Varios directores que pasaron por el Festival de Cannes este año
explican los entretelones de la vidriera del cine más grande del mundo
en una mesa redonda organizada por la Alianza Francesa.
Las mesas redondas de Cannes son organizadas hace más de veinte años
por la Alianza Francesa de Buenos Aires a propósito de la presencia
argentina en el certamen galo, que este año no solo participó con un
stand propio del INCAA, sino que también la película Relatos Salvajes
de Damián Szifrón se presentó en la competencia oficial, al lado de Ken
Loach y Jean-Luc Godard. En este contexto, varios de los directores que
viajaron fueron convocados por el crítico Freddy Friedlander para
comentar cómo fue la experiencia de ser parte de lo que definieron como
“el Mundial del cine”.
El principal dato a destacar, además de la participación nacional, es
la escasísima presencia de películas hispanoamericanas. De los 90
filmes exhibidos solo cinco eran latinoamericanos, cuatro de ellos
argentinos. Además de la tercera película de Szifrón se presentaron Jauja, de Lisandro Alonso, guionada por Fabián Casas y protagonizada por Viggo Mortensen, Refugiado, de Diego Lerman, y El ardor,
de Pablo Fendrik, un western contemporáneo con Gael García Bernal.
Friedlander dejó clara la importancia de esta selección: “Siempre casi
el cincuenta por ciento de la muestra son películas francesas y de EEUU,
pero lo que es fantástico es que de los tres siguientes países uno de
ellos es Argentina, solamente nos superaban Inglaterra e Israel”.
Por su parte, Szifrón tuvo solo palabras de alegría y entusiasmo para
con la recepción de su filme, no solo entre los críticos sino en la
proyección con público. “Fue una experiencia formidable, muy
estimulante, una vidriera inmejorable para presentar un proyecto”,
destacó el director, a quien los nervios de novato no le restaron
adrenalina: “Era mi primera vez en Cannes y en un festival grande, así
que en términos del universo en el que me solía mover, fue algo nuevo,
disruptivo y tuve la sensación de que abriría muchas puertas para
futuros proyectos”. Cerca de esta línea, Lisandro Alonso destacó las
oportunidades a futuro que brinda estrenar en Cannes. “Es una plataforma
increíble para cualquier tipo de película, sea de mucho o poco
presupuesto, es un gran lugar para conocer críticos, autores, actores,
amigos, productores”, relató el director de La libertad, que también fue presentada en el Festival en 2001.
Pero Cannes no es solamente una vidriera sino una cocina, donde mucha
gente asiste para cerrar contratos de coproducción con los gigantes de
la industria internacional. A eso fue Tomás Lipgot quien, en carácter de
productor de sus proyectos, confesó haberse sorprendido por la
convivencia del cine “arte” con los grandes tanques de Hollywood.
“Caminando por la Rivera vi una publicidad gigante de una película de
Angelina Jolie, lo que me llamó mucho la atención, porque dije ‘voy a
Cannes a ver cine de autor’ y no, el peso de la industria está ahí y eso
no se descuida para nada”, destacó el realizador de Fortalezas.
Pablo Giorgelli (que presentó hace unos años Las Acacias en
el Festival) también enfatizó la importancia de estrenar allí. “Siempre
que me den la oportunidad de ir a Cannes no la desaprovecharía porque es
como estar en el Mundial”, comparó el realizador, que este año también
ofició de jurado en la competencia de cortos, lo que generó que viera
las cosas de una forma diferente. “Ser jurado fue bastante raro, eso de
poner películas a competir como si fueran caballos, pero a la larga
empezás a relativizarlo y eso es bueno porque no te crees los premios
cuando te los dan y cuando no te los dan tampoco”, analizó.
Pablo Fendrik tuvo, por su parte, una mirada más fría sobre el
glamour y las palmas de oro, y además complejizó la relación entre los
galardones y la distribución final del filme. “El Festival está lleno de
películas que no se pueden vender porque el mercado tiene una idea muy
distinta de lo que es el cine de la que tenemos en el micromundo”,
comparó, y hasta se atrevió a restarle importancia a la Palma en el
afiche de la película: “Muchas veces el paso por Cannes no se utiliza
como el elemento de promoción porque en algunos caso aleja, la gente
piensa que es una película ‘arty’ y eso resta público”.
Sea como fuere, la presencia local en términos de industria
cinematográfica fue destacada por los directores de la mesa como un paso
comercial importante para una película. Alonso, siguiendo esta línea,
contextualizó y a la vez matizó la actuación argentina: “El cine
argentino está de moda y hay que aprovecharlo, porque así como viene se
va y hay que sacarle jugo porque no es para siempre”. En el caso de
Szifrón, Relatos Salvajes fue vendida a Sony para ser
distribuida en Estados Unidos y cerró contratos con toda Latinoamérica y
hasta con Japón. Con estos antecedentes, se espera que el creador de Los Simuladores rompa
los números de taquilla cuando estrene comercialmente. Sin embargo, su
caso es una superproducción de Warner y El Deseo (de los hermanos
Almodóvar), lo que no quita que las películas pequeñas o más modestas no
obtengan reconocimiento comercial a partir de su paso por Cannes. En
palabras de Giorgelli: “Los festivales son un lugar sagrado para
nosotros, porque cada vez es más difícil mostrar películas
independientes o de bajo presupuesto”.
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