Está temblando. Sí. No sabe por qué pero está
temblando. Solo, en el vestuario del club. Desnudo, debajo de la ducha. Solo y
desnudo tiembla, mirando la junta de los azulejos. Solo y desnudo tiembla, el
que hace temblar a los demás. Solo y desnudo tiembla, el imponente y temerario
Santiaguito Ramírez, hijo menor del patrón del pueblo. Que con 18 años ya había
demostrado su hombría más de una vez en los bailes, en la cancha, donde fuera.
Que con solo 18 años era respetado por todos y todas. Que con apenas 18 años ya
decía lo que había que hacer y lo que no en su curso, su colegio y su barrio. Y
ahí está, el terror de los niños y las señoras: solo, desnudo y temblando,
sin saber por qué.
No es miedo. El no puede tener miedo. No se
permitiría nunca que un Ramírez tuviera miedo. Los hombres como su abuelo, su
padre, su tío o sus hermanos no temían, no temblaban, no dudaban nunca. Hacían
lo que tenían que hacer. Hacían lo que sabían que tenían que hacer: mandar. Por
algo eran todos policías. Por algo él también sería policía. ¿O acaso podía ser
otra cosa? No. Los Ramírez eran policías, machos y héroes. Eran necesarios. Qué
sería del mundo sin los Ramírez. Hombres valientes, convencidos, determinados,
sin miedo. Mientras tanto, sigue temblando.
No es frío. Ya en diciembre uno se puede bañar
tranquilo. Así que suponiendo que el agua estuviera helada tampoco es por eso.
Acaba de jugar un partido, tiene el cuerpo todavía caliente. Quizás el choque
entre el calor de su piel y el frío del agua hace que los músculos sufran algún espasmo, quizás es la desnudez, quizás es el viento que entra por la
ventanita del vestuario. Mientras tanto, sigue temblando.
Te-marcaron-pibe-ya-está-viajás-en-febrero. 8
palabras. 38 letras. 16 vocales. 22 consonantes. 3 verbos. Santiago Ramírez
jugaría para River Plate. No solo se iría de Chacabuco, sino que no sería
policía. Y mejor: no tendría que seguir soportando los golpes de su padre, las
corruptelas de toda su familia, los abusos de sus hermanos con las mujeres del
pueblo.
Pero entonces debía explicarle al Sargento Ramírez que
no sería el hijo que él quería. Que no haría lo que se esperaba, no seguiría el
legado, no atemorizaría a nadie. Imposible. No había forma. Sabía todo. Había
lavado ya muchísimos trapitos. Tenía demasiada información, guardaba demasiados
secretos. Su padre jamás autorizaría que se fuera. Y ahí entendió: a lo único
que le tiene miedo un Ramírez es a otro Ramírez. Mientras tanto, sigue temblando.
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