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martes, 13 de octubre de 2015

ChacaPeaks: Rouge

Para Diario Cuatro Palabras



Si bien le habían dicho que los sospechosos del asesinato de Ipazaguirre eran doce, el Dr. Mussetti se focalizó en las mujeres de la lista. Las puñaladas que el viejo buitre había recibido en su casa eran sinónimo de alguien que lo quería y odiaba a la vez. En sus clases de derecho el nuevo comisario había aprendido que era más probable que a uno lo mate alguien que dijo que lo amaba antes que un desconocido. Lo había dicho un Juez de la Suprema Corte de la Nación cuando le consultaron sobre la baja en la edad de inimputabilidad y la cita estaba calcada en su mente: “Ud. primero preocúpese porque no lo mate alguien de su familia, después que no lo atropelle un auto, finalmente que no le de un infarto y luego tenga miedo de que lo maten en un asalto”. Esas eran, según cifras oficiales, las causas más probables de muerte en nuestro país: violencia intrafamiliar, accidentes de tránsito y problemas cardiovasculares. Muy, muy lejos, la famosa inseguridad. Pero todos los diarios decían otra cosa y los de Chacabuco también. A la gente no le gusta admitir que el amor y el odio están conectados, pensaba el Dr. Mussetti mientras miraba su lista de sospechosos. Méndez, Gómez, Rodríguez, Machado y Artusi ya habían sido descartados con respectivas mujeres. Marta Méndez, de visita en la casa de su hermana en Córdoba, completa inocente. Quedaban Susana y Julieta Robles. Tenía que descifrar cuál de ellas había tenido un amorío con el difunto, ya que le parecía muy extraño que madre e hija se encamaran con el mismo hombre, aunque eso le hubiera dicho Ramírez.
En la casa de las Robles reinaba la alegría. Susana parecía encantadísima de que Ipazaguirre estuviera en la tumba. Julieta se acababa de hacer un nuevo tatuaje así que vestía una remera muy corta para que se vieran sus angelicales alitas en la bajo espalda. “Siempre la misma puta”, fue la forma en la que la madre la presentó.
El diálogo fue tan desopilante que el Dr. Mussetti quedó impresionado. No quedaban dudas de que ambas sabían las historias cruzadas que las unían con el muerto, pero era imposible que alguna de ellas lo hubiera asesinado. Julieta medía apenas 1,50m y el monumental Ipazaguirre, con sus doscientos kilos, habría reaccionado ante la primera puñalada. A Susana, el Dr. Mussetti la descartó rápidamente cuando la vio maquillarse: el pulso tembloroso mientras se aplicaba el rouge impedía que con esas manitos hubiera podido apuñalar nada. Lo que sí le quedó claro al Dr. Mussetti después de la visita era que Ipazaguirre despertaba pasiones y rompía hogares a su paso sin contemplación alguna.

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