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viernes, 25 de octubre de 2024

Columna de Cine&Series #80: Estreno de "El hombre que amaba a los platos voladores"

 

Cama Adentro: Making of

 Para Zenda

Si no duele escribirlo no vale leerlo  

Sobre la construcción de Cama Adentro (AdN, 2024)

 

1. Primera Parte –Ella

Escuchá, es así: si vos me decís que lo querés escribir yo te lo cuento todo, desde el principio hasta el final, como una película. Porque este libro surgió de un sueño, y lo que se sueña es un poco la película que una se hace a sí misma ¿no? Bueno, anotá, porque esta película empieza bien potente, con una voz que te canta la posta al toque, o sea, yo. Parecía fácil: la que relata las cosas soy yo y la que dice lo que tiene que decir soy yo, fin. La presa, sí, la mucama sin nombre presa que lo único que tiene es su palabra y la usa para convencerte de que lo-que-pasó pasó tal cual ella-dice-que-pasó. Porque decime, a ver: ¿Quién es capaz de desconfiar de una criada? Si es tan pobre, tan buena, tan servicial: obvio que ella siempre dice la verdad. Bueno, así fue: mi voz apareció con una fuerza tan arrolladora en la cabeza de la autora que sintió que estaba escuchándola mientras tipeaba. Tuquituquituqui, le metía al teclado sin parar la piba, casi en trance místico, usando recuerdos de su infancia y adolescencia en el lejano conurbano bonaerense ¿Sabés dónde queda eso, vos? Es como se le dice a los alrededores de la Ciudad de Buenos Aires. Y aunque la autora vivió en cinco países terminó en Carabanchel, así que parece que del conurbano no se puede salir nunca ¿no? Bueno, sigo, te decía, que la mucama presa, o sea yo, tenía todas las fichas para ser la protagonista indiscutida del libro, pero mientras tipeaba enardecida mi voz, la autora se empezó a sentir cada vez peor. Qué misteriosas esas cosas de la escritura ¿no? Una se mete tan adentro para encontrar lo que duele que, al final, duele hasta escribirlo. Así que por eso me abandonó y me dejó ser sólo una parte de la novela, no la única. Pude contar las historias de la abuela, la bruja Nelly y mi novio el Johnny, eso sí, pero nomás para ambientar, porque el tema de esta novela no son ellos, sino los que sí tienen nombre, el matrimonio sin hijos para el que trabajaba antes de terminar acá: Raquel y Mario.

2. Segunda Parte – Mario

Oíme pibe, te la hago corta, estoy varado en esta isla de mierda porque mi país es un kilombo. Lo mismo de siempre Argentina, bah, un kilombo atrás de otro, un presidente atrás del otro, en fin. Para eso me puso la autora acá, para que cuente a través de mi intensa biografía los vaivenes de la sociedad argentina. Y un poco también para desorientar al lector, claro, y hacerle leer otra campana de la misma misa. ¿Vos sabés por qué se dice eso de “las dos campanas”? ¿Es religioso? Ni idea, yo a misa fui lo mínimo y necesario para que me aceptara la familia de ricachones de mi señora y chau chau adiós Dios. Igual si te digo la verdad Dios me tiene las pelotas llenas con su cruz: una mujer enferma, que no quiere tener hijos, que se la pasa medicada, un calvario. Parece que El Barba me hubiera dicho: “¿A ver nene si te gusta tanto la guita? Mirá, te vamos a poner esta fortuna acá pero vas a tener que fumarte a la chiflada más chiflada del país hasta que la muerte los separe. ¿Aceptás?”. ¿Vos cuánta plata agarrarías para amar a una loca, pibe? Bueno, yo agarré la que tenía que agarrar y acá me tenés, cuidándole la guita a los garcas de mi familia en Caimán. Pero bueno, mejor me calmo, porque no es país para calentones el mío, si cada cosa que pasa te la tomás muy a pecho te da un bobazo, que es como se le dice al infarto allá. ¿Se le dirá así porque el corazón es bobo? No sé, como sea, que en Argentina no te conviene tener corazón porque se te rompe una vez por año. Y por eso ella me metió en el libro, para llorar este tango, para que lo lloremos juntos.

3. Tercera Parte – Raquel

Sí, querida, sí, soy yo, soy yo, la que todos quieren conocer, ya sé lo que estás pensando. Es que era lo lógico que si hablaba ella yo también dijera algo ¿no? Porque claro, los pobres tienen razón y los ricos no. Los pobres son buenos y lindos y los ricos malos y feos. ¿Más cliché no había? Para eso aparecí en la novela, querida, para eso: para que el lector confronte las versiones y elija cuál le parece más “verdadera”. Es cierto que yo tengo, digamos, mis cositas ¿no? Qué vamos a hacerle, con esta enfermedad a veces no creo ni lo que pienso. Pero cuando sé que me está pasando eso me digo: ´Raquel, esto que pensás lo podes despensar, dale, hacé el esfuerzo´. Y si te soy sincera, a veces lo logro pero a veces no, querida, a veces no. Lo que sí logré, o logró la autora, fue contar exactamente todo lo que contó ella en la primera parte del libro, pero desde mi perspectiva. Porque nosotras pasamos tanto tiempo juntas que tenemos un montón de recuerdos, situaciones, momentos, que ella seguro los vivió de una forma pero yo los viví de otra. Y claro, la autora pensó: que repitan frases y usen las mismas palabras, así cuando los lectores leen mi parte dicen “Aaahhh”, vuelven hacia atrás y ven que la frase es literalmente la misma que usó ella. El “Aaahhh” es muy importante, piensa la autora, pienso yo, o piensa ella mientras yo hablo, quiero decir, pará. Es que a veces me hago lio entre lo que pienso y lo que debería pensar ¿sabés? Perdoname, espero que me hayas entendido, sino avisame y vuelvo a empezar. Total ¿Qué más vamos a hacer, encerradas acá adentro?