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sábado, 31 de enero de 2015

Gracias por tanto, Leo

El sábado 17 en La Habana murió Leonela Relys Díaz, creadora del método de alfabetización «Yo, sí puedo», con el cual han aprendido a leer y escribir más de ocho millones de personas en el mundo, favorecidos por la vocación solidaria de la Revolución Cubana.
Nacida en Camagüey el 20 de abril de 1947, con solo 15 años se sumó al ejército de alfabetizadores que en 1961 convirtieron a Cuba en el primer país libre de analfabetismo y luego, con su peculiar ingenio, creó el mencionado método de alfabetización.

***
Alfabetizar gente es un camino de ida. Es volver donde todo comenzó. Donde la palabra no existe. Es un terrible viaje en el tiempo. Hermoso y dolorosísimo a la vez, como el amor.  

Alfabeticé mucha gente esta década con el método de Leonela. Me pagó el Estado argentino. Pero antes de que Filmus se acordara de que había que hacerlo, no me pagó nadie. O sí: me pagó ella. Me enseñó algo que nunca van a sacarme, hagan lo que hagan conmigo. Me mostró que se puede dar amor a través de la palabra. Mucho amor.

De todas las historias sobre analfabetos que cargo sobre mí, la mejor es la de Omar. Él tenía 20 años en 2010 y yo 25. Habíamos hecho un convenio con la UOCRA vía Ministerio de Trabajo. Esos chanchullos de Tomada. Ok. Me contrató una de esas gordas sindicalistas a las que no les importa usar una remera ajustada que compraron en Av. Mitre con el rollo gigantesco saliéndosele por los pantalones. Gracias a Dios no me acuerdo su nombre. Pero sí me acuerdo que estaba casada con un Sr. UOCRA que tenía una 4x4.

Hay algo con los señores sindicalistas y las camionetas grandes.
Hay algo con las camionetas grandes.
Deberíamos investigar.

Omar tenía olor a pobre. Los pobres, a diferencia de lo que comúnmente se cree, no huelen mal. Usan perfumes berretas entonces se ponen mucho. Como los franceses, igual. Los hombres tienen  perfumes picantes, bien masculinos, como para decir "acá estoy". Así olía Omar. Era joven y negro y vivía en la Isla Maciel pero venía al Docke porque lo traían sus amigos. Y estaba metido quién sabe cómo en una clase a la que iba gente que sabía leer y escribir como yo.
Él no.
Omar era joven y negro y delincuente y olía picante y no sabía leer ni escribir. Pero vino todas las clases. Puntualísimo. Con una camisa a cuadros bien planchada (quizás por la hermana, quizás por la madre, quizás por él mismo) y un perfume que nunca me voy a olvidar mientras viva.
Llegado cierto punto, dejó de venir. Y el que vino fue su padre, llorando y diciendo que la  cana se lo había llevado, que había “encontrado-algo-en-su-cuarto”.  

Omar, mi alumno: preso por chorro. O por no querer “co-la-bo-rar”.

Y yo que había apelado al método de Leonela. Y yo que había querido sacarlo de su silencio, traerlo a las palabras, mostrarle el sentido de las cosas.

El padre me pidió que le hiciéramos un certificado. Me dijo que escriba que iba a la escuela y lo firme. Que ya le había pedido al capataz de la obra donde changueaba que le haga otra constancia de que trabajaba ahí.
Imaginate la validez que le da un comisario mafioso a papelitos de esas características.
“Nosotros nunca tuvimos a ese chorro de alumno”, me dijo el preceptor pagado por la UOCRA cuando le pregunté si podíamos hacerle el puto certificado. Suficiente: al día siguiente renuncié y nunca más pisé el Docke.

