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martes, 17 de febrero de 2015

Ser (in)feliz era esto


Leí Felices los felices de la francesa Yasmina Reza en cinco horas de corrido. Se deja llevar, es entretenidísimo. Pero me recordó a Plataforma, de Michel Houellebecq, y eso le quitó un poco de su magia. Sin dudas, el marco conceptual es similar: Francia, siglo XXI, clase media alta. Pero en el caso de Reza, los problemas de la burguesía ilustrada europea se tratan con un poco (solo un poco) menos de cinismo.

Dieciocho personajes infelices por donde se los mire, los de Reza son un coro griego posmoderno que busca su redención en un humor en algunos puntos naif y en varios momentos grotesco. Matrimonios que no quieren ser perfectos, que se eximen a sí mismos del compromiso de la fidelidad con una hipocresía pasmosa, hijos de padres aburridos que resultan tan aburridos como sus progenitores aún con treinta años menos, etc., etc. Pura parafernalia pequebú para pasar el finde.

Sin embargo, hay algo del universo Reza que es destacable: la crítica al sistema capitalista late siempre, subterráneamente, en este muestreo de infelicidad congénita. Al terminar, uno cae en la cuenta de que los felices no quieren ser felices, porque saben, en el fondo, que no podrán. Y en el posmodernismo más agudo de su espiral infeliz es donde reside la gracia del libro: el capitalismo engendra su propia (sutil, gris, abúlica) destrucción.

Asociar felicidad y amor es una auténtica estupidez”, dijo la autora hace unos meses. Bueno, por fin alguien lo dice como corresponde. Pero volviendo al asunto: ¿Por qué esperar de la vida la felicidad? ¿Acaso ya no entendimos todos que la felicidad es un invento de Disney?

Así, Felices los felices quiere decirnos varias cosas subversivas, aunque se disfrace de novelita costumbrista que peca de políticamente correcta: 1) el matrimonio es una institución caduca que no sobrevive por su verdadero valor sino por la falta de expectativas de sus integrantes. 2) La infidelidad no es más que un remache a ese presente imperfecto de la vida en pareja, al que logra perpetuar sin necesidad de quiebre. 3) Las experiencias falladas de amor de los padres jamás podrán evitar la repetición de las mismas por parte de sus hijos porque la educación sentimental no es más que una suma inconexa de fracasos.
¿Cuál es la salida, entonces? Ninguna, queridos. El capitalismo ha venido a destrozar el amor y por más libros que sigamos leyendo, así seguirá siendo por los siglos de los siglos.

Felices los felices
Yasmina Reza
Anagrama
2014


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