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De: Leticia Cappellotto <leti.cappe@gmail.com>
Fecha: 27 de noviembre de 2016, 10:45
Asunto: HK no es China
Para: ed_cabrera@gmail.com
Te escribo desde el Mc Donald’s en Mong Kok, Kowloon, el barrio menos occidental de HongKong y uno de los más poblados del mundo. Tengo miedo, mucho miedo. Mucho más miedo del que pensé que tendría alguna vez.
Desde el aeropuerto tomé un micro que viene directo a esta zona, una mezcla bizarra de Once con Constitución pero plagada de chinos. ¿Son chinos los hongkoneses? Creo que no, creo que preferirían ser cualquier cosa menos chinos. Caminé cuadras y cuadras hasta dar con el edificio gigante en el que unos letreros kilométricos informan las cosas que hay dentro. Mi hostel es el AppleInn MongKok y queda en la Unidad 1301, piso 13, Sun Hing Building, 607 Nathan Rd, Mong Kok.
Qué manera de flashearla, amigo: hace más de 10 años que soñé con llegar a China y pareciera que es cierto, pareciera que estoy en China. Pero HK no es China sino un enclave colonial británico y se nota con mucha rapidez la impostura, la occidentalización, la contradicción, la tensión entre lo que es y no es o entre lo que debería ser y no es.
Por lo menos ahora tengo internet en el Mc Donald´s este y puedo escribirte, porque encima cometí el error de reservar el hostel más barato de HK, en el que no hay wi-fi ni ventanas ni cocina ni duchas. Ahí encerrada como una presa me di cuenta de algo tremendo: no quiero viajar más sola, no quiero otra vez afrontar todos los desafíos de la aventura, no tengo más nafta. Por suerte en unos días llega Sofi, la chica que conocí en el foro de viajeros que dijo que se sumaba a mi mes por China y ahora está en Malasia. Mientras tanto estoy paralizada, no quiero, no puedo y no sé hacer nada sin ella. Media vida viajando sola para ahora necesitar una niñera.
Bárbaro. Parece que no existe tal cosa como el progreso o la evolución. Bárbaro.
Caminando un poco pude ver que HK está dividida en dos: la isla (más cosmopolita) y el territorio continental (donde está mi hostel). En conjunto es una ciudad megalómana, llena de occidentales, con arquitectura colonial inglesa y escaleras mecánicas incrustadas en calles súper empinadas. Anduve por el centro, por una esquina llamada “de las estrellas” donde hay murales de Frank Sinatra, crucé el Río de las Perlas en el ferry turístico, miré la skyline de un lado y del otro, etc. Conocí a un brasileño que vive en Shanghái y dice que prefiere “el caos chino” a HK porque le recuerda el caos latinoamericano y a un español con el que fui a conocer al buda gigante de la Isla de Lantau. También charlé con una venezolana que se autodefine como "cantante" que dice estar embarazada de otro músico que conoció acá y que prefiere tener a su hijo en Chengdu (la provincia china conocida por los osos pandas) que en Caracas. ¿Será prostituta? ¿Será cantante? ¿Le pagarán los hoteles de Chengdu a cantantes venezolanos? Demasiadas preguntas para tan pocos días.
Igual si hubo algo que me shockeó fue que en el paseo por la rivera del río que hice el día que llegué encontré a un cantante callejero disfrazado de Wally. Sí, Wally, de “¿Dónde está Wally?”, ese que todos estamos buscando sin siquiera saber que lo estamos buscando, perdido (o escondido) en el país más poblado del mundo. Repito: el primer día en China encontré a Wally, no puedo más de la confusión que tengo. Pero ya me habían advertido que China no iba a ser fácil de comprender: el día que ganó Trump estaba en Tokyo y uno de mis compañeros de cuarto resultó ser chino. Charlando sobre el sistema político de su país me dijo algo que nunca me voy a olvidar: "Quizás el problema del capitalismo sea la democracia". What? Bueno, heme aquí rompiendo todos mis esquemas y prejuicios, en el país comunista más grande del mundo lo único que veo es capitalismo y lo único que siento es miedo.
¿No se supone que este es el estadío superador de la humanidad? ¿No era que el miedo me lo tenían que dar los carteles de drogas, las mafias, la trata de personas y otros vicios del corrompido sistema capitalista? Bueno, no. Lo que sigue después de la opresión del hombre por el hombre es el pánico. Aunque trato de calmarme pensando que en realidad no estoy en China, porque HK no es China: es occidental, es colonial, es británico, es asquerosamente capitalista y consumista. O quizás eso también sea China China, veremos.
En el medio de mi debate sobre el ser y no ser conocí a un bartender argentino que trabaja en un bar cuyos dueños son unos singapurenses que viajan por todo el mundo copiando "bares temáticos" y armaron uno con la argentinidad. Te venden el churrasco, el fernet, el polo, las boleadoras, etc. Fake, todo fake salvo Alex, el bartender, al que trajeron directamente desde Buenos Aires y vive en HK hace meses pero no habla media palabra de chino. Argentinos en HK: vaya cosa que necesito para atravesar este ataque de pánico permanente en el que me encuentro. El bar queda en la zona más cool de la ciudad (la isla), donde no entendés si estás en Londres o Amsterdam y te sorpendés al encontrar demasiados restaurantes argentinos: Gaucho, La Pampa, Picada, Tango Central y Buenos Aires Polo Club, en el que trabaja Alex y queda en 7th Floor LKF Tower, 33 Wyndham Street, Central, Hong Kong. Mi hostel obviamente está muy lejos de ahí, mi hostel me da miedo, el barrio de mi hostel me da miedo, la gente que vive en mi hostel me da miedo. Yo adentro de ese lugar me doy miedo.
¿Cómo carajo llegué a China? ¿Por qué se me ocurrió que era buena idea venir sola?
Probablemente me haya agrandado y pensado que soy mucho más valiente de lo que realmente soy.
¿Valiente viene de valor?
¿Qué valor tiene la valentía?
¿Qué valor tiene hacer cosas difíciles de hacer?
¿Una persona con ataques de pánico es valiente?
Siento que “valiente” es como "madura": una especie de cumplido o piropo que en realidad no es más que una forma sutil de decir "rarita".
¿Por qué quiero ser rarita y no hice el viaje que hacen todos por el sudeste asiático y me vine sola a China?
¿Por qué quiero venir a China hace años?
¿Cuánto vale una obsesión?
¿Cuánto vale la realidad sobre la idealización?
La noche que nos conocimos Alex me llevó a varios bares occidentalisímos, muy lejos de la fantasía que podría tener sobre China. Conocimos a algunos de los chefs y encargados de los restaurantes argentinos bebimos, bailamos, etc. Estuvo divertido hasta que tuve que tomarme un taxi para volver a mi barrio turbio y para eso hubo que mostrarle la dirección al taxista en el teléfono y rezar.
Llegué a Kowloon casi de día y me dormí rezando.
Rezar quita el miedo, pero solo un poco.