Quizás Omar siga preso. Quizás todavía no sepa escribir “preso”. Pero Leonela Relys Díaz, que se nos fue el sábado 17, inventó el método de alfabetización más exitoso del siglo XX. Y aunque Omar no pueda leerlo acá, él sabe que ambas lo intentamos.


martes, 27 de enero de 2015

Columna de cine

Para La Buena Mesa

Se estrena en estos días en el festival de Sundance "Lost", la primera película de realidad virtual que utiliza la tecnología Oculus para filmar. 

lunes, 26 de enero de 2015

ChacaPeaks: Paciencia

Para Diario Cuatro Palabras


-Hay que esperar Raúl, otra no queda-, dice. Y se ceba un mate. 


No habían pasado ni diez minutos desde que Ipazaguirre dejara el rancho que ella ya lo está haciendo calentar más que el gordo inmundo ese. Odiaba eso de su mujer: que se hiciera la sabia, la pachamama, la señora de los consejos docentes, la puta madre.  


El sólo puede gritar. Esperar qué, vieja, nos van a rematar la casa, el campo, las gallinas, todo nos van a rematar, este gordo hijo de puta, este cerdo, esta mierda no tiene otra cosa que hacer que cagarle la vida a los demás.  


-Un día a la vez, vamos a poder, vas a ver.


Gómez daba vueltas como un trompo en la cocina de su casa. Transpirado, desorbitado, sacado. Sin poder pensar más que en sus tres hijos y sus cuarenta gallinas. Apenas seis hectáreas de cosecha, un par de jaulas largas para los huevos, nada. No tenía nada pero Pancho Ipazaguirre lo quería todo, como siempre.  


-Paciencia,  algo se nos va a ocurrir. 


Lo había hecho tantas veces que no tenía ni sentido recordarlo. Con Artusi, cuando le engrampó unos intereses de locos justo después de que se le muriera el pibe, sabiendo que no iba a poder pagarlos de lo deprimido que estaba. Con Rodríguez, cuando le propuso el negocio del lote a cuatro pagos y a mitad de camino se bajó. Con Machado, al que le tomó en concesión la cosecha, se la vendió al doble en Buenos Aires y nunca le avisó. Ahora el diablo del pueblo arremetía contra él. El mismísimo Sr. Capitalismo, con esa barriga enorme que delata a los garcas, sentadito en su propia cocina, le viene a decir que tiene dos meses antes de que le saque el terreno a él también. 


Y ella tranquila, tomando mate, le dice que espere, que tenga "paciencia". 


Qué mierda tengo que esperar, que venga a liquidarnos, a dejarnos en la calle. Con lo que nos costó juntar para esta casa, con lo que nos cuesta meter la cosecha. Cómo se supone que voy a esperar, yo lo mato a este mierda, me dice que tengo dos meses, en dos minutos lo maté, pum, en dos meses anda a cantarle a Gardel.


-Si vas a ir preso que por lo menos sea por robo y no por asesinato. 


Y ahí entendió: si iba a perderlo todo, que fuera por algo que valiera más que su libertad. Si se le iba a ir la dignidad frente a sus hijos, sus conocidos, sus amigos, que aunque sea quedara la casa. Si un mierda de ese tamaño iba a dejarlo así de rendido, que por lo menos no le saliera gratis. 


Enfiló para el centro decidido.

martes, 20 de enero de 2015

ChacaPeaks: Laberinto

Para Diario Cuatro Palabras


---------- Mensaje enviado ----------
De: Sofía Costas <soficostas@gmail.com>
Fecha: 15 de enero de 2015, 5:17
Asunto: última
Para: claudiarodriguez@gmail.com

Clau: Te escribo sin pensar bien qué estoy haciendo, pero vos viste cómo es, a veces escribir es lo único que calma. Tengo miedo de que Pablo me hackee todo otra vez, así que ni bien mando esto lo borro, pero te pido que vos lo guardes porque seguramente me hará bien leerlo más adelante.

