Y bueno señora, están treinta y
dos pesos, qué quiere que haga, los jazmines vienen directo de Escobar, hay que
tenerlos en heladera pero no se pueden congelar, después para mantenerlos bien
se les tiene que poner un spray especial, no demasiado porque se queman, es un
trabajo delicado, señora, los lleva o no.
Julieta estaba especialmente
fastidiosa ese día. Las flores que venían de afuera siempre eran más caras que
las del proveedor local, pero los clientes nuevos no entendían fácil la
diferencia. Aunque no era realmente por eso que estaba molesta. Si se pusiera
mal por cada cliente que no valora el trabajo que lleva mantener a una flor
fresca más de diez días, ya habría cerrado la florería años atrás. Pero ahí
estaba: ansiosa, expectante, a la espera de que algo de lo que había fantaseado
con Ricardo finalmente se concrete. Sabía de buena fuente que en su casa estaba
todo mal, que tarde o temprano eso decantaría y podrían estar juntos. La bruja
de Marta siempre hacía con él lo que quería, pero después de lo de la fiesta de
la flor tenía que pasar algo.
“Te contagiaste la belleza de las
flores”, le había dicho esa noche. Se acordaba perfecto porque pensó que
hubiera sido más halagador que le dijera que ella le había contagiado la belleza
a las flores, pero Ricardo era bastante básico y dentro de todo ese piropo era
más elaborado que las cosas que solía decirle sobre su escote. Después de la
fiesta se fueron juntos y él le confesó que estaba enamorado. Ella no le iba a
creer así nomas, tampoco, pero alguito se entusiasmó. Sabía que no hacía bien,
que no había que creerles a los hombres, mucho menos cuando dicen que están
enamorados. Pero se ilusionó, la pobre Julieta, que entre tantas flores
probablemente había perdido un poco su sentido del olfato.
Cuando lo vio acercándose por la
ochava el corazón le empezó a latir como una bomba. Viene y me dice de vivir
juntos, viene y me dice de vivir juntos. Su otra mitad la taladraba, escéptica:
nunca le creas nada a los tipos, estúpida, lo único que aman de verdad es al equipo
de fútbol. Viene y me dice viene y me dice viene y me
-Hola reina, ¿Cómo anda el escote
más lindo de Chacabuco? – arrancó galancito Ricardo.
-Acá andamos, Ricky, con ganas de verte – deslizó tímida, esperando en
vano que su cliente favorito le diera un beso que nunca llegó.
-Tengo algo importante para decirte.
Julieta puso cara de póker. Viene
y me dice viene y me dice viene y me
-Voy a ser papá por tercera vez, nena, -sentenció él - así que mejor dame unos jazmines que se los
llevo a la patrona.
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