Para RadioEter - 2012
En Bahía Blanca, a mediados de 1992, nace “La Cantora”,
una experiencia de “Comunicación popular para el cambio social” en
Unidad Penal Nº 4 de Villa Floresta. Veinte años después, esta incursión
en el mundo detrás de las rejas abarca una serie de actividades que
exceden ampliamente lo radial y vincula capacitación de internos y
periodistas en relación a la comunicación popular y a los dispositivos
que se pueden utilizar para ejercerla. También, la ahora Asociación
Civil “La Cantora” cuenta con un área jurídica para asesorar a los
presos y sus familias sobre sus causas, brinda talleres y seminarios
dentro y fuera de varias universidades y milita diariamente contra las
insistentes violaciones a los derechos humanos que se producen en los
diversos dispositivos carcelarios que integran el sistema penitenciario
bonaerense, al que no dejan de denunciar. Pero el trabajo de esta
agrupación no termina allí: la articulación con la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata
permitió concretar una nueva oferta académica a las personas privadas de
su libertad. De este modo, La Cantora no sólo se mantiene sino que
crece sin parar: actualmente se retransmite a través de antenas
prestadas en aproximadamente 60 radios de todo el país (y se puede
escuchar por internet en los lunes a las 23 por Radio Universidad de
UNLP 107.5)
Pero todo esto empezó con un programa de radio. Allá por 1992, cuando la creadora del proyecto, la comunicadora Azucena Racosta, ingresó al Penal Villa Floresta, debió camuflarse de reportera interesada en retratar las actividades artísticas de los internos para que la dejaran comunicarse con ellos. Tuvo que explotar un motín en 1993 para que se pudiera acercar más a ellos y a sus familias. Entonces empezó a visitarlos como si fuera una prima o una hermana y comenzó a construir con ellos lo que más adelante se convertiría en un colectivo de trabajo interdisciplinario, donde se mezclan profesionales de la comunicación, del derecho y de la sociología, artistas plásticos, músicos y teatreros, todos ellos detenidos o ex-detenidos. El método era simple: los internos grababan donde podían, como podían, escondidos, y le daban las cintas a Azucena. Luego ella junto con otros compañeros extra-muros lo editaban y enviaban a las antenas amigas. Y como nunca contaron con el apoyo oficial, el material que grababan los presos siempre tuvo que trasladarse de forma clandestina, escondiéndose de las requisas de los guardiacárceles. Una vez que el proyecto salió a la luz, la cosa se puso peor. “La forma de disolución que encontraron fue trasladar a los participantes de penal en penal con el fin de silenciarlos y quebrar la organización que estaban adquiriendo los detenidos”, explica Fernanda, parte la asociación. Hoy esta metodología sigue implementándose, tratando de silenciar una voz que sigue luchando por hacerse oír.
“La Cantora” es así una experiencia de libertad, creación y lucha frente al panorama desolador de las cárceles bonaerenses. Verdaderas “Máquinas de muerte”, según definen los voluntarios de este colectivo, que “operan día a día mediante múltiples mecanismos de tortura y corrupción” y también pueden definirse como una “industria que utiliza como materia prima a miles de cuerpos pobres de los cuales extraen sus millonadas las agencias policiales y judiciales”. Frente a esto, la radio como expresión, como practica y comunión permite abrir una grieta que, aunque pequeña, resuena potente e incansable hace 20 años.
Pero todo esto empezó con un programa de radio. Allá por 1992, cuando la creadora del proyecto, la comunicadora Azucena Racosta, ingresó al Penal Villa Floresta, debió camuflarse de reportera interesada en retratar las actividades artísticas de los internos para que la dejaran comunicarse con ellos. Tuvo que explotar un motín en 1993 para que se pudiera acercar más a ellos y a sus familias. Entonces empezó a visitarlos como si fuera una prima o una hermana y comenzó a construir con ellos lo que más adelante se convertiría en un colectivo de trabajo interdisciplinario, donde se mezclan profesionales de la comunicación, del derecho y de la sociología, artistas plásticos, músicos y teatreros, todos ellos detenidos o ex-detenidos. El método era simple: los internos grababan donde podían, como podían, escondidos, y le daban las cintas a Azucena. Luego ella junto con otros compañeros extra-muros lo editaban y enviaban a las antenas amigas. Y como nunca contaron con el apoyo oficial, el material que grababan los presos siempre tuvo que trasladarse de forma clandestina, escondiéndose de las requisas de los guardiacárceles. Una vez que el proyecto salió a la luz, la cosa se puso peor. “La forma de disolución que encontraron fue trasladar a los participantes de penal en penal con el fin de silenciarlos y quebrar la organización que estaban adquiriendo los detenidos”, explica Fernanda, parte la asociación. Hoy esta metodología sigue implementándose, tratando de silenciar una voz que sigue luchando por hacerse oír.
“La Cantora” es así una experiencia de libertad, creación y lucha frente al panorama desolador de las cárceles bonaerenses. Verdaderas “Máquinas de muerte”, según definen los voluntarios de este colectivo, que “operan día a día mediante múltiples mecanismos de tortura y corrupción” y también pueden definirse como una “industria que utiliza como materia prima a miles de cuerpos pobres de los cuales extraen sus millonadas las agencias policiales y judiciales”. Frente a esto, la radio como expresión, como practica y comunión permite abrir una grieta que, aunque pequeña, resuena potente e incansable hace 20 años.