-¡Generala, carajo!
-Otra vez lo mismo, viejo, yo no
juego más.
-Ay, Ricardito, no me pollerées así y dame los 200 pesos.
-No tengo, Pepe, te avisé que me gasté todo el aguinaldo en cosas del
bebé.
-A mí qué me importa, pollerón, me apostaste, me debés 200 pesos.
-¿Anotamelo, querés?
-Mirá que ya vas como una luquita abajo, ¿eh?
-Ya sé, ya sé.
Su casa quedaba solamente a
cuatro cuadras del club, pero fue suficiente para que Ricardo pensara en todo
lo que tenía que pensar. Primero apareció Julieta, su paraíso, su flor. Y
recordó que le había dicho que estaba enamorado de ella, aunque se hiciera el
dolobu. Justo después brotó Marta, el “amor-de-su-vida”,
su tierra. También estaba el Fede, su hijo preferido. Y Martín, el primogénito
contrincante. Ahora el bebé, que volvería a unirlo a Marta, alejarlo de Julieta
y quién sabe qué más.
“¿Para qué se casan los hombres
si después hacen cualquier cosa?”, le había preguntado una. “Más vale que no te
vuelva a ver en la florería con la tetona esa”, le había dicho la otra. “¿No
estás aburrido de tener siempre los mismos problemas?”, taladraba ella. “¿Qué
haría sin vos?”, le contestaban. A todo esto había que agregarle las deudas,
las apuestas, los problemas en el trabajo, los quilombos con los muchachos del
club.
A dos cuadras la imagen era muy
potente: él estaba en la punta de una montaña, como había visto en “Misión
imposible II”, acostado boca abajo con sus dos manos extendidas al precipicio.
De una colgaba Julieta, de la otra Marta. De una Martín, de la otra Fede. Y Ricardo como Tom Cruise, no se decidía a
quién soltar en ninguno de los casos.
Cuando llegó a la esquina
entendió que las polleras no son como la camiseta de fútbol, que aguantan el plural. La camiseta es una
sola, pero las mujeres no. ¿Y si le salía una hijita? ¿La querría más que a Marta?
¿Había lugar para otra mujer entre su madre, su amante y su esposa?
Ver la camioneta de Pancho
Ipazaguirre en el fondo de su casa interrumpió el tango interno pero no las preguntas: ¿Qué
mierda quería ese hijo de puta a esa hora de la noche? ¿Le caería con una
oferta para terminar la hipoteca? ¿Le iba a rematar la casa a él también como había
hecho con medio Chacabuco? ¿Marta estaba saliendo de su casa con él? ¿Del
brazo? ¿Le estaba dando un beso? ¿Le estaba tocando la panza? Hubiera preferido mil veces verla
hacer todo eso con Tom Cruise.
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