Esta es la última, Clau, no puedo más. Sé que lo hablamos mil veces y vos siempre me dijiste lo mismo, que del laberinto se sale por arriba, pero yo tenía (o tengo) demasiado miedo y culpa como para encima de provocar este desastre, irme así. Porque sí, creo que mucho de lo que pasa entre nosotros es mi responsabilidad. Que estos cinco años con Pablo fueron el tiempo que me tenía que tomar para pagar las culpas de lo que le hice a Maxi, que cada uno de los golpes de Pablo en algún lugar me los merezco, me los busqué. 

Pero lo de ayer fue el colmo, me saturó. Fuimos a cenar a lo de Virginia y me encontré con un compa de la facultad que hacía mil años no veía. Estaba re lindo y no me lo esperaba encontrar así. Nos pusimos a charlar y pegamos onda toda la noche. Pablo directamente me dejó de hablar. Cuando lo buscaba con la mirada me lanzaba una de esas de “En casa ya vas a ver”. Pero no me importó, seguí hablando con mi compañero, le conté de mis alumnitos, nos reímos mucho. Me recomendó un par de autores y me alentó para que deje el colegio y me largue a escribir. Pablo escuchó todo y si bien no metió bocado me imagino que pensaba “Esta idiota qué va a escribir si no puede terminar un cuento hace quince años”. No te digo que me gustó el pibe (que encima estaba con una nenita chiquita, hermosa, de tres meses), pero lo que sí me gustó fue lo bien que me trató. Me di cuenta de lo rápido que una se acostumbra a que la traten de una manera y lo reconfortante que es que de pronto alguien vea algo en vos que nadie más había visto. Ya en el auto fue cualquiera. Ese silencio que antecede el temporal, ¿viste? De lo que pasó en casa no te voy a contar detalles, pero fue más de lo mismo. Me fui a dormir llorando, como siempre. Bueh, dormir es un decir. 

Ahora son las 5AM. El duerme. Me estoy yendo a Retiro. Voy a pasar lo que queda del verano a la casa de mi tía Rosa, en Chacabuco. No pienso dejarle la dirección a Pablo aunque sí me llevo el celular, pero ni loca lo atiendo. Te pido por favor que si te llama no le digas nada y de vuelta, como siempre, gracias por leerme.
Te quiero,
Beso,
S.

martes, 13 de enero de 2015

Columna de cine

Para La Buena Mesa

A raíz del comienzo del rodaje en estos días de "Llámenme Francisco", una de las dos películas del Papa Francisco, repasamos la curiosidades vinculadas a los dos filmes con esta temática que se espera que se estrenen este año.


ChacaPeaks: Precipicio

Para Diario Cuatro Palabras

-¡Generala, carajo!
-Otra vez lo mismo, viejo,  yo no juego más.
-Ay, Ricardito, no me pollerées así y dame los 200 pesos.
-No tengo, Pepe, te avisé que me gasté todo el aguinaldo en cosas del bebé.
-A mí qué me importa, pollerón, me apostaste, me debés 200 pesos.
-¿Anotamelo, querés?
-Mirá que ya vas como una luquita abajo, ¿eh?
-Ya sé, ya sé.

Su casa quedaba solamente a cuatro cuadras del club, pero fue suficiente para que Ricardo pensara en todo lo que tenía que pensar. Primero apareció Julieta, su paraíso, su flor. Y recordó que le había dicho que estaba enamorado de ella, aunque se hiciera el dolobu. Justo después brotó  Marta, el “amor-de-su-vida”, su tierra. También estaba el Fede, su hijo preferido. Y Martín, el primogénito contrincante. Ahora el bebé, que volvería a unirlo a Marta, alejarlo de Julieta y quién sabe qué más. 

“¿Para qué se casan los hombres si después hacen cualquier cosa?”, le había preguntado una. “Más vale que no te vuelva a ver en la florería con la tetona esa”, le había dicho la otra. “¿No estás aburrido de tener siempre los mismos problemas?”, taladraba ella. “¿Qué haría sin vos?”, le contestaban. A todo esto había que agregarle las deudas, las apuestas, los problemas en el trabajo, los quilombos con los muchachos del club. 

A dos cuadras la imagen era muy potente: él estaba en la punta de una montaña, como había visto en “Misión imposible II”, acostado boca abajo con sus dos manos extendidas al precipicio. De una colgaba Julieta, de la otra Marta. De una Martín, de la otra Fede.  Y Ricardo como Tom Cruise, no se decidía a quién soltar en ninguno de los casos. 

Cuando llegó a la esquina entendió que las polleras no son como la camiseta de fútbol,  que aguantan el plural. La camiseta es una sola, pero las mujeres no. ¿Y si le salía una hijita? ¿La querría más que a Marta? ¿Había lugar para otra mujer entre su madre, su amante y su esposa? 

Ver la camioneta de Pancho Ipazaguirre en el fondo de su casa interrumpió el  tango interno pero no las preguntas: ¿Qué mierda quería ese hijo de puta a esa hora de la noche? ¿Le caería con una oferta para terminar la hipoteca? ¿Le iba a rematar la casa a él también como había hecho con medio Chacabuco? ¿Marta estaba saliendo de su casa con él? ¿Del brazo? ¿Le estaba dando un beso? ¿Le estaba tocando la panza? Hubiera preferido mil veces verla hacer todo eso con Tom Cruise.

martes, 6 de enero de 2015

Columna de cine

Para La Buena Mesa

A propósito de la llegada del año nuevo repasamos algunas fantasias futuristas del cine para los próximos años.


ChacaPeaks: Gancho

Sentime Rosa, te digo que los vi juntos en la plaza ayer, que sí, oime, es divina, rubiecita, flaca: se te escapó el Méndez para la Romina, nomás. Pero no mujer, mirá si va a ser maricón, te estoy explicando que los vi dando una vuelta en la plaza el primero, se ve que vino a pasar año nuevo con la familia, así que si ya la presentó, listo, este año tenemos casorio. Además vos viste cómo es Marta, que quiere ubicarlo al Martín cuánto antes y que se vuelva a vivir acá. Andá avisándole a la Romina porque le va a caer pesadito, con todo lo que intentó convencerlo de que se la llevara con él a Capital, ya está, perdió el buque pobrecita. Para mí que sí, o capaz se casa de apuro, no sé, lo que te digo es que la vi lo más bien y es una chica preciosa. Se parece mucho a la otra, la Robledo, te acordás, que la trajo de La Plata cuando fue a estudiar. Ah, justo el otro día vino Laurita a probarse y me comentó que esa consiguió marido en Córdoba, que ahora vive allá, se conoce que Martín le rompió el corazón cuando se fue, sí, Laurita se hizo un vestido para la fiesta de egresados. Bueno, calmate, no te digo que sea más linda que la Romina pero ya está, listo el pollo, tardepiaste y a llorar a la iglesia. No, tampoco más linda que la Jessica porque vos sabés que tengo debilidad por mi sobrina, pero esta chica, Carla se llama, se nota que es de Capital, viste traen esos aires y a la Jessica le falta mundo. Te digo Rosa, se lo engancha, palabra. Además es el jefe de ella él, es gerente en la empresa donde trabajan, sí, claro, siempre fue muy emprendedor, pero por eso, él sí que es un partidazo, no como el hermano, para mí que ese sí es medio desviado, está todo el día leyendo, me dijo la Susana que es portera del colegio que ni amigos tiene el pobre Fede, pero Martincito yo creo que sí, que ya está para poner el gancho. 


Carla volaba de la felicidad. Finalmente su jefe se había dado cuenta de lo mucho que lo quería. Tanto, que le pidió que la llevara a pasar año nuevo con su familia a Chacabuco. A Martín le pareció exageradísimo pero qué iba a hacer, de Carla dependía mucho de su futuro. En la fiesta de fin de año de la empresa, borracho, le confesó todo: que le gustaban los hombres, que nunca lo iba a poder blanquear y que necesitaba una tapadera para su familia, sus amigos y la empresa. Hecho, contestó ella y armó el bolso para arrancar el año nuevo con todo.