos esos sábados del año pasado, el anterior, y el otro.
El piano te calma, sí, cómo no te va a calmar. Más que la cocaína seguro te calma, aunque ella crea que es lo único que te calma, que por eso la llamás y le escribís cíclicamente cada tantos sábados para “Hacer alguna”. Y ella aparece, te trae lo que le pedís, se sienta en tu sillón, cruza las piernas y ve cómo se te dilatan las pupilas, se te suelta la lengua, te levantás de la silla, empezás a bailar, pones canciones de cuando eras joven, verdaderamente joven, inexperto, infantil. Después ella se sirve algo de tomar y te pregunta cosas, quiere saber si la olvidaste o no, si va a ser otro sábado hablando de tu ex o al final todos esos sábados en los que ella te salvó sirvieron para algo. Y después cogen, claro, qué más queda por hacer. Cuando podés, eso sí, a veces no podés.
Y ahora estás ahí, otro domingo más, almorzando con tu familia perfecta. Tu ex mujer cocina las pastas rellenas que te gustan, te sirve un vermut, te pregunta por la semana, te dice que tu hijo algo y tu hija alguna otra cosa. Pero no es real, todo eso no está pasando, toda esa tertulia que hacés todos los domingos de ir a almorzar con tu ex familia, ver a tu ex mujer y hablar con tus ex hijos no es real. Por eso llegas tarde, como siempre, total eso va a seguir ahí de cualquier forma, en el fondo del océano, como todo el plástico del Planeta Tierra, por más piano que escuches para relajarte, un domingo, otro domingo y otro más.
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