En septiembre del año pasado se editó Las Chanchas, la tercera novela de Félix Bruzzone. Como no me fui de vacaciones me gasté
lo correspondiente en la librería, entonces entre varias cosas, me lo
compré. Sabía que Bruzzone era hijo de desaparecidos y que tenía una
novela vinculada al tema, pero esta pintaba distinto. También sabía que
se había reeditado su libro de cuentos 76, que incluía algunos relatos que se pueden leer en la web, como Unimog u otros, que remiten directamente a la problemática de los hijos de.
Confieso que para mí la literatura sobre los setenta empieza y termina en Respiración Artificial, de Ricardo Piglia. Me cuesta mucho salir de ahí y entrar en otra parte. Me cuesta mucho, también, entrar en los setenta.
De todas formas, entré. Difícil no nadar en la propuesta de este
limpiador de piletas y fundador de la editorial Tamarisco, difícil no
sumergirse en la verosimilitud de su prosa. Y como Dios es bueno (!), la
misma semana que leí Las Chanchas conseguí (no lo robé, lo juro) Los Topos, su primera novela. Y esta vez sí, me metí en la parte honda del asunto.
Las Chanchas es un relato triangular, con tres puntos de
vista. Empieza en Marte. Sigue en un pueblo. Termina en un río. Todo los
datos argumentales que se digan sobre la novela le quitarán impacto a
la sorpresa de los acontecimientos. Sin embargo, podemos resumirlo en:
pareja con niño pequeño ve su vida conmocionada por un secuestro de dos
jóvenes en su barrio. El título del libro remite directamente a la
cuestión. Pero lo interesante aquí no es tanto lo argumental como las
lecturas que se hacen del mismo problema y finalmente, lo que deviene
onírico y absurdo. Pasan las páginas y uno intenta que algo de todo lo
que lee sea cierto, o sea un sueño de alguien, pero necesita certezas
que, lejos de construirse van destruyéndose hasta que el lector entiende
que va a tener que leer el libro otra vez porque esta todo fríamente
calculado para que tengamos esa sensación. Lynch puro.
Si Las Chanchas remite al universo onírico de Lynch, Los topos
se abraza calurosamente con Almodóvar. Un hijo de desaparecidos que
coquetea con el travestismo una y otra y otra y otra vez hasta los
bordes más insospechados. Una historia que comienza siendo muy realista
pero que termina en el absurdo más escabroso, corriendo todos los
límites imaginables del morbo entre padres “que no están ni vivos ni
muertos”, el hombre nuevo, el sexo nuevo y las peripecias de quienes no
saben qué son, no quieren saber, pero sueñan con saber.
A decirlo pronto y ampulosamente: si dentro de cincuenta años los
historiadores quisieran saber cómo se construyó la subjetividad post
dictadura, difícilmente puedan evitar leer estos libros. De muestra un
botón de Los topos: “¿Qué era primero, salvar el amor o el
pasado? El amor era el futuro. El presente y el futuro. ¿Y el pasado?
También, presente y futuro; pero la intensidad del pasado sobre el
presente -y ni hablar en el futuro- era pequeña en comparación a la
intensidad del amor. Ese era mi orden, entonces: primero el amor”.
Literatura Random House
2014
Los topos
Editorial: Mondadori
2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario