¿Cómo se logra poner de acuerdo más de una docena de personas en conseguir un producto que los conforme a todos y haga feliz a miles? “Lo importante es hacer”, dice Soledad, manager de La Delio Valdéz (LDV), una orquesta de cumbia atípica que a cinco años de su nacimiento —con un disco debut homónimo y "La rueda del cumbión" en camino— ya está instalada no sólo en el circuito porteño sino en muchos lugares del interior. Hay otras bandas que apuestan a los ritmos latinos, sólo que no todas han podido sostenerse a partir de trabajo colectivo de sus miembros. En este caso, encontramos a trece músicos que funcionan como una banda independiente de rock pero que tocan la cuerda que sostiene las caderas. “Estar juntos bien es posible porque hay amor; puedo asegurar que nuestro camino tiene corazón”, sintetiza Soledad.
“Todos los días se me caen los calzones de lo que estoy aprendiendo”, se sincera Pablo Broide cuando trata de explicar en qué consiste coordinar el trabajo de músicos y sonidistas con agendas de fechas, comparsas y semicorcheas. Es que aunque es el saxofonista del grupo también se ocupa de la contabilidad y de todo lo vinculado a la producción de los “cumbiones”, eventos en los que se presenta LDV y después se pasa a un DJ o a otras bandas amigas. Este circuito de la “nueva” cumbia porteña los tiene como integrantes privilegiados pero no únicos. Bandas como La Maribel;Orquesta San Bomba forman parte de esta modalidad de integrar el recital y el boliche, todo en uno. En el caso de LDV la autogestión marca la diferencia, porque deciden todo colectivamente. Y aunque suene un esfuerzo de producción imposible, ya hicieron varias giras y tienen cuatro fechas anuales establecidas: Buenos Aires, La Plata, Lomas de Zamora y Morón. Como siempre, el trabajo duro tiene sus frutos. “Cada gramo que le puse de creatividad, energía y compromiso, LDV me lo devolvió”, explica Broide.
Uno de los fundadores del asunto, Santiago Aragon, coincide con Soledad y Pablo en que la construcción colectiva modifica la esencia de la banda. “La Delio es como una gran familia, todos le ponemos mucho corazón y garra, y como no tenemos director vamos aprendiendo juntos a manejarnos tanto musical como humanamente”, señala. Entre las dificultades, aparece la búsqueda de consenso en la toma de decisiones. “Casi nunca es fácil y esto lo hace más gratificante pero siempre tiramos para adelante con un solo propósito: tocar cumbia para que la gente baile”, enfatiza el trompetista. En esa línea, Broide destaca que “uno tiene sus objetivos, su ego y sus ambiciones pero todo el tiempo es estar jugando a disolverse con el colectivo”. Soledad, por su parte, es clara con respecto a la importancia de no deberle mucho a nadie: “Mi política siempre fue el ‘hágalo usted mismo’ porque así somos productores de nuestro propio desarrollo. Ése es un poder único que nadie nos puede sacar”.
No parece extraño encontrar a un grupo de amigos que haga música, pero en el caso del ambiente de la cumbia sí es una excepción. “No hay un productor que pone la guita y dice esto es así o vamos a hacer este repertorio, vamos a tocar así”, diferencia Broide. Luego compara: “En ese sentido somos una banda independiente como cualquiera, pero en la cumbia no existía ese concepto”. En ese ambiente, además, se viene dando un resurgir interesante en términos de circuitos bailables. Mucho de lo que sucede alrededor de LDV viene de la mano de fiestas que comenzaron a organizarse en los 2000. En palabras de Broide: “Para 2005 empezaron la Bubamara o la Clandestina, donde tocaban bandas pero se bailaba, y entonces empezó a haber un público en Buenos Aires que pertenecía al rock pero que comenzó a salir a bailar”.
Por otro lado, la impronta cooperativa deja de ser una mera convención cuando comienzan a ser convocados para tocar en lugares no tradicionales como la Unidad 20 del Hospital Borda o el Centro Cerrado de Menores General San Martín. El mes pasado también participaron de la vigilia por el aniversario del crimen de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en el Puente Pueyrredón. Broide destaca: “Para nosotros es importante el laburo cultural, tejer redes, tender puentes con otros grupos”. Pero la búsqueda no pasa solamente por otros colectivos sino también por otras geografías y horizontes. “Nuestra idea es que si bien salimos de este público de gente que va a la universidad, vive en Capital Federal y tiene entre 20 y 30 años, tocamos un género que se escucha en todo el país y en toda Latinoamérica, y entonces no podemos quedarnos sólo en el Abasto”, explica Broide.
La cumbia no conoce fronteras, ni géneros, ni mapas, ni clases sociales. Amores como el nuestro cada vez hay menos, asegurarán los mas incrédulos. No me arrepiento de este amor, dirá el público fiel. Mientras tanto, LDV sigue sonando, hasta que salga el sol, sin patrones ni reglamentos.
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