Me
miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope,
nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan
entre sí...
La respiración entrecortada de
Fede no le permitía seguir la frase con la que tantas veces había imaginado que
inauguraría su besuqueo con Laura. Ahora estaba ahí, con ella, en su propia
cama, y no recordaba cómo seguía la frase. Era de Cortázar, obvio, el más mejor
del mundo mundial para levantarse chicas. Nadie de su edad sabía quién era el tipo,
entonces todos sus versos, bien puestos donde correspondía, con la entonación
necesaria, eran ganadores. Bueno, él de ganar sabía solo con sus clientes, que
lo contrataban para que les explicara cómo chamuyarse pibitas por chat, porque
tenía la mejor pluma de Chacabuco. Era cierto que era petiso, era cierto que
era feo, era cierto que usaba anteojos, pero a chamuyo escrito no le ganaba
nadie. Así fue que empezó a chatear con Laura antes si quiera de que ella le
dirigiera la mirada. Chat a la medianoche va, chat del Whatsapp viene, todo suma, pensaba, todo suma.
…
se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se
encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios…
Y ahora finalmente, después de
años de trabajo, después de horas y horas dedicadas a ese amor imposible, a esa
amiga que nunca sería más que eso, ella estaba soltera, ella estaba disponible,
ella no le hablaba más del forro de Santiago Ramírez, ese gil que lo había
cagado a trompadas cuando se la intentaba levantar en el patio. Ahora ella
estaba ahí, con él, en su cama, en su casa y entonces tenía que decirle eso,
tenía que seducirla más allá de lo posible, tenía que expresarle ese amor con
esas palabras que el viejo Cortázar le había enseñado. Pero no podía, la vista
se le nublaba, la memoria lo traicionaba, todo era bruma, todo era amor, todo
era deseo. Deseo por las piernas, deseo por los brazos, ella estaba ahí, ahí,
toda ella, toda esa belleza para él. ¿Cómo iba a reaccionar?
…apoyando
apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado
va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Fede salió de la cama de un salto. Los gritos
de su padre llamándolo para tomar la merienda interrumpieron su flash literario
y lo asustaron. Lo único que faltaba era que lo pescaran hablando solo, ahí sí
que lo diagnosticaban loco para siempre. Bueno, paciencia, se dijo. Algún día
Laura estaría ahí realmente. Algún día su cabeza se posaría en esa almohada,
ella sonreiría, él la miraría y
comenzaría a recitar Cortázar. Por ahora, sólo quedaba imaginársela.
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