Es muy difícil explicar por qué En Terapia, adaptación argentina de la serie Be Tipul, de
origen israelí, ha sido repuesta por la Televisión Pública en horario
central. Su promedio de rating el año pasado fue muy bajo, y si bien en su página de internet se ha conformado un intenso grupo de fans,
también ha recibido pésimas críticas respecto de la poca credibilidad
de los guiones y la ampulosa puesta en escena. Es que el universo “psi”
probablemente se concentre en Buenos Aires más que en el resto del país,
y si bien esta es una de las ciudades con más analistas por metro
cuadrado, los conflictos que se sucintan en el espacio analítico ya
habían sido retratados en la televisión local enVulnerables (1999, Pol-Ka), Locas de amor (2004, Pol-ka) y Tratame bien (2011, Pol-ka).
Pero ahí está, nuevamente, Guillermo Montes y su renovado abanico de
pacientes en una cada vez más inverosímil situación de terapia. Sin duda
habíamos advertido que con el enamoramiento que suscitó en él su
paciente del año pasado, Marina, en el que se corrieron todos los
límites de la relación médico-paciente, podíamos esperar ya cualquier
cosa de él. Es que la ficción necesita conflicto, y qué mejor que un
amor prohibido para hacer rodar el cuento. Tampoco habíamos creído mucho
en la relación que Marina había tenido con Germán (otro de los
pacientes de Montes). ¿Pero qué más efectivo que un contra héroe para
lograr tensión narrativa? Menos aún le creímos a Guillermo cuando se
peleaba con su analista, ya que parecía que la inteligencia que podía
desplegar en su rol de psicólogo la perdía mágicamente en su rol de
paciente.
Esta vez, los límites se corren un poco más, porque aunque se intente
con las actuaciones hacer teatro en la pantalla chica, en la televisión
los tiempos son tiranos. Y no podemos esperar mucho para entender los
conflictos de todos los pacientes, como si uno encima de esperar en su
propio análisis pudiera esperar mirando la tele. De esta forma, amén de
las interpretaciones sobreactuadas de todo el elenco (salvo la de la
siempre acertada Norma Aleandro), el problema con En Terapia es
que muestra muy rápido asuntos que en el tratamiento psicoanalítico
real aparecen con más lentitud y con esto pierde credibilidad toda la
relación médico-paciente, en la que las cuestiones más difíciles de
procesar tienden a decantar con meses y meses de elaboración en sesión.
Este problema se ve agudizado en la 2da temporada, ya que cuando
Guillermo cambia de pacientes, no podemos ni suponer que haya habido un
trabajo previo que los deje en el punto donde los encontramos, sino todo
lo contrario. Los nuevos dolientes están más apurados que los
anteriores y expresión de esto es la abogada de los lunes, que de un día
para otro decide retomar terapia después de 20 años porque Guillermo va
verla por un asunto legal. O el nene de los jueves, que en cinco
minutos nos cuenta todos sus pesares y en diez ya explota en discusiones
con sus padres delante de un completo desconocido como es el analista.
Pero esto no es todo. Paralelamente al re-estreno de En Terapia, Canal 11 sacó Historias de diván; una miniserie basada en los libros de Gabriel Rolón y curiosamente producida por Yair Dori, quien fundó Dori Media Group (el coloso televisivo internacional que compró los derechos de “Be Tipul” para hacer En Terapia).
En este caso, el resultado es todavía menos creíble, ya que se si bien
el unitario se escuda en el paso del tiempo para darle verosimilitud a
los tratamientos con el recurrente uso del “dos semanas después”, esta
vez el analista mantiene conversaciones con el fantasma de su mujer (que
se suicidó) que le dice que está loco (!!!).
Más allá de los problemas técnicos que puedan tener estas ficciones
¿No será un exceso de individualismo mostrar tanta intimidad psi en la
tele? ¿No hay otras cuestiones que nos permitan pensar la sociedad desde
un punto de vista más general y menos “ombliguista”? ¿Lo que le pasa a
los pacientes de estas series, son las problemáticas reales o las más
efectivas en términos narrativos?
En síntesis, En terapia e Historias de diván son
novelas que muestran la intimidad de un asunto que, impostado de “serio”
y “adulto” como asume el prejuicio que resulta el tratamiento
psicológico, son solemnes y aburridas pero adquieren una pretendida
“calidad” ya que incitan a “pensar” y “ver más allá” de lo aparente.
Lástima que, a veces, las cuestiones más difíciles de procesar no
aparezcan en las novelas, ni en las individualidades de los padecientes,
sino en los conflictos sociales, que suelen retumbar en los noticieros y
necesitar mucho tiempo en poder analizarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario