Leí Felices los felices de la francesa Yasmina Reza en cinco horas de corrido. Se deja llevar, es entretenidísimo. Pero me recordó a Plataforma, de Michel Houellebecq,
y eso le quitó un poco de su magia. Sin dudas, el marco conceptual es
similar: Francia, siglo XXI, clase media alta. Pero en el caso de Reza,
los problemas de la burguesía ilustrada europea se tratan con un poco
(solo un poco) menos de cinismo.
Dieciocho personajes infelices por donde se los mire, los de Reza son
un coro griego posmoderno que busca su redención en un humor en algunos
puntos naif y en varios momentos grotesco. Matrimonios que no quieren
ser perfectos, que se eximen a sí mismos del compromiso de la fidelidad
con una hipocresía pasmosa, hijos de padres aburridos que resultan tan
aburridos como sus progenitores aún con treinta años menos, etc., etc.
Pura parafernalia pequebú para pasar el finde.
Sin embargo, hay algo del universo Reza que es destacable: la crítica
al sistema capitalista late siempre, subterráneamente, en este muestreo
de infelicidad congénita. Al terminar, uno cae en la cuenta de que los
felices no quieren ser felices, porque saben, en el fondo, que no
podrán. Y en el posmodernismo más agudo de su espiral infeliz es donde
reside la gracia del libro: el capitalismo engendra su propia (sutil,
gris, abúlica) destrucción.
“Asociar felicidad y amor es una auténtica estupidez”,
dijo la autora hace unos meses. Bueno, por fin alguien lo dice como
corresponde. Pero volviendo al asunto: ¿Por qué esperar de la vida la
felicidad? ¿Acaso ya no entendimos todos que la felicidad es un invento
de Disney?
Así, Felices los felices quiere decirnos varias cosas
subversivas, aunque se disfrace de novelita costumbrista que peca de
políticamente correcta: 1) el matrimonio es una institución caduca que
no sobrevive por su verdadero valor sino por la falta de expectativas de
sus integrantes. 2) La infidelidad no es más que un remache a ese
presente imperfecto de la vida en pareja, al que logra perpetuar sin
necesidad de quiebre. 3) Las experiencias falladas de amor de los padres
jamás podrán evitar la repetición de las mismas por parte de sus hijos
porque la educación sentimental no es más que una suma inconexa de
fracasos.
¿Cuál es la salida, entonces? Ninguna, queridos. El capitalismo ha
venido a destrozar el amor y por más libros que sigamos leyendo, así
seguirá siendo por los siglos de los siglos.
Yasmina Reza
Anagrama
2014
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